jueves, 6 de julio de 2017

Los monstruos del Orinoco

         La Piedra del Medio, llamada “Orinocómetro” en razón de que por ella se guían los ribereños para medir el nivel del río padre, también al parecer tiene monstruos como Escila y Caribdis de las famosas Rocas Erráticas que estremecieron las naves de Ulises mientras navegaba de regreso a su lejana y amada Itaca.


          El nombre de “Orinocómetro” se le ha venido atribuyendo a Humboldt desde hace algún tiempo y hemos comprobado que la denominación es de la Memoria Estadística de Venezuela de 1873 que dice: “En el medio del río hay un Orinocómetro natural que llaman la Piedra del Medio, y sirve para medir el agua que pasa delante de Angostura. Le hemos dado este nombre por imitación de los “Nilómetros” (instrumento para medir la creciente del río Nilo en Egipto). Si en la menguante del Orinoco tomamos 60 pies por término medio de su profundidad, 2 pies por su velocidad en cada segundo y 2.000 por su anchura, resultaría que pasan por delante de Angostura 240.000 pies de agua por segundo, volumen igual al que lleva el Ganges en su creciente”.

         Pues bien, en ese lugar según la leyenda, había monstruos escondidos en sus entrañas que emergían muy ocasionalmente y el hecho solía revivirse hasta hace poco en alarde de especulación periodística, especialmente cuando alguna emisora se veía comprometida con el survey y su director obligado a sacarla a flote con ese recurso.
         Lo cierto es que por donde se dice que aparecía el monstruo o los monstruos de la Piedra del Medio absorbiendo como tromba todo cuanto por allí se acercaba, han desaparecido curiaras, nadadores, pescadores y hasta una chalana llamada “La Múcura” cargada de vehículos se hundió allí el 27 de febrero de 1952 y esto, por supuesto, ha servido de alimento a la imaginación popular tan sensible a las homéricas fantasías de la Odisea.
         Atraído por la leyenda, años atrás, llegó hasta aquí, un barco del Instituto Oceánico de la UDO a detectar con sus ondas ultrasónicas lo que de verdad pudiera existir por los alrededores de la Piedra y localizó una depresión en forma de embudo que alcanza la increíble profundidad de 150 metros bajo el nivel del mar y, aguas arriba, justo bajo el tablero del Puente Angostura, halló otra fosa con profundidad de 60 metros.
         En estas dos fosas donde se arremolinan las aguas del Orinoco pudiera estar la clave de los monstruos o fantasmas de Escila y Caribdis que atormentan y se tragan a los desprevenidos.

El dragón de Atures


Quien haya estudiado un poco de geografía difícilmente ignore la existencia de Atures, un raudal inmenso que agiganta su fuerza con la resistencia de las rocas a su paso.
La zona abrupta y pedregosa de Atures atravesada en el río como un dique, consigue aumentar la fuerza del Orinoco en forma tal que el resultado es una explosión de violencia que achica y enmudece al más valiente.
Mapara o Adules le dicen los indios maypure y los misioneros lo configuraban con el mitológico y terrible Dragón, protagonista de numerosas leyendas y películas en la que siempre resulta vencido, especialmente si quien suele enfrentarlo ostenta los poderes milagrosos de San Jorge, San Miguel y Santa Marta.
Los expedicionarios que desde la época de la Conquista se afanaron en buscar las fuentes u origen del Río Padre, se encogían de temor ante ese innavegable obstáculo de los Raudales de Atures y Maipure. José Solano, comisionado de límites, remontando el Orinoco en 1756, casi es convencido por los sacerdotes jesuitas para que desistiese de la temeridad de pasar los raudales. Pero el expedicionario fingió un día ir a pescar y sin que misioneros e indígenas se percataran, realizó la proeza de atravesar los raudales y dicen las crónicas de la época  que el Padre Superior de los jesuitas, al conocer la noticia, dijo a Solano: “Me alegro que haya Ud. sujetado al Dragón mientras estaba dormido, que al despertar con las crecientes ha de bramar por hallarse burlado”.

El Socio de los Palanqueros


         Los palanqueros del Orinoco, palanqueros cuando no había los motores fuera de borda, tenían un Socio al cual solían encomendarse contra los peligros y seres fantasmagóricos del río.
         Al socio también lo identificaban como el “viejito” y cuando se le oía hablar de él, inmediatamente los desprevenidos lo imaginaban de carne y hueso, pero a la largas se daban cuenta que el bendito socio o viejito era un ente mágico religioso o simplemente teologal.
         El Socio viene siendo Dios y en algunos casos uno de esos espíritus andantes que se encarnan transitoriamente en los medium.
         El guayanés, especialmente el guayanés de río, del llano y de la selva, no quiere sentirse solo ante la avasallante inmensidad del río y de la selva e inventa ese “socio” para sentirse seguro.
         La figura del socio la capta el novelista Rómulo Gallegos a su paso por aquí y la sumerge en “Doña Bárbara”. La devoradora de hombres tiene un socio que es el Nazareno de Achaguas, pero como nunca lo identifica por su nombre verdadero, la gente del llano, sobremanera Pajarote, conjetura que es el diablo.
         Así como en Canaima Gallegos recoge la leyenda de la Piedra de Santa María y de la Sapoara que le atribuye mágicos encantos para atrapar forasteros, también en Doña Bárbara expresa la creencia mágica del socio o viejito sin cuya compañía los navegantes no se lanzan a la aventura del río: “Dejemos al viejito”, dicen los palanqueros, río adentro, y preocupados regresan por él al punto de partida. Zarpan de nuevo y pregunta el patrón: “¿Con quién vamos?” y responden desde la proa: “Con Dios... y María Santísima”.

