viernes, 14 de julio de 2017

Soledad

         Soledad, pueblo anzoatiguense a la margen izquierda del Orinoco, nació poco después que Angostura. Nació cuando Manuel Centurión, Gobernador de la Provincia de Guayana (1766-1776) levanto allí el Fortín San Rafael, vis a vis con el San Gabriel.


         Si hay que atribuirle un fundador a Soledad, capital de Independencia, distrito o municipio autónomo de Anzoátegui, ese sería el cofundador de Angostura, pues hasta 1776, el sitio donde hoy mora, estaba inhabitado totalmente. Ni siquiera misión fraileña había. La misión más cercana era la de Mamo (1735), 60 kilómetros hacia el naciente. Precisamente, 50 indios de Mamo estaban entre los 160 que trabajaron como jornaleros en la fundación de Angostura. También en Caris, en sitio noroccidental hubo una Misión que terminó de extinguirse en 1908 con su último habitante, la matrona Visitación de Albino, quien falleció a la edad de 105 años.
         La primera edificación de Soledad, vis a vis con el Fuerte San Gabriel en Angostura, fue la del Fortín San Rafael y en torno a ese fortín surgieron las primeras viviendas a partir de 1776. Más que viviendas eran chozas aisladas. Las verdaderas fundaciones estaban en la Villa de El Pao y en el Hato de José Francisco Hernández. Lo que era Soledad, Carapa y La Piñita estaban bajo la jurisdicción de la Villa del Pao, provincia de Nueva Barcelona, gobernada desde Cumaná (Nueva Andalucía), que al igual que Guayana, era Gobernación subdelegada de la Intendencia General de Caracas.
         Soledad, Carapa y La Piñita eran tierras baldías, pastizales de ganado realengo que en 1786 pasaron a propiedad de Marcos Hernández por venta protocolizada en Cumaná. Luego de su muerte las heredaron sus hijas, quienes a través de Ana Josefa Hernández, la vendieron en 1828 a la angostureña Clemencia Afanador de Núñez, esposa de José Gabriel Núñez. Cuando Humboldt y Bonpland se detuvieron allí en 1800 aún lo visible en el sitio era el Fortín, donde pernoctaron.
         Rafael Gómez Picón, minucioso investigador colombiano, autor del libro “Orinoco, río de libertad” dice que Soledad fue fundada “en donde estuvo la batería San Rafael, más que todo en obedecimiento a un criterio regionalista por parte de la provincia de Cumaná (lo que es hoy Anzoátegui, Monagas y Sucre, formaban la provincia de Cumaná o Nueva Andalucía). Se pretextaba controlar de este modo la exportación de sus productos a un cuando en el fondo no era sino la preocupación del auge de Guayana, aversión en la que participaba ostensiblemente el comercio de Caracas. Angostura era símbolo de aquel progreso y frente a ella habría que levantarse Soledad. Así podrían exportar sus productos sobre su propio terreno, entre ellos carne seca y mulos, sin necesidad de estar cruzando el Orinoco”.
         En efecto, Alejandro de Humboldt, deja ver esta situación en su obra “Viaje a las regiones equinocciales” cuando escribe (1800) que “La orilla izquierda del Orinoco y todas  las bocas de este río, a excepción de la gran Boca de Navíos, pertenecen a la provincia de Cumaná. Esta circunstancia ha hecho nacer desde mucho tiempo el proyecto de fundar otra ciudad frente a Angostura (en donde se halla hoy la batería San Rafael) para exportar, sobre el territorio mismo de la provincia de Cumaná, y sin atravesar el Orinoco, mulos y carne seca de los Llanos. Los pequeños celos que siempre existen entre gobiernos limítrofes, sirvieron para favorecer este proyecto; pero en el estado actual de la civilización hay que desear que se aplace el proyecto por largo tiempo todavía ¿Para que alzar sobre las orillas del Orinoco dos ciudades rivales, que estarían una de otra apenas a unas 400 toesas de distancia”?.
         Humboldt, quien junto con Bonpland pernoctó en el Fortín San Rafael la noche del 10 de julio de 1800, antes de proseguir su viaje en mulos hasta Barcelona atravesando el llano, no identifica el punto como Soledad. Sin embargo, en las tierras acusadas y rematadas en 1785 aparecen claramente los nombres de Nuestra Señora de la Soledad, Carapa y La Piñita. Asimismo en las “Noticias históricas sobre la iglesia parroquial de Barcelona” de Fernando de Bastardo (1773-1808).
