miércoles, 24 de mayo de 2017

Casa Liccioni


La Casa Liccioni, como se ha venido llamando un inmueble del siglo diecinueve debidamente restaurado, entre el Paseo Orinoco y la calle Babilonia, fue destinado a un centro de arte que bajo la tutela d la Universidad de Guayana, inició sus actividades a fines de 1998.

         En una esquina donde hasta no hace mucho chocaba contra sus pivotes el Orinoco en crecida, cerca del Puerto Blohm, próxima a una altísima torre del telégrafo, junto a la cual un chichero ofrecía a los viandantes su aromático líquido, de arroz y leche, en una casa rectangular de grandes puertas, estaban desde el siglo diecinueve estacionados los Liccioni con un bien surtido negocio mercantil.
         Era gente amable, de hablar pausado, cuya única filosofía parecía comprar y vender, servir bien y sentirse en paz consigo.  Nadie ni la música pop, ni la televisión, ni los movimientos sociales y culturales protestatarios, pudieron disuadirlos de sus apeos y costumbres tradicionales.
         Los Liccioni que hasta los años setenta llevaban una esmeraba vida de longevos en esa esquina del costado derecho del Orinoco, los enseñó a vivir Don Pedro Liccioni, sobrino de Don Antonio Liccioni, el primero que llegó a esta tierra  y descubrió el gran filón aurífero de El Callao.
         Pedro, supo lo de la buena estrella que alumbraba el porvenir de Don Antonio Liccioni y franqueó los mares para ver si bajo la égida del tío podía él también crear bienes y fortunas y formar una familia como de veras lo hizo casándose en 1892 con Maria Machado Siegert, hija de J. T. B. Siegert, el inventor del famoso Amargo Angostura que todavía hace milagros en el paladar de los catadores del mundo.
         De los Machado era precisamente esa inmensa casa hecha con piedra y mezcla mulata que ocupa casi una cuadra, incluyendo a la famosa Casa de las 12 ventanas con la cual se comunica.
         Don Pedro Liccioni tuvo de su matrimonio con Maria Machado Siegert, tres varones (Pedro, Rafael y Alberto) y dos hembras (Margarita y Maria). La casa de comercio la manejaron hasta 1977, Pedro y Alberto.

Casas y cosas viejas


         Desde su origen, esta casa estuvo destinada a la actividad mercantil. Fue construida con ese fin por Rafael y Tomás Machado, hijos del prócer de la Independencia, capitán de Navío José Tomás Machado, a quien en la parte occidental le construyeron una residencia, tal la Casa de las Doce Ventanas, sobre un terreno antiguamente anegadizo y pedregoso adquirido de la Municipalidad el 10 de diciembre de 1855.
         En 1855, el inmueble pasó a propiedad de Guillermo Dalton, quien el 1901 lo dejó en herencia a su viuda Ana Isabel Machado. Luego, en 1905, lo heredó su hermana Nieves Machado de Reverón, quien a su vez lo dejó a sus hijos y éstos le vendieron a Don Pedro Liccioni. Hasta ese momento allí había funcionado un comercio y una gran tienda.
         En 1944, Pedro Liccioni, formó una compañía e instaló en el mismo inmueble una fábrica de pastas de la que sólo queda como reliquia y símbolo de la antigua ciudad fabril, un rodillo metálico de abultadas dimensiones, en la franja superior de uno de los muros. También después funcionó una molienda y finalmente un comercio de ferretería y quincallería hasta 1977 que vendieron al inmueble a Alaimo y Cia. Para entonces, todavía se veía allí junto con la mercancía, muchas cosas viejas que no dejaban de ser útiles a pesar de lo antiguo. El escritorio de Don Pedro padre, retando la nobleza del cedro frente a su retrato grande colgado del muro interior de la fachada; una caja fuerte descomunal y una gigante registradora National, delas primeras de  ese tipo.

