jueves, 4 de mayo de 2017

Muertos que salen y asustan

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El caballo de tres patas, el ánima tutelar de Pedro Alcaraván, el Peludo del Polanco, la Carona del Caris, el Espíritu de Juana Millán, entre otros personajes misteriosos del Más Allá, perviven en la memoria popular.

Desde que las bombillas inventadas por Tomás Edison disputaron exitosamente a la Luna la primacía secular de disipar las tinieblas tras la puesta del sol, podríamos decir que comenzaron a esfumarse los fantasmas de los pueblos de quienes no quieren bajo ninguna circunstancia enfrentarse a esa experiencia.
Estos seres ectoplásticos que en cada lugar tienen su cognomento particular, nombres iguales, distintos o semejantes, vienen de alguna parte que todavía las religiones ni la ciencia han logrado explicar de una manera convincente.                                                           
Sobre tales fenómenos sobrenaturales cada quien tiene su versión o una verdad muy propia que va sembrando o pone a circular conforme a las circunstancias. Hasta ahora ha sido difícil que desaparezcan de un todo esos muertos, fantasmas o apariciones a los que por sus manifestaciones en el caso particular de los bolivarenses de la capital, han bautizado con los nombres de La Llorona, el Caballo de tres patas, El Espíritu de Juana Millán, El Peludo y La Carona, entre otros.
Marcos Ortiz, un sastre del Casco Histórico en cuyas casonas abandonadas la gente suele por las noches escuchar pasos misteriosos, quejumbre de puertas y ciertos ruidos sobrecogedores, siempre nos contaba del alma en pena que asustó a su hermano Jorge cuando aún no soñaba con ser reputado músico del centro nocturno “Barbarroja” de Caracas. Ante la aparición, el muchacho tuvo el valor de arrodillarse y rezar la Magnífica con lo cual aquella ánima solitaria se desmaterializó como por encanto, pero por un tiempo largo las noches de Jorge se  hicieron largas y  penosas mientras no se hallara bajo el regazo de su madre.


El Caballos de tres patas

         Lo del caballo de tres patas era más trágico porque quien intentara verlo luego de sentirlo galopar a la media noche, seguro que sucumbía al pánico pasando a mejor vida. Era lo que le contaba su padre Zenón Ortiz, quien suponía al animal dotado de tres patas porque eran tres los golpes de cascos que se sentían seguidos de un silencio entre pisadas. Media hora después, un ruido estrepitoso de cadenas arrastradas llenaba de terror el ambiente.
         Era la época de la ciudad alumbrada con faroles y de ese tiempo es también el relato del carpintero Pedro Alcaraván, amante furtivo de la mujer de un oficial gomecista. Alcaraván fue misteriosamente prevenido y salvado de la muerte a lanza limpia que con premeditación y alevosía le tenía preparada el oficial.
         Cuando en noche avanzada Alcaraván se dirigía a la cita en la creencia de que el oficial se hallaba en comisión, se encontró con do hombres que cargaban en eslinga dentro de un chinchorro a un paciente envuelto en sábanas blancas. Preguntó de quién se trataba y los cargadores respondieron: “Pedro Alcaraván que está muy enfermo”. Sin darle mayor importancia a la confusa respuesta, continuó su camino y ya próximo a la casa de la cita de la casada infiel, se reencontró con la misma escena y preguntando de nuevo le respondieron: “Pedro Alcaraván que se está muriendo”. Muerto de susto desistió de su aventura y al siguiente día se enteró por mensaje de la propia amante, que el militar sospechando lo aguardaba lanza en ristre tras la puerta.
         Héctor Roldán, el famoso “Doble Feo” de la calle Las Mercedes, oyó muchas veces a su madre ese cuento del caballo de tres patas y de lo sucedido al carpintero Alcaraván. A él mismo le ocurrió algo parecido pasando de noche por un Tamarindo contiguo al muro  del Cementerio de la Plaza Centurión donde asegura haber visto un espectro tan informe que lo desvaneció del susto y sólo supo de él al otro día gracias al auxilio a tiempo de un vecino llamado Martín Pérez.
          En torno a ese Tamarindo que hasta hace poco se veía seco y ruinoso, existen otras leyendas de duendes y fantasmas.
         Los duendes y fantasmas no sólo se veían en ríos, parajes oscuros y solitarios de la ciudad sino en vetustas casas solariegas del casco angostureño. En una de ellas, ahora depósito del diario “EL Bolivarense”, su cuidador el extinto Julio Saramacual, solía ver con luz de luna de cuarto menguante un chivo negro con barba rizada y cornamenta de fuego que berrocheaba durante un minuto y luego desaparecía al ver una Boa o algo parecido que luego de arrastrarse por el patio se internaba por la boca de una cloaca. Y el médico René Silva Idrogo suele contar muy convencido haber dialogado con un duende en el río Cari.


