jueves, 20 de julio de 2017

El Callao

  Pequeño valle rodeado de suaves colinas, soporta una población minera de característica cultural muy singular. Como pueblo data de 1864 y está enclavado en las antiguas tierras misionales de Tupuquén.

         La Misión de San Félix  de Tupuquén empezó a fundarse en 1799 y entre sus fundadores aparece Fray Leopoldo de Barna, quien para 1799 dio a conocer una población de 567 habitantes, predominantemente indígenas.
         Dentro del territorio misional discurría la quebrada de Caratal, donde los indios encontraban a flor de tierra, pepitas de oro que entregaban a los misioneros. Pero la existencia de oro rodado o aluvional de esa quebrada providencial de Caratal no trascendió fuera de aquellos contornos, sino cuarenta años después cuando la estuvo explorando el brasilero Pedro Joaquín Ayres y luego de 1850, el barquisimetano Pedro Monasterio Soto, quien había sido edecán del general José Laurencio Silva.
         En los años cincuenta y a raíz de la información publicada en una hoja impresa en los talleres tipográficos de Crisanto Vicentini, la ambición por la riqueza comenzó a apuntar hacia Caratal. Allí llegaron atraídos por el señuelo dorado, Vicente León, quien dijo a Andrés Hernández Morales, Juez de Paz de esa parroquia, haber hallado un pedazo de oro que pesaba 46 onzas; Lino Acuña, quien encontró una barreta de 24 onzas; los hermanos Silva , extrajeron 32 onzas de oro granulado. Francisco Mendoza, obtuvo 80 onzas al cabo de cinco semanas explotando un barranco y otro tanto Concepción Palacios y Manuel Antonio Zumeta.
         Caratal para 1857 era unos cuantos ranchos entre  árboles, habitados por mineros que iban a lavar la tierra aluvional de los barrancos al Salto Macupia. El  explorador  Francisco Michelena y Rojas dice que para ese año de 1857 sólo explotaban el oro de Caratal 32 negros trinitarios, tres ingleses, 3 franceses de las Antillas y 6 de Demerara, mezclados con venezolanos de varias provincias.
         Es a partir de 1860 cuando a los bolivarenses de Angostura se les prende el bombillo y comienzan a tener interés por el suceso dorado de Caratal, pero si hay oro en Caratal de la Misión de Tupuquén, decían, seguro que también en la Misión de la Divina Pastora, y efectivamente los enviados de Florentino Grillet, quien a la sazón era Presidente del Estado Bolívar (también lo había sido entre 1841 y 1842), encontraron oro en Cicapara, lo cual le dio base para organizar la explotación bajo la firma de “Compañía del Yuruari”, con capital de 50 mil pesos. Quedaron abiertos así dos frentes: el de Cicapara y el de Caratal que siguiendo las costas del Yuruari dieron lugar a numerosas empresas que fueron a converger en las grandes vetas de Nueva Providencia (Caratal, El Callao, Potosí, Chile, Eureka, Chocó).

El Filón de  El Callao

         En 1864, el pueblo de El Callao no existía como tal sino un filón de oro denominado así y otras minas alrededor de las cuales se conformó el pueblo de Nueva Providencia con sede en Caratal y el Caserío El Callao.
         Nueva Providencia era un distrito para 1864 al igual que lo eran la Pastora, Tupuquén, Tumeremo, Miamo y Guasipati, dentro de la jurisdicción del Departamento de Guayana. El nombre El Callao no figuraba en la Ley de división político territorial del Estado; sin embargo, a lo largo de los años se impondrá por la misma fuerza socio-económica de la mina.
         El 26 de abril de 1869 Juan Bautista Dalla Costa Soublette, Presidente del Estado Soberano de Guayana, dotó de ejidos al Distrito Nueva Providencia apoyado en una Ley del Congreso de la República del 28 de marzo de 1853. Entonces le concedió cuatro leguas cuadradas de ejidos, tomando como centro las “Cuatro Esquinas” del pueblo de Nueva Providencia o Caratal.
         Al cabo de seis años de explotación sostenida del filón a través de barrancos, El Callao tomó forma de caserío y fue entonces (1870) cuando comerciantes bolivarenses que sostenían con préstamos, útiles y víveres la explotación, deciden organizarse para comprar los barrancos y explotarlos a través de una gran empresa aurífera.  Surge entonces la Compañía Minera de El Callao.

