Antiguos
delfines marinos que para sobrevivir se mudaron al Río Padre, se proveyeron de
otros mecanismos biológicos y adoptaron distintas formas de vida.
Frecuentemente veía que las toninas
pasaban frente a Ciudad Bolívar como ocultándose tímidamente bajo la superficie
del Orinoco, mostrando apenas su lomo pardo o verdoso y preguntaba en silencio
no sé a quién cuándo tendría la ocasión
de apreciarlas en toda su dimensión vital, hasta que un buen día de mayo o
junio, sorpresivamente, encontré tres varadas en la playa oriental de la Isla
Panadero.
Navegaba solo, probando una lancha de
madera revestida de fibra de vidrio que procedente de Cumaná me había traído un
hermano. Lamenté entonces no haber llevado consigo la cámara fotográfica,
compañera en mi oficio de periodista.
Las tres toninas estaban allí frente a mí, a muy corta distancia, alzando su
infantil y picuda cabeza, como suplicando un milagro de salvación.
No podía hacer nada por sacarlas de
aquel atolladero precedido de una oculta y grande fosa como trampa de la que
tenía referencias por un viejo pescador soledadense llamado Corocoro.
De manera que preferí aguardar antes de
dar la alarma, confiado en la pleamar que en el estuario suele represar al
Orinoco o en la circunstancia de estar el río saliendo del estiaje pues era
tiempo de lluvia en las cabeceras.
Regresé al día siguiente, preparado
para la sorpresa fotográfica, pero ya no estaban. Efectivamente, la pleamar y
el flujo fluvial hicieron levantar el nivel del Orinoco unos centímetros y
ellas, forzando un poco su pesada pisciformidad, volvieron a su dinámica
sumersión.
Desde la infancia escuché con asombrosa
atención a los viejos pescadores hablar de las toninas como grandes cetáceos
amigos. Ellas eran el reverso de las ballenas y cachalotes predispuestos a
engullirse a cualquier ser humano atravesado en su curso, mientras que la tonina
se ofrece generosamente para conducirlo hasta la orilla en caso de naufragio.
Y no son cuentos de pescadores o viejos
lobos de mar. Plutarco, el gran historiador griego, pintaba a ese delfín como
modelo de vida altruista, capaz de dar la vida por sus congéneres, y el
astrónomo italiano Galileo Galilei, escribió episodios de marinos rescatados
por delfines.
Y es que estos cetáceos mamíferos son
delfines o, por lo menos, hermanos de los delfines, aunque los orientales como
los guayaneses prefieran llamarlos toninas.
El
delfín
El delfín, como todo cetáceo, es
mamífero con cuerpo pisciforme, adaptado para vivir en el agua, pues tiene
sangre caliente y respiración pulmonar, sus abuelos o antecesores son los
arqueocetos, cetáceos que existieron hace millones de años y por lo tanto,
fósiles. Los cetáceos sobrevivientes son los mistacocetos que se caracterizan
por excrecencias en la boca llamadas barbas y los odontocetos que tienen
dientes, entre los que figuran los cachalotes, ballenas, marposas y delfines.
No obstante su respiración pulmonar, el
delfín puede permanecer largo rato bajo el agua. Para respirar sube a la
superficie a intérvalos de cinco minutos, sacando la cabeza y parte del lomo.
Habita en casi todos los mares y se arriesga a remontar grandes ríos como el
Amazonas, el Plata y el Orinoco. Destaca por la gracia y vistosidad de sus
movimientos y fundamentalmente por el amor que profesan a sus hijuelos, hasta
el extremo de sacrificarse por ellos en caso de peligro.
Alcanza una longitud media de dos
metros y tiene cabeza pequeña en relación con el cuerpo fusiforme. El hocico
termina en punta, como el pico de un pájaro, pero con muchísimos dientes. Las
aletas son altas y delgadas, y la piel brillante y lustrosa, de un tinte pardo
o negro verdoso en el lomo y blanco en la parte inferior.
Se cree que los delfines datan del
período mioceno de la era terciaria, hace más o menos unos 30 millones de años.
Dada su anatomía, pues necesita del aire de la atmósfera para vivir, eran
animales terrestres que invadieron el mar y se adaptaron al mismo.
En las aguas marinas venezolanas han
sido reportados 16 especies de delfines, agrupados en tres géneros: Stenella,
Tursiops, y Delphinu, entre otros de hábitos estuarinos. De agua dulce, una
sola especie: la Sotalia Fluviatis.
No obstante las leyendas mitológicas y
temores supersticiosos que tienden a preservarlo, este cetáceo se halla en
peligro de extinción debido a los métodos utilizados para la pesca del atún,
apetecido pez marino al que en edad temprana se asocia cuando se desplaza por
los mares.
En
peligro de extinción
Ciertamente, el delfín marino se halla
en peligro de extinción, corriendo la suerte del atún afanosamente buscado y
comercializado para el consumo poblacional. Porque el atún tiene la ventaja de
un desove en cantidades tan fabulosas que aseguran indefinidamente su
permanencia frente a una pesca cada vez más intensa; pero, el noble delfín, por
su misma condición de mamífero, apenas si puede tener uno y hasta dos hijuelos.