Lobos de río y mar


         También los navegantes del mar se resisten a salir sin su mágico compañero y cuando pasó por aquí el peñero margariteño “Niculina” navegando el Orinoco y Río Negro con destino al Amazonas y Río de la Plata en Argentina, conducido por el marino Antonio Coello Fernández, lo percibimos.
         La diminuta isla de Coche, poblada desde 1527 por el hispano Juan López de Archuleta, ha tenido dos marinos que han dejado su marca en la navegación por el Orinoco: Carlos del Pino, a quien Humboldt embarcó en las costas de Coche para que lo acompañara en su expedición científica por Orinoco y Río Negro y Antonio Coello Fernández, patrón del “Niculina” a bordo del cual Constantino Georguescu Pipera y el camarógrafo Mark Mikolas, expedicionaron a través del Orinoco, Río Negro y Amazonas hasta llegar a Río de la Plata, ida y vuelta, para demostrar la navegabilidad por los países del Hinterland (Argentina, Paraguay, Bolivia, Brasil, Ecuador, Colombia, Perú y Venezuela).
         Carlos del Pino murió a causa de la malaria en Angostura, al regreso de la expedición humboldtiana de 16 meses, mientras que el primo Antonio Coello Fernández, continúa navegando entre Coche y Porlamar contando a cada amigo y paisano su proeza de mar y río que le ha valido un lugarcito en la historia de la ansiada navegación por los países del Orinoco, Amazonas y el Plata.
         Pero el marino Antonio Coello Fernández, acaso por ir siempre acompañado de su socio, jamás ha visto ni sentido los seres extraños que la leyenda dice pueblan ciertos parajes del Orinoco. Los únicos seres que vio y que le parecían extraños en un río fueron las bondadosas e inofensivas toninas, que también tienen leyendas como aquella según la cual salvan a los náufragos pero se molestan y desisten cuando accidentalmente le rozan las mamas.
        

El creador del Orinoco


         Cuando Amalivac, dios de los Tamanacos y creador del Orinoco, quiso después del Diluvio dejar testimonio de su paso por las tierras del Río Padre, lo hizo junto con su hermano Vocci y un pintoresco cortejo de toninas.
         Las toninas que habitan todos los mares, suelen remontar los ríos caudalosos como el Orinoco, por ello, según la leyenda aborigen, no es extraño que sirvieran de cortejo a tan interesante como mitológico personaje.
         Cuenta la leyenda que Amalivac hizo un recorrido por la Encaramada, Capuchino, Cerro del Tirano, Paso de Cedeño, el Caura, Casiquiare, Esequibo, Río Blanco y otros lugares donde los pronunciamientos rocosos son impresionantes monumentos naturales y en ellos el dios de los indígenas grabó signos muy visibles para dejar constancia de su presencia.
         Los indios cuando navegan en sus curiaras y pasan por estos petroglifos, se confunden todo, creen que tales litoglifos tienen que ver con maleficios y seres extraños que habitan en las profundidades del río y debajo de esas rocas. De manera que para protegerse y librarse de ellos, se aplican ají en los ojos, pues creen que sólo pueden verlos quienes no son ignorantes de sus misterios. La leyenda denota semejanza con la grecolatina de las Sirenas que hechizaban de tal modo con su canto que los navegantes absortos terminaban estrellados contra las rocas.
         Amalivac, a quien los indios Tamanaco estaban sumamente agradecidos por la creación del Orinoco que les facilitaba la comunicación entre un lugar y otro de sus naciones, se quejaban, sin embargo, del curso de las corrientes y de algunos seres extraños que atormentaban al gran río. De suerte que después de un tiempo largo al cabo del cual regresó  Amalivac, acordaron proponerle a su dios que su obra, la del Orinoco, fuera más completa. Le propusieron que lo librara de los seres maléficos que parecían esconderse bajo sus aguas junto con la fauna prodigiosa que les servía de alimento y que en vez de una corriente de agua descendente concibiera otra a la inversa con la misma fuerza para que los remadores no se agotaran en sus largas y penosas travesías. Amalivac, no muy convencido de la propuesta, consultó con su hermano Vocci y tras larga reflexión convino con los aborígenes que mejor sería que pusieran a prueba sus habilidades aprovechando la dirección de los vientos y los aborígenes se la ingeniaron e inventaron la navegación a vela. En cuanto a los seres terribles del río como los saurios que los asediaban para devorarlos, igualmente les aconsejó habilidad e ingenio. Así inventaron la lanza que sólo era penetrable por las fauces o por la fosa axilar del reptil. Hoy prácticamente no hay saurios en el río y ya muy poco ahora se habla de monstruos y dragones que tragan botes, chalanas y devoran a desprevenidos ribereños, bañistas y pescadores.



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