Compañía Minera de El Callao

         La compañía Minera de El Callao surgió inicialmente formada por 32 accionistas, los cuales aportaron un capital de 120.000,00 bolívares que fue aumentando en años posteriores por necesidad de la mecanización de la explotación y consolidación de las concesiones, las cuales llegaron a sumar 3.253 hectáreas.
         La explotación aurífera en forma organizada y en gran escala llevó a la Asamblea Legislativa a legislar sobre la materia dictando en 1875 un Código Minero, tanto para estimular la explotación como para que el Estado recibiera por ello un beneficio impositivo.
         A tres años de este primer Código Minero (6 de febrero de 1878) se reconstituye y legaliza con nuevo capital, la Compañía Minera de El Callao bajo la presidencia del corzo don Antonio Liccioni. Durante su administración las minas de El Callao alcanzan una producción asombrosa que las colocan como las más ricas del mundo, llegado al tope de 8 mil 200 kilogramos en 1885.
         La abundante producción aurífera hizo posible un conglomerado poblacional muy heterogéneo y atrajo a buscadores de fortuna de todas partes, entre ellos, ingleses, franceses, norteamericanos y canadienses que invirtieron en empresas cuya vida marcaban la importancia y cuantía de las vetas que explotaban. Unas corrían con mejor suerte que otras. Se dependía mucho de vestigios y azares toda vez que no se trabajaba sobre reservas técnicamente cuantificadas y cualificadas. Por esa circunstancia colapsó en 1897 la compañía Minera de El Callao.
         La compañía Minera de El Callao llegó a embarcar por los puertos de Ciudad Bolívar un promedio mensual de 8 mil onzas de oro. Los meses de agosto y diciembre resultaban generalmente los de mayor auge (11 mil onzas).En l886 comenzó a bajar la producción de manera progresiva hasta l897 cuando la compañía Minera de El Callao se declaró en quiebra.
         Para la época no se conocía el Bolívar. Nuestro signo monetario era el Venezolano, y el Franco y la Libra Esterlina las divisas extranjeras con las cuales se comerciaba el oro. No se conocía otro tipo de transporte que el fluvial a través de barcos de vela y el de vapor.  El terrestre utilizaba burros, caballos mulos y carromatos tirados por yuntas de bueyes, de manera que la producción aurífera proveniente del filón de El Callao y de otras minas satélites se transportaba a Ciudad Bolívar en barras y a lomo de mulas.

Guasipati, capital de la cuenca aurífera

         El 3 de septiembre de 1881, el Presidente de República, Antonio Guzmán Blanco, decide desmembrar al Estado Bolívar y crear el Territorio Federal Yuruari, con cabecera capitalina en Guasipati, para un control directo sobre las ricas cuencas auríferas de Guayana. Este status dura hasta 1891, pero en 1901, el gobierno de Cipriano Castro lo restablece. Toca al Gobierno de Juan Vicente Gómez ponerle fin en 1909. Entonces el Estado Bolívar recobra su total integridad.
         Al recobrar el Estado Bolívar su integridad territorial, El Callao continuó bajo la tutela de Guasipati, como capital del distrito Roscio. Para entonces, la producción minera acusaba preocupante descenso, detenido en 1931 cuando las empresas extranjeras “New Goldfield of Venezuela” la “Bolívar Venezuelan Goldmines” y la francesa “Mocupia” fueron asumiendo la explotación de las minas hasta el punto de estabilizar la producción en un promedio anual de 3.315.582 gramos.
         En 1947, la “New Goldfield of Venezuela” traspasó sus derechos a la “Guayana Mines Limited”, la cual explotó el mineral hasta 1952, cuando decidió paralizar sus labores creando una situación dramática en la población minera que no sólo quedó sin trabajo sino que perdió las prestaciones sociales. Para entonces, en el Estado Bolívar vivían de la extracción del oro 12.796 personas, de las cuales 1.614 eran jornaleros y obreros, casi todos operando en El Callao. Estas cifras quedaron reducidas a la cuarta parte después que la “Guayana Mines Limited” suspendió repentinamente sus labores. La producción aurífera en el trienio siguiente se redujo a un promedio anual de 359.472 gramos. Nunca El Callao, desde su existencia, había sufrido un golpe tan rudo en su economía.