La Llorona
        
         Trina, la madre de los Tomedes, toda una generación de músicos, me habló en cierta ocasión de ese enigmático personaje “La Llorona” que al parecer no sólo es patrimonio de los bolivarenses sino del oriente venezolano.
         Ella, quien ejecutaba muy bien la guitarra, a la que consideraba el mejor instrumento para deshacerse de los espíritus malos o traviesos, llegó a sentir muchos de ellos errando por los caminos pedregosos del Temblador, barrio en pleno corazón del casco urbano, y para acabar con ellos hizo construir una capilla en el sector e introdujo una Cruz a la que le cantaba con su guitarra durante todo el mes de mayo.
Antes de la entronización del venerado madero, decía que había en el sector quienes veían por la noche perros irisdicentes saltando como chivos sobre las piedras cercanas a La Escalinata o antiguo Campanario. Asimismo, Negros desnuditos con ojos grandotes y fosforescentes con los cuales las madres metían miedo a sus hijas para que al salir no regresaran tarde en la noche. Pero lo que más sobrecogía de temor a los humildes habitantes de El Temblador era una sugestiva y airosa mujer que invitaba a su alcoba a quien pasando junto a ella la cortejara. Luego de unos pasos largos y seguidos, la misteriosa dama conocida como “La Llorona,” se desmaterializaba en un gemido agudo y penetrante capaz de enloquecer de pánico al hombre más recio del barrio.


El Peludo de Polanco

Los vecinos de Perro Seco, antigua calle El Poder, hoy Guzmán Blanco, aseguran que en la playa de Polanco hay un espíritu maligno que molesta y atrapa a los bañistas. Quienes lo han visto y sentido dicen que es peludo y de allí que sea identificado como “El Peludo de Polanco”. Teófilo Hernández, un pariente cercano de los Tomedes que solía bañarse en esa playa con los Pérez y los Maradei y nadar hasta la playita de El Degredo, tenía en el pie derecho la marca que le dejó el apretón de “El Peludo” cuando intentó atraparlo. Otros antiguos habitantes de los Palos de Agua y El Pueblito dicen haber sentido en noches de insomnio los chapuzones que se daba El Peludo, pero nunca llegaron a verlo como sí lo vieron muchos jóvenes bañistas que escaparon de su acecho.
Un buzo traído de Margarita para explorar el sitio del Orinoco donde en l955 se hundió la chalana “La Mucura” de Levanti, cargada de vehículos, no pudo cumplir su labor debido a que el espíritu maligno le salió al encuentro.
Apenas el buzo embutido en su escafandra se sumergió y tocó fondo, pidió que lo alzaran y ya en cubierta hubo que llamar a un médico, pues el hombre estaba desvanecido. Luego reanimado dijo haber visto un monstruo peludo que chapoteaba sus tentáculos para atraparlo. La chalana jamás pudo rescatarse, quedó allí para siempre y en torno a su hundimiento se han tejido muchas fábulas, entre ellas, la de un monstruo que vive encuevado bajo la Piedra del Medio.


La Carona del Caris

         Oscar Castro (Corocoro), viejo pescador de Soledad que cuida el astillero de Alberto Minet, nunca ha visto un espíritu bueno, malo o burlón, pero de que existen y asustan no cabe duda. Lo que le han contado otros pescadores como Arturo Paúl, es para perder el sueño.
         --¿Y qué le ocurrió?-le preguntamos un día de Sol al viejo “Corocoro” cuando remendaba sus redes.
         --Que tuvo que abandonar la pesquería porque “La Carona” que habita en el Orinoco, en plena boca del río Caris, no lo dejaba en paz y todo porque un día se le ocurrió decir “Voy a pescar esa Carona”.
         --¿Y qué es La Carona?
Una sirena que se enamora de los pescadores. A los pescadores que le caen en gracia les obsequia con buena pesca y los que no, los espanta con borbollones y batiéndoles la curiara. Un pescador de apellido Tortoledo murió del susto que le dio La Carona cuando lanzó su canoa desde el Orinoco hasta la garganta del Caris.
Vicente Reyes, otro pescador de Soledad, asentado en la Encaramada, contó haber mejorado su suerte con La Carona al descubrir que a esta nereida del Orinoco le gusta el anisado. De manera que cada vez que se iba de pesca le rociaba su cuartico. Entonces la pesca de lau-lau y morocoto se le daba de las mil maravillas. La Carona lo retribuía bien. En cambio, a su compadre Moncho Rodríguez le hizo la vida imposible y fue porque el tal Moncho le lanzó dinamita a un cardumen de morocotos en plena desembocadura del Caris. Más le habría valido si no hubiese ocurrido, porque a partir de entonces el hombre no podía pasar por allí porque los borbollones lo perseguían hasta ponerlo en peligro de naufragio.


El Espíritu de Juana Millán

         En la salida de Ciudad Bolívar hacia Puerto Ordaz, por la carretera vieja, hay una gran Ceiba que, según la leyenda, cobija con su sombra el espíritu de Juana Millán, en vida una hermosa mujer muy deseada, muerta trágicamente en la zona y a quien el extinto Roy Tomedes dedicó una bella tonada.
         Los conductores atraídos por la vaporosa  fémina que pide cola en la carretera,  justo junto a la Ceiba, hacen chirriar los frenos, pues siempre es placentera la compañía de una dama y mucho más cuando se viaja solo, de noche; pero, cuando esa dama es el espíritu de Juana  Millán se puede encunetar o caer en el próximo barranco al borde de la carretera. Quienes han vivido la noctámbula experiencia, dicen que la mujer aborda el auto y se insinúa; mas, cuando el chofer cae en la provocación, se desvanece y en el asiento queda un silencio pesado y frío, capaz de congelar de miedo y espanto al mismísimo Florentino Coronado, al que según Gallegos, contrapunteó con Mandinga.

  

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