martes, 18 de julio de 2017

El Dorado


         Su nombre es tan antiguo como el propio período de la Conquista donde se incubó al calor del oro que destellaba en los objetos y adornos de los primitivos; sin embargo, este pueblo del Cuyuní es más reciente.

         El Dorado era algo así como un Dios, como una deidad humana, reconocible porque se untaba o le untaban la piel con el áureo polvo que hacía esplendorosa la ignota tierra de Manoa.
         Manoa era la ciudad de El Dorado. Ambos nombres vagaron en la fiebre alucinadora de aquellos recios señores de mosquete y armadura venidos de ultramar. Vagaron hasta que un día de tanto vagar, sin poder ser aprehendidos en la realidad de la fiebre, se quedaron fijos en alguna parte: Manoa, al sur del Delta del Orinoco y El Dorado en la confluencia del Cuyuní con el Yuruán y el Yuruari.
         El actual pueblo de Manoa es de data reciente, al norte de la Sierra Imataca, abrazada en forma de isla por uno de los caños que derivan de Río Grande y, El Dorado, no sabemos si data de 1802 cuando Padres Capuchinos se internaron en esas tierras confluenciadas por el tríptico fluvial o de 1879 cuando una expedición gubernamental se dedicó a la exploración de la hoya del Cuyuní. Lo más divulgado hasta ahora es que el nombre del contemporáneo pueblo de El Dorado data de 1894 en que se registra el paso de  tropas inglesas.
Sin  embargo, existe un mapa de 1867 que identifica a casi toda la zona Sur del Yuruari como la verdadera región de El Dorado. También con ese nombre era señalada La Providencia, extraordinaria mina de El Callao. De manera que el nombre de El Dorado que nunca tuvo asiento estable, fue trasladado y fijado de una vez por el general crepista, Domingo Sifontes, en la zona de confluencia del Cuyuní con el Yuruán, comprendida dentro del triángulo de la “Mater Auri” a que se refiere Lucien Morisse en su libro publicado en Francia en 1902.
En la región del Cuyuní que es el río que domina y sostiene la existencia del pueblo de El Dorado, hubo antes de 1894 algunos ranchos y la casa más importante la había construido frente a lo que es hoy El Dorado, el oficial inglés Michael Mac Turk en función de la penetración y ocupación que sistemáticamente sobre suelo venezolano había hincado Inglaterra desde 1814 que adquirió de Holanda 20 mil millas cuadradas de la parte occidental del Río Esequibo.
Precisamente, el comienzo y permanencia del pueblo de El Dorado lo define y decide  la necesidad que tienen los venezolanos de enfrentar la calculada invasión de Inglaterra, aprovechando tanto la debilidad militar de Venezuela como los conflictos políticos internos sucesivos que la desmoralizaban y desangraban.
La geofagia inglesa con relación a Guayana es de vieja data. Comenzó con las invasiones de Walter Raleig finalizando el siglo XVI. Como Raleigh no pudo ni otros que vinieron tras él, Inglaterra ensayó de nuevo en 1797 con 60 barcos y 6 mil soldados y comenzó por adueñarse estratégicamente de la Isla de Trinidad. Poco después comenzó a cambiar la suerte de los americanos al ser sometida España por Napoleón. Inglaterra luego modificó un tanto su imperialista técnica de invasión.
En 1814 cuando Venezuela luchaba su independencia, la poderosa Albión adquirió por 3 millones de libras esterlinas, 20 mil millas cuadradas de la Guayana Holandesa. A partir de entonces, desde el Esequibo hacia el Este emergió la Guayana Inglesa, formada por los establecimientos de Esequibo, Demerara y Berbice.
Con esta presencia en tierra firme se le hacían más prácticos y expeditos sus planes de penetración. De manera que en 1819, súbditos suyos estimulados por la ayuda que estaban prestando a Venezuela en su guerra emancipadora contra España, propusieron al Congreso de Angostura la erección de una ciudad sobre las antiguas Misiones religiosas abandonadas y que se extendían desde el Caroní hasta más allá de Tumeremo. La novedosa ciudad se llamaría Erin y su capital Nueva Dublin, que sería poblada por emigrados del Reino Unido de la Gran Bretaña e Irlanda, provista de autoridades británicas electas por los propios colonos. Pero como esta oferta no tuvo éxito, aguardaron el desenlace de la guerra venezolana contra España para nuevos intentos de ocupación.
En 1812, después de la Batalla de Carabobo, Inglaterra, a  través de colonos de Berbice y Demerara renovaron sus planes de usurpación y el Libertador le salió al paso nombrando a José Rafael Revenga, Agente Diplomático, para que reclamara ante el Foreing Office.
