domingo, 9 de julio de 2017

Grandes crecidas del Orinoco



 Desde que la ciudad de Santo Tomás de la Guayana fue mudada a la Angostura del Orinoco, no se tiene memoria de una crecida tan gigantesca como la del 10 de agosto de 1892. Las aguas desbordadas taparon la Piedra del Medio y modificaron temporalmente la geografía de la capital bolivarense, transformada en una isla más de las muchas que tiene el Río Padre.

El Orinoco reanuda su ciclo en mayo y crece, crece sin cesar hasta agosto que es cómo decir el mes tope de sus aguas y de las angustias ribereñas.
         Aquel año de la década final del siglo dicienueve fue así. Creció incesante como nunca, se desbordó en cada curva y recuperó predios milenarios casi perdidos; arrasó cementeras y bohíos, inundó núcleos urbanos hasta los techos y se dislocó como un animal incontenible el río. Vulneró sus controles, resquebrajó La Muralla, rompió el dique enladrillado de La Carioca. La Alameda era un chorro vuelto corriente impetuosa hasta internarse en la Laguna El Porvenir y restregarse contra Cerro Azul. La Colina del Vigía quedó sitiada con sus mil edificaciones por las aguas turbulentas y las calles de la parte plana paralelas al río quedaron prácticamente sepultadas. Toda la ciudad parecía como flotando después de un naufragio sorpresivo.
         Ciudad Bolívar entonces tenía concentrados en el cerro urbanizado unos 20 mil habitantes, impotentes, rendidos ante el espectáculo desbordante y telúrico de las aguas. Dios en ese momento parecía no estar de su lado y Monseñor José María Durand, obispo recién posesionado de la Diócesis, no hallaba qué hacer sino elevar plegarias a San Isidro Labrador para que apaciguara las lluvias diluvianas en cabeceras y afluentes mientras el gobernador José Ángel Ruiz acopiaba todos los recursos para hacerle frente a una situación de desastre.
         El resto de Venezuela ignoraba lo que ocurría en Ciudad Bolívar y en los poblados ribereños que iban desde el Amazonas hasta el Delta, porque las comunicaciones eran lejanas, difíciles, tardías y el país se hallaba absorbido por la Revolución Legalista del General Joaquín Crespo, frente al continuismo del doctor Raimundo Andueza Palacios. Una revolución que parecía ignorar los conflictos fronterizos del momento con Colombia y también con Inglaterra asegurando que sus dominios llegaban hasta Guasipati y por ello se oponía a la construcción de un ferrocarril hasta el Yuruary.
         Venezuela contaba con 2 millones de habitantes y la provincia de Guayana era la más despoblada con relación a su extensión territorial. Guayana era grande y pequeña a la vez frente a dos grandes calamidades que amenazaban su existencia y soberanía: los ingleses por el sur y por el Norte el Orinoco que inusitadamente llegó a sepultar la famosa piedra del Medio.

La Piedra del Medio


“La Piedra del Medio”, nombre con el cual tradicionalmente se conoce, es un afloramiento del Escudo Guayanés en pleno centro del río, entre Soledad y Ciudad Bolívar.
         Hasta 1967, que fue inaugurado el Puente Angostura, majestuoso puente colgante catalogado como el noveno del mundo, la Piedra del Medio era el símbolo identificador de la Ciudad, llegando al punto de constituir uno de los elementos emblemáticos del Escudo del Estado y en ella una India vertiendo su ánfora llena de riquezas en las aguas del río.
         Un escultor soledadense radicado en Caracas se propuso con el beneplácito del gobernador Luis Felipe Goubat, reproducir escultóricamente la India sobre la Piedra, pero el proyecto fue rechazado por artistas e intelectuales que consideran la Piedra de por sí como un Monumento Natural. Y lo es en verdad, sólo que la majestad del Puente opaca ahora su atractivo.
         Sobre la Piedra del Medio se han tejido leyendas como la del reptil de siete cabezas guarecido en sus entrañas que ocasionalmente emerge para devorar lo que cruce por allí. El hundimiento de lanchas, curiaras y de la chalana “La Múcura” cargada de vehículos, fueron atribuidos al monstruo de siete cabezas que recuerda a las “Rocas Erráticas” de La Iliada de Homero. Pero no ha mucho se contactó que no existe tal especimen digno de la mitología griega sino una fosa de 150 metros en forma de embudo, en cuya circunferencia se forman torbellinos aparte de otras corrientes que por allí pasan y se cruzan.
         Cuando el geógrafo Agustín Codazzi pasó por aquí y se detuvo, encontró que por delante de Ciudad Bolívar pasan en tiempo de menguante 240.000 pies cúbicos de agua por segundo, volumen igual al que lleva el Ganges en su creciente. Estudios posteriores realizados por el Bachiller Ernesto Sifontes, observador hidrográfico del Orinoco, determinaron, entre otros, una velocidad superficial de 8 kilómetros por hora; una corriente lateral muy veloz, en los contornos de la Laja de la Zapaora, con velocidad de 18 kilómetros / hora y otra corriente entre las dos anteriores, más lenta, de siete kilómetros aproximadamente. “Hay otras contra corrientes secundarias que vienen desde La Trinidad, (Los Molinos o Punta Mateos), pasando por Castillito y Laja de la Zapoara, llamadas impropiamente por el pueblo “remanso”, que van a morir a Punta Chacón”.
         La Piedra del Medio que el siglo pasado fue conocida también como la “Piedra del Arbolito” por hallarse allí un árbol desaparecido en marzo de 1885 y al cual se le calculó una edad de 150 años, presenta una longitud de 350 metros de largo, este a oeste, 100 de ancho y una altura de 52 metros desde el nivel mínimo del estiaje. En julio de 1800 cuando Humboldt se detuvo durante un mes en Angostura, observó cómo los pescadores y habitantes de la ciudad se guiaban por ella para medir el flujo y reflujo del río.

