lunes, 8 de mayo de 2017

El Telégrafo y el Teléfono en Ciudad Bolívar


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         El telégrafo y el teléfono, dos inventos portentosos de la comunicación a distancia del siglo pasado, no tardaron en extenderse por el mundo y tocar en Angostura, entre las primeras ciudades de Venezuela.

         El telégrafo fue inventado en 1844 y 12 años después ya funcionaba entre Caracas y La Guaira, pero no fue sino en tiempos de Guzmán Blanco cuando comenzaron las líneas telegráficas a cruzar ciudades y pueblos lejanos de Venezuela.
         Guzmán Blanco debió nacionalizar este servicio en 1875 dada su importancia estratégica y a la necesidad de imprimirle un mayor impulso. El Telégrafo llegó primero a Soledad que a Ciudad Bolívar debido al inconveniente del Orinoco, el cual se salvó posteriormente con un cable subfluvial y finalmente con tres torres.
         Los citadinos bolivarenses debían enviar su mensaje a la Estación de Soledad cada vez que necesitaban comunicarse con Caracas. Pero el Estado Bolívar como entidad federal tenía un servicio telegráfico independiente que terminó de construir en 1885 el Gral. Manuel M. Gallegos, a quien el Gobierno Nacional le había contratado levantar 10 leguas de líneas telegráficas para poner en comunicación a Ciudad Bolívar con el resto del interior del Estado.
         La comunicación telegráfica directa con Caracas y sin el contacto con la Estación de Soledad quedó resuelta el 3 de diciembre de 1900 con un cable subfluvial. Este fue sustituido en enero de 1920 por tres Torres: una en Soledad, otra en la Piedra del Medio y la tercera en el Puerto de Blohm. Dichas torres de 30, 20 metros de alto fueron instaladas por los ingenieros H. Gibson, Federico Crispín y el alarife Alejandro Sutherland. Para ese año y desde 1907, la central telegráfica operaba desde la calle Igualdad.
         En 1921 se instaló en Maracay la telegrafía inalámbrica y muy pronto se extendió a otras ciudades de Venezuela, incluyendo a Ciudad Bolívar que incluso la extendió en febrero de 1940 a Puerto España. Los servicios fueron mejorando y perfeccionándose hasta complementarse en 1943 (5 de abril) con el servicio Radiotelefónico, bendecido en acto especial por el Vicario de la Catedral, Dámaso Cardozo.
         A medida que se extendía el servicio y se multiplicaron los operarios se fueron produciendo las luchas reivindicativas que lograron su primer fruto en tiempo de Cipriano Castro con la constitución de las Cajas de Ahorros para la Sociedad de Telegrafistas. El Día del Telegrafista, 24 de mayo, fue consagrado por decreto del doctor Leonardo Ruiz Pineda siendo Ministro de Comunicaciones en tiempos de Rómulo Gallegos.
         El Gobierno Nacional desde el período de Raúl Leoní emprendió una reorganización de los servicios telegráficos nacionales que incluía la creación de una empresa nacional de comunicaciones, tal resultó ser Ipostel, que integró todos los servicios incluyendo correos y telex. La unificación, positiva en alto grado, favoreció tanto a usuarios como a profesionales y trabajadores de la telecomunicación porque implicó la modernización de la red y las edificaciones en función de la concentración de los servicios, mejor aprovechamiento del personal existente, incremento de su calidad y la eliminación progresiva de las franquicias que para finales de los años setenta representaban el 46 por ciento del tráfico total.