         Se desconoce el por qué del nombre. Seguramente tiene su respuesta obvia en lo aislado del punto. De todas maneras, este nombre no es único. Soledad se llama también una de las islas de Las Malvinas (Argentina), una montaña mexicana localizada en Chiguagua y una ciudad colombiana en la costa del Atlántico.
         En los intentos por la Toma de Angostura, ya por los patriotas en 1812 como por los Azules monaguistas en 1872 y las fuerzas de Juan Vicente Gómez en 1903, Soledad jugó papel importante desde el punto de vista de la ofensiva militar. Allí estuvieron centradas todas las operaciones.
         A partir de julio de 1817 que el Libertador estableció la jefatura suprema en Angostura, Soledad pasó a tener un comandante político y militar que a la sazón fue el Teniente coronel Francisco Javier Suárez de Añez, quien le dio un buen impulso al pueblo hasta el punto de que en las efemérides patrias se realizaban fiestas de tres días con juego de toros, máscaras y representaciones teatrales, según hemos leído en el Correo del Orinoco.
         Las corridas de toros como las carreras de  caballos siempre estuvieron presentes en los días festivos de Soledad hasta que el caballo y el toro se conjugaron en la tradición contemporánea del coleo. Los días 6 y 7 de octubre de 1913, por ejemplo, hubo en Soledad carreras de caballos. En esa ocasión compitieron “Águila Negra”, de Jesús Silva; “Mono Bravo” de Celestino Simonovis; “Buenas Tardes”, de Miguel Sánchez y “Cuando el toro”, de Antonio Lanza.
         Al año siguiente (segundo domingo de enero) hubo corrida taurina. Una nota de prensa de la época dice así: “El próximo domingo se verificará una magnifica corrida de toros en la vecina población de Soledad. El valiente Valencina estoqueará un toro y ejecutará todas las suertes del toro clásico. La función estará dedicada a varias familias de Soledad”.
         Tras la separación de Venezuela de la Gran Colombia, Soledad era un Cantón con jurisdicción sobre las parroquias de Carapa, Mamo, Merecural, Caris, Santa Bárbara y Tabaro dentro del contexto territorial de la Provincia de Barcelona, pero con atención eclesiástica desde Angostura. El cantón tenía cura fijo y una humilde capilla de bahareque donde cumplía los oficios religiosos el Pbro. Fray Vicente Luzardo, quien falleció el 2 de noviembre de 1836.
         Esta humilde capilla fue sustituida en 1882 por la Iglesia actual, levantada bajo la administración episcopal (1857-1884) del sexto Obispo de la Diócesis de Guayana, José María Arroyo y Niño, según consta en los archivos de la curia bolivarense indagados por el Pbro. J.M. Guevara Carrera.
         Lo que inauguró el prelado Arroyo y Niño fue prácticamente el cascarón del templo, pues el Altar Mayor de la nave principal no estuvo listo sino el 8 de julio de 1896 cuando lo inauguró y bendijo el Pbro. Adrián María Gómez, Canónigo Lectoral de la Catedral de Ciudad Bolívar. Entonces la parroquia de Soledad estaba a cargo de los padres Agustinos.
         La patrona actual del municipio, Nuestra Señora de la Soledad, fue entronizada el 15 de agosto de 1912 en ceremonia oficiada por el obispo de la Diócesis de Guayana, Antonio María Durán y apadrinada por el Presidente del Estado Bolívar, Dr. Luis Godoy.
         Desde el siglo pasado hasta 1900 que se instaló el cable subfluvial, Soledad fue el punto de contacto para Ciudad Bolívar poder comunicarse telegráficamente con el resto del país.
         A partir de 1913 cuando el automotor fue introducido en Guayana desde Caracas, Soledad, como cabeza de puente, comenzó a experimentar cierto interés. Todo era sabana desde Barcelona hasta la ribera del Orinoco y las ruedas de los primeros vehículos trazaron con lógica muy práctica lo que sería finalmente una vía de comunicación terrestre importante con el litoral y centro de la República.