Niveles extremos memorables

         Tavera Acosta, Agustín Codazi, Rafael Gómez Picón y Ernesto Sifontes, quienes recogen en sus estudios las crecidas extremas registradas por el Orinoco desde la fundación de Angostura, sostienen que la mayor ocurrió en 1892, específicamente el 10 de agosto, cuando alcanzó una altitud de 19,14 metros sobre el nivel del mar y cubrió la Piedra del Medio por primera vez.
         Para recordar el suceso fue fijada en el inmueble que hace esquina con el Paseo Orinoco y la calle Dalla Costa, justo donde estuvo el Banco Royal of Canadá, una placa de mármol. Otras crecidas famosas recuerda la tradición oral que se registraron en 1844, 1854, 1864, 1872 y 1890. Según la tendencia el Orinoco exagera su crecimiento cada decenio y cada cincuenta años. En 1943, también el 10 de agosto y a medio siglo de la que tapó la Piedra del Medio, se registró otra crecida espantosa. Entonces, la ciudad parecía una Venecia, se podía navegar en curiaras por las calles y ese año, sí toda la nación estuvo pendiente y el Presidente de la República, Medina Angarita, vino a la ciudad para apreciar personalmente los daños y número de damnificados de la inundación. Entonces existía la “Ciudad Perdida”, latrocinio de fama marinera en todos los puertos del país que arrasó el río por completo y sobre cuyos escombros el Mandatario Nacional ordenó la construcción del actual Grupo Escolar Estado Mérida.
         En la Esquina del Sordo, en los propios predios de la Ciudad Perdida hubo hasta hace poco una placa que marcaba el nivel alcanzado por el Orinoco en el 43, prácticamente tocaba el techo de la primera planta del edificio.
         En cuanto al nivel más bajo, el Bachiller Sifontes dice en una monografía del año 58 que el Orinoco lo presentó “el 23 de marzo de 1923 y fue entonces cuando se cortó, se pobló de playones arenosos con canales entre ellos y de troncos secos que impedían la navegación, incluso de la curiara o cayucos, pudiéndose ir de una ribera a la otra vadeando los canales o saltando por sobre las pequeñas islas”.
         Sin embargo, en lo que va del siglo no es la del 10 de agosto de 1943 la crecida más alta (17,95) sino una más reciente, la del 4 de agosto de 1976, que alcanzó el nivel de 18.04 metros sobre el nivel del mar. Lo que ocurrió fue que en 1943 invadió la ciudad porque ésta carecía de la protección del dique o muralla que se le construyó durante el período de Raúl Leoni (1963-1968), siendo el ingeniero Leopoldo Sucre Figarella, Ministro de Obras Públicas. Empero, para 1976 el Orinoco habríase metido en la ciudad por la parte oriental (Carioca), si no hubiera sido porque durante la gestión del Gobernador Domingo Alvarez Rodríguez, primer período de Carlos Andrés Pérez, se le prolongó el Paseo Orinoco desde la Capitanía de Puerto hasta Los Coquitos mediante una elevación de la cota de protección.
         De tal manera que las crecidas más importantes en lo que va del presente siglo son las de 1927 (17.14m.); 1943 (17.95m); 1946 (17.42m.); 1951 (17.65m.); 1954 (17.40m.); 1962 (17.39m.); 1967 (17.38m.); 1976 (18.04m.) y la de 1981 (17.38m.).

La crecida de 1976


         No obstante el dique protector de la ciudad que va desde la Plaza de las Banderas hasta la parte que aisla las lagunas del Medio y Los Francos, el Orinoco resulta una amenaza para algunos sectores marginales después que pasa la cota 17 y para el mismo centro de la ciudad cuando, como ocurrió en 1976, supera la cota 18.
         El 4 de agosto de 1976, siendo gobernador el economista Roberto Arreaza Contasti, el Orinoco se situó en 18.04 y permaneció estacionado en ese nivel hasta dos días después que inició su descenso en medio de la más angustiosa expectativa.
         El río comenzó a superar la cota de peligro (17m.) el 24 de julio y cuatro días luego ya estaba en 17.42. Durante los cuatro primeros días de agosto la ciudad parecía un campo de guerra con trincheras de sacos de arena a lo largo del Paseo, chimeneas de ladrillos en todos los alcantarillados, hundimientos, filtraciones y prohibición del paso de vehículos automotores por el Paseo Orinoco, paralización del comercio del centro en un cincuenta por ciento y miles de damnificados concentrados en la Urbanización El Perú que se hallaba en su etapa final de construcción. Esto sólo en Ciudad Bolívar porque en otras partes como Ciudad Guayana, Moitaco, La Urbana, Caicara, Borbón, también fueron afectadas por el ingente caudal de agua que metió durante ese período el Orinoco. Por supuesto, la cosecha de Sapoara como la de mango resultó superabundante y con tamaño susto la Feria del Orinoco que ya había fijado tradición desde la inauguración del Puente Angostura sobre el Orinoco, cuando también tuvo lugar el Primer Festival de la Canción Bolivariana, no pudo realizarse, pero la Pesca de la Sapoara constituyó de por sí un natural espectáculo de Feria.




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