Morequito,
Arauco, Quirauera y Taricura figuran entre los líderes o caciques que enfrentaron cruentamente a los hispanos
para evitar que se asentaran en las vastas y ricas tierras de Guayana
En la historia de la humanidad el más
fuerte se ha sentido siempre inclinado a someter al débil hasta el punto de
pretender hacerlo esclavo.
Cuando los hispanos se encontraron con
el Continente Americano, contactaron dentro del estadio de su civilización, la
inferioridad de las armas y de otros recursos ofensivos y defensivos de
aquellos habitantes amerindios. Esto los regocijó y en virtud de su evidente
superioridad, trataron de someterlos y de servirse de ellos para fines de
conquista.
Los amerindios asimismo contactaron la
inferioridad de sus armas, aunque no tan inferiores, pues también mataban como
los mosquetes, las lanzas y los arcabuces. El
problema de la inferioridad lo discernía la experiencia, el conocimiento
del visitante y algo muy importante, estaba disciplinado para el ataque desde
una condición virtualmente de inmune al contraataque que le ofrecía el escudo y
la calidad del uniforme. Al lado de su flecha envenenada, al amerindio sólo le
quedaba su inteligencia que no era inferior a la del visitante así como su
intuición y dominio del medio. De manera que en los estados de conflictos,
trataron y muchas veces lo consiguieron con creces, de igualarse o superar al
enemigo.
Los conflictos surgieron cuando el
hispano, prevalido de la técnica y superioridad de sus armas, trató de someter
al indio, de quitarle sus tierras y de arrebatarle el oro. Pero tales
conflictos no podía dirimirlos el indio con la sola posibilidad de su flecha,
de manera que debió emplear la astucia, el engaño y la trampa.
De suerte que resultó empresa
ardorosamente difícil para el hispano conquistar las tierras del indio
americano. Para lograrlo cayó en prácticas rayanas en el genocidio; pero sin
duda, que también miles de peninsulares sucumbieron bajo la espesa virginidad
de la selva. Sucumbieron atrapados en parajes que parecían encantados, en duros
enfrentamientos, emboscadas, ataques sorpresivos, hasta que al final se impuso
el más fuerte.
La conquista de Guayana costó algo de
eso. Aquí en esta tierra del agua y la clorofila, de tepuyes y parajes
edénicos, del oro y de la fuerza telúrica desparramada en ríos, cascadas y
raudales, se registraron sucesos de este corte, ineludibles en el relato
histórico de los primeros tiempos.
Cacique, sustantivo taino, fue el
nombre que le pusieron los conquistadores a los líderes de aquellos lejanos
sucesos que le hicieron la tarea casi imposible. Líderes como Morequito,
Aruaco, Quita-uera y Tari-Cura, que condujeron sus huestes para vindicar en
cualquiera de los recién llegados, la tragedia de sentirse humillados,
despojados y ofendidos.
Morequito
Morequito era el cacique de los
guayanos diseminados en toda la región de la confluencia del Orinoco con el
Caroní.
En 1591, cuando Antonio de Berrío
descendió con su Expedición desde el Meta, Morequito vivía a dos leguas más abajo
de la confluencia de ambos ríos. Desde allí partían hasta unas 10 leguas adentro
las “Tierras de Morequito” que a los hispanos les parecieron buenas para echar
las bases de la conquista. Entonces quisieron comenzar con la construcción de
un Fuerte, pero hubo decidida resistencia. Morequito fue preso y conducido
primero a la Isla de Margarita y luego a Trinidad.
En el curso de su aislamiento fue
tratado de forma tal que pudiera al final amoldarse a los planes de la
conquista. Aparentemente Morequito accedió hasta el punto de dejarse bautizar y
cristianizar con el nombre de Antonio. Recibió el titulo de Don y listo para
convencer a su gente. Antonio de Berrío decidió en abril de 1593 tomar posesión
de lo que él denominó Provincias de Guayana y el Dorado. Al efecto, envió para
tal fin al Maestre de Campo Domingo de Vera Irbagoyen acompañado del cacique,
el Registrador, un misionero, capitanes y soldados.
El 23 de ese mes y año en las tierras
de Morequito, el Registrador del ejército, Rodrigo de Caranca, levantó el Acta
de posesión y dejó constancia de la presencia del “Cacique o Principal Don Antho.,
por otro nombre Morequito, cuya era la tierra que consintió en ceder para esta
posesión, de la cual se alegró y prestó obediencia a nuestro Señor Rey, y en su
nombre al dicho Gobernador Antho. De Berrío.”
A partir de entonces Morequito quedó
libre, pero interiormente resentido porque todo a cuanto aparentemente accedió
ocurrió obligado por la fuerza, pero necesitaba
libertad como al final la consiguió para vindicar de alguna forma la
usurpación de sus derechos naturales.
Walter Raleigh, en su libro “El Descubrimiento del grande, rico y bello
imperio de Guayana” califica a Morequito como “uno de los más poderosos Reyes o Señores de las fronteras de Guayana”.
Llegó a ser amigo de Francisco de Vides, Gobernador y Capitán General de la
provincia de Nueva Andalucía (1592-1598), a quien en cierta ocasión visitó en
Cumaná para canjearle oro por instrumentos de trabajos. El oro le abrió los
ojos y la ambición al Gobernador de Nueva Andalucía hasta el punto de enviar
hacia Guayana a través del Unare una Expedición encabezada por Gerónimo de Campos
en busca del Dorado, pero nunca pasaron de los Llanos. Hacerlo a través del
Orinoco habría significado una violación de la Capitulación a favor de Berrío,
de todas maneras, mientras aseguraba jurisdicción sobre la Isla de Trinidad,
pactó con Morequito para que resistiera y entorpeciera la entrada de Berrío a
sus dominios.
