miércoles, 5 de julio de 2017

Toninas del Orinoco

      Antiguos delfines marinos que para sobrevivir se mudaron al Río Padre, se proveyeron de otros mecanismos biológicos y adoptaron distintas formas de vida.

         Frecuentemente veía que las toninas pasaban frente a Ciudad Bolívar como ocultándose tímidamente bajo la superficie del Orinoco, mostrando apenas su lomo pardo o verdoso y preguntaba en silencio no sé a quién cuándo tendría la ocasión de apreciarlas en toda su dimensión vital, hasta que un buen día de mayo o junio, sorpresivamente, encontré tres varadas en la playa oriental de la Isla Panadero.
         Navegaba solo, probando una lancha de madera revestida de fibra de vidrio que procedente de Cumaná me había traído un hermano. Lamenté entonces no haber llevado consigo la cámara fotográfica, compañera  en mi oficio de periodista. Las tres toninas estaban allí frente a mí, a muy corta distancia, alzando su infantil y picuda cabeza, como suplicando un milagro de salvación.
         No podía hacer nada por sacarlas de aquel atolladero precedido de una oculta y grande fosa como trampa de la que tenía referencias por un viejo pescador soledadense llamado Corocoro.
         De manera que preferí aguardar antes de dar la alarma, confiado en la pleamar que en el estuario suele represar al Orinoco o en la circunstancia de estar el río saliendo del estiaje pues era tiempo de lluvia en las cabeceras.
         Regresé al día siguiente, preparado para la sorpresa fotográfica, pero ya no estaban. Efectivamente, la pleamar y el flujo fluvial hicieron levantar el nivel del Orinoco unos centímetros y ellas, forzando un poco su pesada pisciformidad, volvieron a su dinámica sumersión.
         Desde la infancia escuché con asombrosa atención a los viejos pescadores hablar de las toninas como grandes cetáceos amigos. Ellas eran el reverso de las ballenas y cachalotes predispuestos a engullirse a cualquier ser humano atravesado en su curso, mientras que la tonina se ofrece generosamente para conducirlo hasta la orilla en caso de naufragio.
         Y no son cuentos de pescadores o viejos lobos de mar. Plutarco, el gran historiador griego, pintaba a ese delfín como modelo de vida altruista, capaz de dar la vida por sus congéneres, y el astrónomo italiano Galileo Galilei, escribió episodios de marinos rescatados por delfines.
         Y es que estos cetáceos mamíferos son delfines o, por lo menos, hermanos de los delfines, aunque los orientales como los guayaneses prefieran llamarlos toninas.

El delfín


         El delfín, como todo cetáceo, es mamífero con cuerpo pisciforme, adaptado para vivir en el agua, pues tiene sangre caliente y respiración pulmonar, sus abuelos o antecesores son los arqueocetos, cetáceos que existieron hace millones de años y por lo tanto, fósiles. Los cetáceos sobrevivientes son los mistacocetos que se caracterizan por excrecencias en la boca llamadas barbas y los odontocetos que tienen dientes, entre los que figuran los cachalotes, ballenas, marposas y delfines.
         No obstante su respiración pulmonar, el delfín puede permanecer largo rato bajo el agua. Para respirar sube a la superficie a intérvalos de cinco minutos, sacando la cabeza y parte del lomo. Habita en casi todos los mares y se arriesga a remontar grandes ríos como el Amazonas, el Plata y el Orinoco. Destaca por la gracia y vistosidad de sus movimientos y fundamentalmente por el amor que profesan a sus hijuelos, hasta el extremo de sacrificarse por ellos en caso de peligro.
         Alcanza una longitud media de dos metros y tiene cabeza pequeña en relación con el cuerpo fusiforme. El hocico termina en punta, como el pico de un pájaro, pero con muchísimos dientes. Las aletas son altas y delgadas, y la piel brillante y lustrosa, de un tinte pardo o negro verdoso en el lomo y blanco en la parte inferior.
         Se cree que los delfines datan del período mioceno de la era terciaria, hace más o menos unos 30 millones de años. Dada su anatomía, pues necesita del aire de la atmósfera para vivir, eran animales terrestres que invadieron el mar y se adaptaron al mismo.
         En las aguas marinas venezolanas han sido reportados 16 especies de delfines, agrupados en tres géneros: Stenella, Tursiops, y Delphinu, entre otros de hábitos estuarinos. De agua dulce, una sola especie: la Sotalia Fluviatis.
         No obstante las leyendas mitológicas y temores supersticiosos que tienden a preservarlo, este cetáceo se halla en peligro de extinción debido a los métodos utilizados para la pesca del atún, apetecido pez marino al que en edad temprana se asocia cuando se desplaza por los mares.