         Los vehículos, carga y pasajeros, llegaban a Soledad y de allí trasbordados a través de barcazas hasta el puerto de Ciudad Bolívar. El 20 de julio de 1915, Soledad se puso en el primer automóvil, un Ford importado por los señores Bermúdez Hermanos y Francisco Palermo, con el cual querían evitarle las molestias y dificultades que sufrían los bañistas que de la propia Soledad y Ciudad Bolívar se dirigían a los Chorros del río La Peña y La Romana. A estos últimos se les atribuía cierta termalidad medicinal aprovechada por enfermos a quienes la ciencia de Yaguarín no podía devolverles la salud. Yaguarín era brujo famoso que vivía en la Canoa y todo lo curaba prescribiendo alcornoque mezclado con raíces de arestín.
         Pero el desarrollo urbanístico propiamente dicho de Soledad no se da sino a partir de los años treinta, cuando  a su importancia socio-económica como cabeza de puente de Ciudad Bolívar, se suma la influencia de la explotación petrolera de El Tigre por parte de la concesionaria Venezuela Gulf. Al frente de Soledad se hallaba en 1934 como primera autoridad civil el coronel Félix M. Figueroa quien acometió la ejecución del Paseo Guzmán Blanco y de las calles Alí Gómez, Maracay y Anzoátegui.
         Las barcazas de madera que hacían el trasbordo de vehículos, carga y pasajeros entre Soledad y Ciudad Bolívar, fueron suplantadas a partir de los años cuarenta por chalanas de hierro en cuya fabricación in situ tuvieron directamente que ver el comerciante libanés Jorge Inaty, el náutico y soldador Del Valle Lugo y el armador francés Alberto Minet. Paralelamente a este servicio se desarrolló otro de lanchas de pasajeros que aún se mantiene no obstante la construcción del Puente Angostura sobre el río Orinoco puesto en servicio el 6 de enero de 1967.
         Soledad, siempre a la orilla y obediente a los caprichos del río, no ha sido como Ciudad Bolívar, tan afectada por las periódicas crecidas del Orinoco. La cota en ese frente está mucho más elevada, de allí que antes de la capital angostureña amurallarse, muchos citadinos ribereños buscaban refugiarse allá en tiempos de crecida.
         No obstante la denotación de su nombre, podríamos decir que ya Soledad no está tan aislada. El puente de acero que cuelga sobre dos torres, entre Punta Chacón y Playa Blanca, la ha consustanciado más con la capital bolivarense y palpita con ella al ritmo de su crecimiento demográfico y hasta de su propia historia.
         Antes  de erigirse el fortín San Rafael con un cañón sobre la piedra más alta, pasó por suelo soledadense muy abajo el fraile Andrés López, rumbo, como Cristo, al sacrificio porque los indios de Mamo debían cobrar en él la pena de sentirse tristes. Y pasaron también muchas caravanas imanadas por la codicia de El Dorado.  Y pasó Solano, el expedicionario de límites, y dejó aquí sembrados un hito y una piedra tan grande como “La Encaramada”, vis a vis, con la otra parte del río, donde habría de nacer como pequeño burgo medieval la Nueva Santo Tomás de la Guayana, la que después se llamó Angostura y finalmente como el héroe de mil batallas.
         Y Solano se fue y vino la Orden del Rey y vino Guido y vino Joaquín Moreno de Mendoza y vino Manuel Centurión y surgió la ciudad que se ennobleció sobre la roca y las vicisitudes de la guerra emancipadora, y Soledad siempre allí, a 400 toesas. Ahí ha estado siempre inamovible, lejos del Neverí y del Manzanares, manantiales de un progreso que apenas si llegó hasta ella, contenido por la distancia esteparia.
         Soledad es retazo de una fantasía de grandeza que enerva la mente de sus propios pobladores. Aquí sólo llegó lo que pudo en aquel amanecer tras la conquista, pero quedó la grandeza espiritual de su gente, la perseverancia y voluntad del sacrificio. Fueron los soledadenses precisamente el brazo principal de los patriotas que enfrentaron a Fernández de la Hoz cuando aún Guayana no lograba comprender el grito republicano y estuvo tres décadas después con los liberales cuando “El Filántropo”, periódico hebdomadario, acomodó aquí su trinchera, nada altiva por su odio, pero montada sobre un ideal de renovación democrática, al que todavía se oponen los conservadores del atraso, y a los cuales, por desgracia, debe Soledad muchos de sus males poco apaciguados.




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