La muerte del delfín se produce
culposamente, es decir, sin intención,
cuando a temprana edad se desplaza por encima del cardume de atún. Es su
costumbre. En las áreas marinas donde los pescadores otean delfines jóvenes,
casi seguro que hay atún. De suerte que el joven delfín viene siendo una forma
de señuelo para atraer atuneros lo mismo que el pájaro campanero para el
minero, sólo que el pájaro campanero canta y se va, mientras el inocente delfín
cae en las propias redes del atunero.
De acuerdo con estudios de la Fundación
para el Desarrollo de las Ciencias Físicas, Matemáticas, y Naturales, en 1986
la flota atunera conformada por barcos de los Estados Unidos, México y
Venezuela, ocasionó en el Pacífico la muerte accidental de 129 mil delfines.
Situación que dio lugar a la medida de embargo (abril de 1991), impuesta por la
Corte Federal de los Estados Unidos y la cual afectó directamente a los
atuneros venezolanos y consecuencialmente a la industria de enlatados.
Venezuela, tratando de librarse de los
efectos del embargo, utilizó a Panamá como puente para hacer llegar su producto
al mercado norteamericano, pero pronto fue descubierta acarriando con ello,
igual sanción de embargo contra el país itsmeño. De manera que a Venezuela no
le ha quedado más alternativa que adoptar medidas preventivas a través de la
aplicación de nuevas tecnologías en la pesca del atún que evitan el sacrificio
de sus señuelos los delfines.
Los
delfines del Orinoco
Afortunadamente las toninas o delfines
del Orinoco han estado a salvo de los atuneros, por razones obvias. En el Río
Padre, mejor que el atún, predominan la sapoara, el morocoto, el lau-lau y la
curbinata. Además, la pesca todavía es muy artesanal y poco puede contra
mamíferos tan gigantes como el manatí que se alimenta de hierba y la tonina, de
peces muy pequeños.
Las toninas del Orinoco poco han sido
investigadas. Creemos el primero que se interesó por ellas fue, como casi
siempre ha ocurrido en nuestro país, un extranjero. En este caso, el científico
de la Universidad de Amsterdam, profesor Peter Van Bree, quien a mediados de
los años setenta, estuvo en Guayana estudiando las características de la tonina
a objeto de determinar si constituía una nueva especie o una subespecie para lo
cual era necesario el exámen toxonómico.
La tonina del Orinoco tiene al parecer
parientes en China donde existe una especie de delfín de agua dulce, dos
especies muy parecidas en la India, una especie en la desembocadura del río de
La Plata (Argentina) y la que habita la cuenca del Río Amazonas que la ciencia
cobija junto con la del Orinoco con el nombre de Inia Geoffrensis.
Una diferencia importante entre la
tonina del Orinoco y el delfín de mar estriba en que el delfín marino no puede
girar su cabeza; en cambio, la tonina puede hacerlo en un ángulo de 90 grados.
Hay otra y es la forma en que están dispuestas las hileras de sus dientes y
también por unas cerdas, posiblemente táctiles, para detectar en aguas turbias
las presas de que se alimentan.
Las zonas del Orinoco donde abundan las
toninas han sido ubicadas en San Fernando de Apure, San Juan de Manapiare, Río
Negro, Mavaca, y en el Infierno, un canal pedregoso del Orinoco, donde por lo
reducido se dificulta la navegación de embarcaciones de regular calado. Ahora
que se explota la bauxita de Los Pijiguaos en jurisdicción de La Urbana, está
más abierto.
La CVG y el Instituto de
Canalizaciones, a través de la empresa ASCA, dinamitaron varias rocas del
Infierno a objeto de facilitar la navegación de las gabarras, para lo cual hubo
que pedir asesoramiento de la Sociedad Venezolana de Ciencias Naturales, dado
que la voladura de rocas en el lugar podía implicar daños al medio ambiente o
directamente a las toninas.
La recomendación fue volar las rocas
con cargas pequeñas de dinamita y proteger el área con un tren de pesquería de
uno dos kilómetros una vez desubicadas las toninas de la zona de peligro.
Desubicar las toninas de la zona era el
problema, pero al fin encontraron la forma en atención a que estos delfines
están catalogados como los más inteligentes de la fauna acuática.
Durante varios días los científicos de
la Sociedad de Ciencias, auxiliados por personal de CVG y pescadores de Mapire,
se dieron a la tarea de cebar con sardinas a las toninas atrayéndolas a un
lugar seguro, al tiempo que iban estimulando en ellas un reflejo condicionado
mediante pitos y silbidos a la hora del alimento. Así pudieron salvarlas de las
explosiones con las cuales los expertos de Cavin fueron peinando la parte
superior de las rocas que afloraban a la superficie. Se estima que más de un
centenar de toninas escaparon de la muerte, suerte que los ambientalistas del
planeta están deseando para los parientes de las toninas que habitan los mares
y que a edad temprana se hallan expuestos a la voracidad de los depredadores
atuneros.
No hay comentarios:
Publicar un comentario