Pero en 1834, ya muerto el Libertador y disgregada Venezuela de Colombia, Inglaterra se las ingenió de forma artificial para ir acopiando documentación sobre la cual sustentar su pretendida ocupación. Al efecto comisionó al naturalista y geógrafo austriaco Roberto Schomburgk, primero para explotar y levantar un inventario de los recursos renovables y no renovables del territorio de Guayana (1834) y seguidamente para fijar una línea de demarcación del Territorio de la Guayana Inglesa que resultó no ceñido a los límites históricos reconocidos a Inglaterra (“estando los establecimientos holandeses sobre la margen derecha del Esequibo, el territorio comprendido entre este río y el Orinoco no será afectado en ninguna forma y por lo tanto España ejerce sobre él legítimos títulos de soberanía” 1648/Tratado de Munster 1648).
Por este grotesco defecto de la línea Sohomburgk que usurpaba a Venezuela 5 mil kilómetros cuadrados de territorio al oriente del Esequibo, Venezuela protestó en 1841 a través del Agente Diplomático Alejo Fortique y demandó el retiro inmediato de los postes de demarcación fronteriza. En el curso de la reclamación al doctor Fortique lo sorprendió la muerte, las negociaciones sufrieron retardo, de todas maneras no pudo solucionarse el problema. Inglaterra se negaba a aceptar la proposición venezolana de zanjar, por medio de un tratado, la cuestión de la usurpación.
En 1850 se repiten los intentos de penetración, los cuales fueron rechazados  por el Gobierno mediante intercambio de notas que tuvo como corolario un arreglo en virtud del cual ambos Gobiernos se comprometían a “no ocupar ni usurpar el territorio en disputa mientras estuviera planteado el diferendo por el territorio que pretendía el Gobierno Británico y el gobierno de Venezuela defendía como suyo”.
Más el compromiso fue  violado en 1877 cuando la Bandera Inglesa plantada en Punta Barima dio lugar a otro intercambio de notas y protestas que agravaron y deterioraron las relaciones diplomáticas. Tres años después comenzaron a aflorar de manera industriosa los yacimientos auríferos del Yuruari e Inglaterra acudió a todos los medios para materializar sus planes  de ocupación que van a extenderse hasta la margen derecha del Río Cuyuní en 1890 cuando Michelle Mac Turk levantó una Casa-Fuerte y estableció en ella la Policía Inglesa.
De la presencia de tropas inglesas en la margen  derecha del Cuyuní no se percata el Gobierno de Venezuela sino en 1893, pues su atención estaba centrada en la Revolución Legalista que llevó al general Joaquín Crespo al Poder con el apoyo de J.M. (Mocho) Hernández y Domingo Sifontes que habían derrocado el Gobierno de Guayana luego de la sangrienta Batalla de Orocopiche.
A raíz de esa revolución, el General Domingo Sifontes aceptó el cargo de Comisario de Fronteras y comenzó a ejercerlo el 2 de marzo de 1894. Situó la sede de la Comisaría en la confluencia del Cuyuní con el Yuruán, frente a la Casa-Fuerte de los ingleses, situada donde se instaló en 1944 la Colonia Penal de El Dorado. Allí, luego de necesarias exploraciones y de haber ocupado las subcomisarias de Acarabisi, Yuruán y Chicanán, que funcionaban en ranchos y tiendas de campaña así como ejecutados otros trabajos que le fueron encomendados en función de la comunicación y la vigilancia, levantó las primeras casas dando lugar al pueblo que él mismo bautizó con el nombre de El Dorado.
Exactamente a los diez meses  -- 2 de enero de 1895—ocurrió lo que el General Sifontes tenía previsto ocurriría tan pronto quienes estaban del otro lado intentaran ocupar la margen derecha del Cuyuní.
Douglas D. Barnes, Inspector de Policía del Distrito de la Guayana Británica, junto con otros oficiales y agente de tropa fue reducido a prisión sin dispararse un tiro, por los hombres del Capitán Andrés Avelino Domínguez, lugarteniente del Comisario de Fronteras, quien se hallaba enfermo en Tumeremo. Conducidos presos a Ciudad Bolívar por el coronel Luis Manuel Betancourt, fueron puestos en libertad por el entonces Presiente del Estado, General Manuel González Gil, al disponerlo así el Presidente de la República Joaquín Crespo.
         Mientras tanto, refuerzos provenientes de Demerara, al mando de Michael Mac Turk, trataron de ocupar nuevamente el lugar, pero fueron, esta vez si a tiro limpio, expulsados definitivamente y con refuerzos de voluntarios provenientes de Tumeremo, para dejar limpia la zona que permitió al incipiente pueblo de El Dorado crecer, abrir vertientes y caminos hacia el dominio de unas fronteras legítimas e históricas que si bien fueron defendidas valientemente, más por  espontaneidad de los yuruarenses que por voluntad obligatoria del Gobierno Federal, quedaron truncas en unos 250 mil kilómetros cuadrados, merced al funesto Laudo Arbitral de 1899, dado en París.