Cuenta Raleigh que Berrío envió a un
fraile acompañado de ocho soldados para penetrar los dominios de Morequito y
tratar de dar con la pista hacia Manoa, la presunta ciudad de un Inca.
Nunca llegaron, pero encontraron oro en
el trayecto y al regreso los nueve españoles fueron esperados por indios de
Morequito que les dieron muerte, menos a uno que pudo escapar y darle la mala
nueva a su Gobernador.
Indignado, Berrío mandó todas las fuerzas
de que pudo disponer para vengarse de Morequito y de su gente, pero este escapó
a través del Orinoco y buscó la protección del gobernador de Cumaná. Berrío
mandó por él en nombre del rey, pues había hecho asesinar a un sacerdote, a lo
que no pudo negarse Vides. Morequito fue aprehendido en la casa de Lucas
Fajardo, hombre de confianza del Gobernador Vides y fundador de Clarines (7 de
abril de 1594).
Morequito fue entregado al maestre de campo Domingo de
Veras Irbagoyen, quien lo condujo a Guayana donde fue condenado a muerte y
colgados todos cuantos los de sus numerosas tribus lo secundaron. La parentela
de Morequito fue tomada prisionera, entre ella su tío Topiawari, quien contó a
Walter Raleigh muchos aspectos de este relato, en 1595, cuando el cortesano
inglés realizó su primera incursión en Guayana. Entonces se llevó consigo a
Londres a un hijo del tío de Morequito.
La venganza india
La
ejecución de Morequito y de su gente nunca fue perdonada, pero sabían los
guayanos que nunca podrían cobrarla enfrentando sus flechas y macanas contra
los mosquetes, espadas y cañones pedreros. Se resignaron a una obediencia de
conveniencia, pero pendientes siempre de cualquier oportunidad para la
vindicta. Muy temprano les llegó. En 1596, Antonio de Berrío envió una
expedición de 300 hombres en busca del Dorado y muy cerca de los cerros del
Totumo fueron súbitamente atacados por dos mil indios al mando del Cacique
Aruaco que le venían siguiendo los pasos. Apenas se salvaron 30 hispanos, entre ellos cuatro
religiosos, que todos hambrientos y enfermos llegaron a Santo Tomas de la
Guayana, el 5 de agosto, día de Nuestra Señora de las Nieves, virgen romana a
la cual elevaron preces y lo proclamaron patrona al lado del legítimo Santo
Tomás. Ha sido señalada ésta como la matanza de hispanos más grande de la
conquista.
Este Cacique Arauco era acaso el mismo
o hijo del que en 1534 se enfrentó en Caruao a los soldados del capitán Alonso
de Herrera, quien después de Diego de Ordaz acometió la segunda expedición de
exploración del Orinoco hasta el Meta. En esa ocasión muchos de los indios
derrotados fueron capturados y vendidos como esclavos en Cubagua. Pero en las
márgenes del Meta el capitán de la expedición pagaría con la vida su temeridad
al ser cinco veces flechado por los indios de la región.
Los Caribes
Si bien los valerosos y temibles
Caribes vivían en guerra contra tribus del Orinoco como los Cabres del
legendario Tep que pudo humillarlos una vez aunque se durmió en sus laureles,
fueron desde el primer momento renuentes a los asentamientos españoles en
Guayana y muchas veces hasta se unieron a los soldados holandeses del Esequibo
en empresas corsarias.
Caciques caribes de fama terrible
fueron Quira-uera, Tari-cura, Tupaca-uera y Toconay. La primera sublevación de
importancia de los caribes se registró el 7 de octubre de 1648. Al mando del
cacique Quira-uera arremetieron contra las fundaciones de los misioneros
jesuitas en las regiones de los raudales de Atures. Entonces incendiaron los
poblados y dieron muerte a los misioneros Ignacio Fiol, Beck y Teobast.
El 7 de febrero de 1693 fue la segunda
sublevación al mando del propio Quira-uera contra las mismas fundaciones que
habían sido reconstruidas por los misioneros Alonso de Neir, José Cobarte, José
Silva y Vicente Loberzo. Este último pereció en la refriega al igual que el
Capitán Tiburcio Medina, quien comandaba con doce soldados el Fuerte de
Carichana. También perdieron la vida dos hijos del capitán.
La tercera sublevación caribe se
registró en 1729 comandada por el Cacique Tari-cura y sus jefes inmediatos
Tucapa-uera y Toconay, la cual terminó en 1730 con la muerte en el Delta del
Orinoco del obispo de nacionalidad francesa Nicolás Labrid, el Subdiácono Pedro
Labranier y el Talarista Luis Lagrande.
En los archivos de la Diócesis de
Guayana hay constancia de que los restos del prelado y sus acompañantes fueron
enterrados por Fray Dionisio de Barcelona, en la Iglesia de Santo Tomás de
Guayana el 25 de febrero de 1731. Sin embargo, hay otra versión histórica según
la cual el prelado fue asistido después de muerto por Fray Benito de Molla,
quien lo hizo sepultar en San José de Oruña y tomó su piedra de Ara para
colocarla en el altar mayor de la Iglesia de San Antonio del Caroní.
Gracias por su blog, Américo, Dios lo bendiga. Soy nieta de Rafael Antonio Rojas, natural de Guasipati, venido al Zulia, con su hermano Ernesto (El Callao), su hermana Amelia (El Palmar) y su cuñado Pedro Hernández (primero en llevar un carro Plymouth al Callao) por los años 1930. Saludos, Vivo en Cabimas
ResponderEliminar