Intervención del Estado

         Dada la situación caótica de El Callao, el Gobierno Nacional intentó un esfuerzo por reanudar la actividad minera y el 15 de abril de 1953, expropió la concesión traspasada a la “Guayana Mines Limited” y una nueva empresa de capital mixto registrada con el nombre de “Minas de oro de El Callao Compañía Anónima” (MOCCA) se hizo cargo de la explotación introduciendo una nueva planta de tratamiento que costó medio millón de bolívares.
         La MOCCA con obras de rehabilitación y la ampliación de sus equipos, explotó las reservas de las minas Laguna y Sosa Méndez logrando una producción media anual de un mil kilogramos. Pero en 1965, por deficiencias técnicas y de administración, la producción disminuyó considerablemente y el colapso de la empresa obligó al gobierno a liquidarla y transferir sus instalaciones al Sindicato de Patronos Mineros de El Callao que trató de mantener la actividad minera, pero con una producción muy baja que se extendió hasta los años setenta cuando comenzó a operar Minerven tras un estudio de exploración y prospección realizado por el Ministerio de Energía y Minas que ubicó y probó reservas por 4 millones de toneladas métricas de cuarzo aurífero con tenor de 22.4 gramos por tonelada.

Minerven

         La compañía General de Minería de Venezuela C.A. (Minerven) fue registrada como empresa privada el 4 de febrero de 1970 con un moderno proyecto cuya ejecución requirió de grandes préstamos millonarios a la Corporación Venezolana de Fomento, que al final tuvo que adquirirla. Luego pasó a manos del Fondo de Inversiones de Venezuela y finalmente a la CVG.
         Para 1978 Minerven había invertido 307.9 millones de bolívares en el proyecto ubicado a 3 kilómetros de El Callao, proyecto consistente en un pozo vertical de extracción de mineral aurífero; planificación, desarrollo y preparación de la mina y montaje de una planta de tratamiento de 700 toneladas diarias de mineral, mediante un proceso de recuperación metalúrgico por cianuración.
         Actualmente Minerven procesa 1.000 T.M., no obstante que su capacidad es dos veces superior, pero se halla ante el problema de unas reservas probadas casi agotadas. Para alargar su vida siquiera por 20 ó 30 años más requiere de una inversión de 35 millones de dólares que la empresa dice no tener y el país tampoco tiene de dónde sacarlos porque está super endeudado.
         Los calloenses se preguntan si se repetirá con Minerven la triste historia de la Compañía Minera de El Callao, o de la Guayana Mines limited o de la Mocca, mientras tanto manifiesta y ahoga sus malos presentimientos bailando calipso, comiendo domplin y bebiendo mabi.
         El Callao nació, creció y se mantiene al ritmo de la explotación aurífera en la cuenca del Yuruari. Recostado a ese río legendario y sobre una roca de galerías por donde han salido toneladas de riquezas que se van cantando la canción del que no vuelve, se encuentra y permanece inagotable ese lugar que antes de ser la realidad de hoy permanecía poblado de otro modo en la imaginación hiperbólica de Sir Walter Raleigh y de otros adelantados como Sebastián de Benalcázar, Gonzalo Jiménez de Quesada y Antonio de Berrío.
         Pueblo sencillo este de El Callao. Hospitalario y de una cultura muy singular donde se mezcla la manera de ser del amerindio venezolano con la del antillano descendiente de ingleses, franceses y africanos.
         Por eso El Callao es lugar único de Guayana y Venezuela. Lugar donde en vez de joropo, guasa o merengue, se baila calipso; donde en vez de español, se habla en patois; en vez de ron, se toma mabi; en vez de arepa, se prefiere el domplin y se come calolú, acrá, banán pile, yinyabie y pelau.
         El 25 de abril de 1989 la Asamblea Legislativa, mediante modificación de la Ley de División Político-territorial le otorgó los mismos beneficios que a Santa Elena de Uairén y Ciudad Piar y lo elevó a la categoría de Municipio Autónomo. Para entonces acusaba una población de 10 mil habitantes sobre una superficie de 2.236 kilómetros cuadrados y en las elecciones de diciembre de ese año tuvo su primer Alcalde.



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