         El Dorado, pues, nació como sede o centro de la Comisaría de Fronteras durante el lapso en que el Territorio Federal del Yuruari fue creado por resolución del Congreso Nacional, el 3 de septiembre de 1881 para que el Ejecutivo Federal pudiese lograr un control directo sobre las fronteras y las ricas cuencas auríferas de Guayana. Esta condición geopolítica duró hasta l891 gracias al movimiento reivindicativo de la Sociedad Democrática del Yuruari liderada por José Manuel (El Mocho) Hernández, Miguel Parra Hernáiz y Ricardo Juliá García.
         El 20 de agosto de 1900, el Presidente Provisional del Estado Bolívar General Lorenzo Guevara, elevó a El Dorado o región del Cuyuní a la categoría de distrito con el nombre del prócer Juan Bautista Dalla-Costa, fallecido hacía 6 años y designó Jefe Civil del mismo al General Pablo Hernández Centeno. Pero fue criterio del Presidente Cipriano Castro volver al status anterior. De manera que el 14 de diciembre de ese mismo año 1900 dictó el Decreto y designó Gobernador al General Manuel Silva Medina. Entonces el Territorio quedó dividido en tres distritos: Piar, Rocio y Dalla Costa hasta 1909 que el Gobierno central delegó su control al Ejecutivo del Estado Bolívar.
         Los ejidos de El Dorado fueron señalados por el Agrimensor Público Santos Semedey. A partir de su condición de distrito relegado posteriormente a la categoría de municipio foráneo integrado al Distrito Roscio, la población vivía del trabajo primitivo de las minas de oro, la explotación del balatá y como centro de vigilancia de las fronteras de la Comisaría respectiva.
         En octubre de 1944, el Gobierno Nacional creó la Colonia de Trabajo a dos kilómetros de El Dorado, separada por el Cuyuní y sus afluentes. Vino a sustituir a la valenciana Isla del Burro  adonde llevaban a los delincuentes peligrosos así como a Vagos y Maleantes. Fue creada en octubre y entró a funcionar en diciembre, ya finalizando el Gobierno del General Isaías Medina Angarita. Permaneció activa hasta 1977 (33 años) que decretó su cierre el Presidente Carlos Andrés Pérez. En 1983, el Gobierno sucesor decretó su reapertura.
         El primer delincuente que pisó la temible Colonia Penal de El Dorado, dentro del lote inicial de cien, fue Guillermo Segundo Amaro (a) “Cara e’ Golpe” un vulgar ratero, amigo de “Petróleo Crudo” (Cruz Víctor Mejías”, del que mucho se hablara por sus resonantes fechorías y cuyas habilidades se le acabaron cuando lo internaron en la Casa amarilla, asignada como celda de castigo a los criminales más peligrosos del país.
         La Colonia de Trabajo de El Dorado, junto con la explotación del oro aluvional, las minas de Caolín del kilómetro 88 de la carretera que conduce hasta Santa Elena de Uairén y de los productos forestales de la cuenca del Cuyuní, constituye fuente de vida económica para una población que conforme al Censo de 1950 era apenas de 678 habitantes y para   1981 de 2.716.
         A El Dorado siempre se llegó por malos caminos, intransitables durante la época lluviosa, por lo que durante esa estación había que utilizar el río Yuruari para comunicarse con El Callao, distrito aurífero de gran movimiento económico, y desde ese punto con el resto del Estado.
         Entre 1953 y 1954 el Gobierno Nacional mejoró notablemente los 76 kilómetros de carretera que separan a El Dorado de Tumeremo y construyó una pista aérea que permitió el servicio de los aviones de Aeropostal y por ende la comunicación directa con la capital del Estado, Tumeremo, Guasipati y Santa Elena de Uairén, en plena frontera con Brasil.
         La comunicación terrestre con la Gran Sabana hasta febrero de 1973 que se inauguró la Carretera El Dorado –Santa Elena-, se hacía por una pica de 400 kilómetros, que permitió establecer las misiones de Uonken Kavanayén y Santa Elena, empleándose hasta 20 días por entre sabanas, montañas y peñascos. La parte más difícil de escalar era La Escalera. Esta Carretera, iniciada en 1953 por el Ing. Luis Entrena y concluida felizmente por el Batallón de Ing. Juan Manuel Cajigal, subrayó la importancia de El Dorado, el pueblo que desde la selva inhóspita inició con verdadero ardor patriótico la defensa de nuestra frontera y la conquista del Sur.




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