En peligro de extinción


         Ciertamente, el delfín marino se halla en peligro de extinción, corriendo la suerte del atún afanosamente buscado y comercializado para el consumo poblacional. Porque el atún tiene la ventaja de un desove en cantidades tan fabulosas que aseguran indefinidamente su permanencia frente a una pesca cada vez más intensa; pero, el noble delfín, por su misma condición de mamífero, apenas si puede tener uno y hasta dos hijuelos.
         La muerte del delfín se produce culposamente, es decir, sin intención,  cuando a temprana edad se desplaza por encima del cardume de atún. Es su costumbre. En las áreas marinas donde los pescadores otean delfines jóvenes, casi seguro que hay atún. De suerte que el joven delfín viene siendo una forma de señuelo para atraer atuneros lo mismo que el pájaro campanero para el minero, sólo que el pájaro campanero canta y se va, mientras el inocente delfín cae en las propias redes del atunero.
         De acuerdo con estudios de la Fundación para el Desarrollo de las Ciencias Físicas, Matemáticas, y Naturales, en 1986 la flota atunera conformada por barcos de los Estados Unidos, México y Venezuela, ocasionó en el Pacífico la muerte accidental de 129 mil delfines. Situación que dio lugar a la medida de embargo (abril de 1991), impuesta por la Corte Federal de los Estados Unidos y la cual afectó directamente a los atuneros venezolanos y consecuencialmente a la industria de enlatados.
         Venezuela, tratando de librarse de los efectos del embargo, utilizó a Panamá como puente para hacer llegar su producto al mercado norteamericano, pero pronto fue descubierta acarriando con ello, igual sanción de embargo contra el país itsmeño. De manera que a Venezuela no le ha quedado más alternativa que adoptar medidas preventivas a través de la aplicación de nuevas tecnologías en la pesca del atún que evitan el sacrificio de sus señuelos los delfines.

Los delfines del Orinoco


         Afortunadamente las toninas o delfines del Orinoco han estado a salvo de los atuneros, por razones obvias. En el Río Padre, mejor que el atún, predominan la sapoara, el morocoto, el lau-lau y la curbinata. Además, la pesca todavía es muy artesanal y poco puede contra mamíferos tan gigantes como el manatí que se alimenta de hierba y la tonina, de peces muy pequeños.
         Las toninas del Orinoco poco han sido investigadas. Creemos el primero que se interesó por ellas fue, como casi siempre ha ocurrido en nuestro país, un extranjero. En este caso, el científico de la Universidad de Amsterdam, profesor Peter Van Bree, quien a mediados de los años setenta, estuvo en Guayana estudiando las características de la tonina a objeto de determinar si constituía una nueva especie o una subespecie para lo cual era necesario el exámen toxonómico.
         La tonina del Orinoco tiene al parecer parientes en China donde existe una especie de delfín de agua dulce, dos especies muy parecidas en la India, una especie en la desembocadura del río de La Plata (Argentina) y la que habita la cuenca del Río Amazonas que la ciencia cobija junto con la del Orinoco con el nombre de Inia Geoffrensis.
         Una diferencia importante entre la tonina del Orinoco y el delfín de mar estriba en que el delfín marino no puede girar su cabeza; en cambio, la tonina puede hacerlo en un ángulo de 90 grados. Hay otra y es la forma en que están dispuestas las hileras de sus dientes y también por unas cerdas, posiblemente táctiles, para detectar en aguas turbias las presas de que se alimentan.
         Las zonas del Orinoco donde abundan las toninas han sido ubicadas en San Fernando de Apure, San Juan de Manapiare, Río Negro, Mavaca, y en el Infierno, un canal pedregoso del Orinoco, donde por lo reducido se dificulta la navegación de embarcaciones de regular calado. Ahora que se explota la bauxita de Los Pijiguaos en jurisdicción de La Urbana, está más abierto.
         La CVG y el Instituto de Canalizaciones, a través de la empresa ASCA, dinamitaron varias rocas del Infierno a objeto de facilitar la navegación de las gabarras, para lo cual hubo que pedir asesoramiento de la Sociedad Venezolana de Ciencias Naturales, dado que la voladura de rocas en el lugar podía implicar daños al medio ambiente o directamente a las toninas.
         La recomendación fue volar las rocas con cargas pequeñas de dinamita y proteger el área con un tren de pesquería de uno dos kilómetros una vez desubicadas las toninas de la zona de peligro.
         Desubicar las toninas de la zona era el problema, pero al fin encontraron la forma en atención a que estos delfines están catalogados como los más inteligentes de la fauna acuática.
         Durante varios días los científicos de la Sociedad de Ciencias, auxiliados por personal de CVG y pescadores de Mapire, se dieron a la tarea de cebar con sardinas a las toninas atrayéndolas a un lugar seguro, al tiempo que iban estimulando en ellas un reflejo condicionado mediante pitos y silbidos a la hora del alimento. Así pudieron salvarlas de las explosiones con las cuales los expertos de Cavin fueron peinando la parte superior de las rocas que afloraban a la superficie. Se estima que más de un centenar de toninas escaparon de la muerte, suerte que los ambientalistas del planeta están deseando para los parientes de las toninas que habitan los mares y que a edad temprana se hallan expuestos a la voracidad de los depredadores atuneros.

 


 

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