Apoliticismo de los Liccioni


         El apoliticismo fue algo proverbial en esa familia. Jamás practicaron la política en la forma activa de los faccionarios. El arte de comprar y vender no dejo tiempo y espacio a los Liccioni para ejercer o estar pendiente de quienes tanto se interesan por la cosa pública. Además me comentó una vez el viejo Pedro cuando lo escudriñaba a preguntas, “la Política la han hecho una profesión para incapacitados. Si no fuese así, otra cosa sería Venezuela, país que ha producido tanto dinero con su petróleo como para que todos y cada uno de nosotros estuviésemos contentos”.
         El único contacto con la política la tuvo el viejo Pedro y ocurrió cuando el general Vicente Pérez Soto lo empleo de contador en la Tesorería del estado Zulia. Pérez Soto fue también Presidente del estado Bolívar, pero no dejó una obra perdurable como bien lo hiciera durante su gestión Barceló Vidal, a quien según decía, se le debe la pavimentación de casi todas las calles de Ciudad Bolívar, tal vez, porque tuvo la suerte de contar con el general Llovera Páez, quien era ministro de Relaciones Interiores y alargaba mucho la mano para la tierra.
         Esta rama de los Liccioni perteneció a una generación de comerciantes y empresarios guayaneses prácticamente extinguida y sus principales miembros sobrevivieron hasta edad octogenaria con su tradicional método de vida. Supieron renunciar a tiempo a los problemas que pudieran incidir negativamente en longevidad y se quedaron con las cosas que le sirvieron de ejercicio contra la ociosidad de una vida fácil o acicateada por un trabajo que les rindió en sus mejores tiempos.

Un recinto para las artes


         La casa Liccioni, ubicada entre el Paseo Orinoco y la calle Babilonia, fue adquirida y restaurada totalmente dentro del programa de revitalización que el gobierno regional lleva adelante a través de la Oficina Técnica de Protección del Casco Histórico de Ciudad Bolívar y ha creído conveniente darle un nuevo uso, en este caso el de un centro de arte, con el nombre del insigne artista venezolano nacido en Guayana, Alejandro Otero.
         Con ese fin, el martes 21 de mayo de 1998, el gobernador Jorges Carvajal Morales, entregó oficialmente la Casa Liccioni a la Universidad Nacional Experimental de Guayana, en ceremonia programada por la Dirección del Patrimonio del Ejecutivo Regional.
A nombre de la UNEG recibió la casa en calidad de comodato por el lapso de tres decenios, su rector Oswaldo del Castillo Saume, quien junto con otras personalidades acompañó al Gobernador en la inauguración, en el mismo inmueble, de la exposición “Mira al Futuro” con diseños de Alejandro Otero y escultoras cívicas de artistas contemporáneos de oriente y sur-oriente.
         Este inmueble, desde mediados de siglo pasado hasta 1977 que la adquirió Alaimo y Cia, estuvo dentro del círculo de la familia Machado Liccioni, pues Don Pedro Liccioni estaba casado con María Machado Siegert, quien era hija del propietario original del inmueble, vale decir, Rafael Machado en el matrimonio con Cecilia Siegert.
         Feliz coincidencia ésta de complementar la Casa de las Doce Ventanas, en manos de la UNEG para sus actividades académicas, con la Casa Liccioni destinada a les artes plásticas, pues ambas casas no sólo tienen valor arquitectónico, sino que la última ha sudo destinada a un centro de artes y ocurre que un nieto de Don Antonio Liccioni y, por lo tanto, pariente de Don Pedro Liccioni y por esa vía de los Machado Siegert, representa a partir de 1920 la evolución y continuidad de las artes plásticas bolivarenses, iniciada en 1830 con la obra de Emeterio Amazábel. Tal Roberto o “Robertico” Liccioni, primer maestro de Aimée Battistini, fundador en París del llamado Grupo de los Disidentes y quien dio cobijo en aquélla ciudad francesa a numerosos creadores venezolanos de las artes visuales.
         De manera pues que esta casa de triple fachada y grandes naves rectangulares, columnas de hierro, cornisa corrida en sus fachadas y molduras en las aberturas de sus puertas, ha sido rescatada y restaurada dentro del programa de revitalización del Casco Histórico de Ciudad Bolívar, por su valor arquitectónico de estilo neoclásico que honrará su destino de centro de artes donde las nuevas generaciones de pintores, por el mismo hecho de estar sujeto a una universidad, encontrará la calidad de técnicas y enseñanzas teóricas que siempre han demandado, posiblemente a través de un diversificado en artes plásticas con miras a un tercer nivel universitario que tendría como abrevadero la fuente nutricia del Museo de Artes Moderno Jesús Soto.
         Después de la exposición inaugural, la casa compartió con el Museo Soto sus espacios para la V Bienal Nacional de Artes de Guayana inaugurada en noviembre de 1997 y la cual finalizó el 15 de marzo, mes que se tenía previsto para que el centro de arte iniciara sus actividades, bajo la dirección del Lic. Freddy Sotillo. 


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