El Teléfono

         La invención del telégrafo abrió el camino para la comunicación inalámbrica puesta de manifestación por Alejandro Graham Bell con su prodigioso artefacto el teléfono, patentado en 1876. Seis años después llegaría a Venezuela, gracias al telegrafista Gerardo Borges, promotor de los primeros aparatos entre Caracas y La Guaira, traídos de Francia cuando asistió al Primer Congreso Internacional de Electricidad.
         En 1883, Ciudad Bolívar se puso a la par de Caracas donde la Compañía Internacional de New Jersey tendía las primeras redes. En la capital bolivarense era la American Electric and Manufacturig la que penetraba el mercado a través de la firma Felipe Grapulli y Eugenio Berletta.
         En 1897 se constituyó la empresa Compañía de Teléfonos de Oriente con asiento en Ciudad Bolívar y la cual se extendía con dos ramales en el Estado Bermúdez (Sucre), otros dos en Guanta y Puerto la Cruz y una oficina en Barcelona. Para entonces, Berletta había absorbido la totalidad de las acciones de la empresa y aparecía en un aviso permanente en la primera plana de El Anunciador, como propietario y director general de la compañía. Dicho aviso incluía el reglamento, condiciones en que se prestaba el servicio así como la tarifa, fijada en 16 bolívares mensuales.
La central  telefónica operaba en la parte alta del edificio Nro. 22, de la calle Libertad. En la parte baja, Eugenio Berletta tenía un negocio adicional de joyería.
Guasipati pasó a ser después, en 1916, la segunda ciudad del Estado en beneficiarse con el servicio telefónico mediante una concesión otorgada por la Municipalidad de Roscio a Antonio J. Calcaño Herrera. Cuatro años después (1920), el ingeniero José Francisco Sucre Grillet, instaló el servicio telefónico entre Ciudad Bolívar y La Paragua.
Para entonces las empresas telefónicas de Eugenio Berletta se veían amenazadas por la competencia de una nueva compañía anunciada por Juan José Gragirena, la cual comenzó a materializarse el 26 de abril de 1917 cuando a bordo del vapor Delta llagaron al puerto de la ciudad 200 postes, 20 cajas de aisladores y 70 rollos de cables. Seis meses después  a bordo del mismo vapor y procedente de Estocolmo llegaba Clas Erikson, de la casa L. M. Erikson & Cia para montar la central telefónica moderna que se había propuesto Gragirena, con sistema de batería central.
Berletta entonces mantuvo un aviso en la prensa ofreciendo en venta su empresa al tiempo que reclama al Presidente de la República la indiferencia de las autoridades locales a sus quejas relativas a la empresa de Gragirena cuya posteadura afectaba a la de su compañía. El gobierno de Silverio González reaccionó ofendido e intentó incoar un juicio contra Berletta. Para el 24 de junio de 1928, Ciudad Bolívar tenía dos empresas telefónicas; la de Berletta y la de Gragirena. Una situación similar a la de la Planta Eléctrica: la de la Electricidad y la de Nueva Cervecería que se dará inmediatamente después, también con doble posteadura. Al final habrá un arreglo y se fundará la Compañía Anónima Teléfonos de Ciudad Bolívar.
En 1930 se fundó en Caracas la Compañía Anónima Nacional de Teléfonos de Venezuela (CANTV) que se extendió por todo el país e introdujo (diciembre de 1948) el teléfono automático en Ciudad Bolívar. Entonces era gerente de la Planta de Ciudad Bolívar, José Ramón Sánchez y había 2. 500 suscriptores.
En 1953 el Gobierno Nacional adquirió la CANTV incrementando el servicio en todo el país, con comunicaciones a larga distancia nacional e internacional para lo cual instaló un sistema de microondas y un cable submarino. Luego en 1970 entró en servicio la primera rastreadora en Camatagua para las comunicaciones con satélite, lo que permite desde entonces, el discado directo para las comunicaciones internacionales.
En 1991- período presidencial de Carlos Andrés Pérez- la Compañía Nacional Teléfonos de Venezuela pasó del control del Estado a manos del sector privado, de todas maneras, el Estado se reservó el 48, 9 por ciento de las acciones y recibió por la venta 1.885 millones de dólares, cifra sin precedentes hasta ese momento en comparación con otras privatizaciones de empresas de telecomunicaciones en América Latina (México, Chile, Argentina), pero que de todas formas no fue bien vista por algunos sectores políticos venezolanos, celosos de todo cuanto tiene que ver con el sistema de seguridad del Estado y la importancia estratégica de algunas empresas como ésta.


Actualidad de ambos servicios

         Con los avances de la ciencia y la tecnología, el telégrafo, la radiotelegrafía y la radiotelefonía, prácticamente han desaparecido. Estos servicios fueron derrotados y sepultados por el prodigioso invento de Graham Bell -el teléfono- el cual se ha venido perfeccionando  de manera tal que ya no sólo es posible hablar salvando inmensas distancias, sino que también es factible que los interlocutores se vean a través de una pantalla integrada, al tiempo que sostiene su conversación  telefónica. Asimismo es posible trasmitir mensajes escritos a través de sus variantes el fax y el telex.
         Pero si bien el teléfono es un cómodo y rápido servicio comunicacional de nuestro tiempo, no deja de tener sus problemas. Alguien acusaba al reloj, al almanaque y al teléfono como los principales enemigos de la salud anímica del ser humano civilizado, pero examinando bien el señalamiento, podríamos acotar que el teléfono está como problema muy por encima: la necesidad de tenerlo y no poderlo tener, bien porque no hay línea disponible o porque el presupuesto familiar no lo permite. Disponer del teléfono y estar preocupado a fin de mes por la facturación; vivir disgustados con los miembros de la familia o el vecino por abusar del aparato en nuestra ausencia; verse en la necesidad de bloquear el disco de llamadas y luego preocuparse por la llave del seguro; discar una y otra vez y encontrar la línea ocupada; equivocar o perder el número al discar; ligarse la línea; oír amenazas o insultos de voces anónimas; aguardar a que la pavita de fin a su idilio a larga o corta distancia y tantos otros defectos técnicos y humanos que nos ponen el sistema nervioso sobre un espinal.
         Creo que sobre el teléfono, ya a esta altura en una generación bastante avanzada con el celular de bolsillo, cayó una especie de fatalismo desde que su inventor, Alejandro Graham Bell, debió enfrentar más de 600 pleitos de los cuales, afortunadamente, salió airoso al verificarse su autenticidad como autor de este aparato ayer tan grande y hoy tan diminuto, pero de todas formas, amigo y traicionero, porque si bien acorta el tiempo y la distancia, también carga la mano contra el abonado.





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