martes, 16 de mayo de 2017

La Electricidad en Ciudad Bolívar



         A las seis y treinta de la tarde del 5 de julio de 1911, en la Plaza Bolívar, el Presidente del Estado, general Arístides Tellería, inauguró la luz eléctrica de Ciudad Bolívar, accionando el dispositivo que iluminó por primera vez al Cuadrilátero Histórico al tiempo que se estrenaba el Himno del Estado bajo una cálida atmósfera de regocijo y fuegos artificiales.

         La luz eléctrica irradiante desde arcos voltaicos ponía fin a los tradicionales y románticos faroles alimentados con kerosén y aceite de tortuga, de los que aún quedan como esqueletos reminicentes contadísimos brazos de hierro forjado incrustados en las esquinas.
         Aquella luz eléctrica la generaba una máquina de vapor que utilizaba como combustible carbón antracita y la cual había sido importada desde Nueva York, vía Trinidad, por la C. A. La Electricidad de Ciudad Bolívar, constituida el 22 de octubre del año anterior por iniciativa del ingeniero Abraham Tirado. El primer presidente de la compañía fue don Virgilio Casalta, próspero comerciante de la ciudad y el más consecuente sostenedor de la empresa en sus momentos difíciles y terribles.
         Lo que fue a su comienzo una empresa privada de puros empresarios guayaneses, lo sigue siendo no obstante las vicisitudes que dio entrada al capital foráneo en 1954 y el cual quedó debilitado con la venezolanización de 1977 que dio paso como Gerente al Ing. Alberto Mancini, bajo cuya dirección La Electricidad incrementó su capacidad de servicio con una cobertura superior al 90 por ciento de la población.

La Ciudad Bolívar de 1911
        
         La Ciudad Bolívar de 1911 que vio por primero vez y comenzó a experimentar los beneficios de la energía eléctrica, tenía apenas 15 mil habitantes y dos Escuelas estadales de primas letras: una de niñas y otra de varones con presupuesto anual de 400 bolívares.
         El Gobernador al que entonces se le decía Presidente, era el Gral. Arístides Tellería y el Secretario General de Gobierno Luis Grafe Calatrava. El Presidente de la Asamblea Legislativa, Manuel Acevedo, igualmente ostentaba la jerarquía de general y sólo J. M. Agosto Méndez, Presidente del Concejo Municipal, se distinguía como médico y poeta.
         Era la ciudad de los faroles y de las famosas velas huecas de “superior estearina” considerada de mayor duración que las velas macizas, a juicio de su fabricante en Caracas E. Franklin. Todavía no se conocían las lámparas Coleman de gasolina, pero abundaban las de carburo o acetileno. Era la ciudad del cigarrillo “La colombiana” cuya cajetilla venía con la figura de un animal que sorteado a final de mes podía pagar hasta cinco bolívares por cada animal premiado. La ciudad atraída por el febrífugo que fabricaba Valentiner Beherens con plantas indígenas, indicado contra el paludismo y afecciones del bazo y el hígado. La ciudad que conocía las píldoras tocológicas del Dr. Bolet, recomendadas para regenerar la sangre, tonificar el sistema nervioso y que expedían tanto la Botica “El Aguila” del empresario Guillermo Lange como la Botica “Orinoco” de la Alameda. La ciudad de Agostine & Mariani que vendía el vino Medoc; la de Alejandro Castro despachando buques desde su oficina en la calle Dalla Costa; la del barbero Boragina compitiendo con las tijeras de Antonio Lauro en su “Petit Trianon Barbería”. La ciudad que leía a Víctor Hugo, Dumas, Claretie, Sué Pierre Loti, pagando apenas dos reales por cada novela. La de Boulissiere vendiendo fonógrafos y discos pathé, la de la colita Cardier; la de Blohm y Co., exportando cueros al igual que Acquetella y Boccardo en los vapores Delta, Apure, Alianza, Masparro y Arauca; la de Domingo Valery exportando balatá; la de Virgilio Casalta exportando caucho del Caura; la de Palazzi Hermanos, exportando plumas de garza y la de Tomassi, exportando oro fundido del El Callao.
         Era la ciudad de Monseñor Antonio María Durán; la de los relojes Cyma y la del platero Domingo Farreras; la del abogado Alejandro Urbaneja, la del dentista Díaz Díaz y de los cirujanos Blanco Ledesma y Carlos E. Salom. Era en fin la ciudad de los niños bien educados cuyos padres los mandaban a estudiar en la “Pamphylian High Scholl” de Trinidad de Petrock Alexis o en el Liceo francés de Puerto España.
         El Presupuesto del Gobierno Regional era de 36.256 bolívares al año. El Presidente Tellería ganaba 1.500 bolívares y los diputados apenas tenían una dieta de 30 bolívares por cada día de reunión. Sesionaban un mes al año. La visita de un Gobernador a cualquier pueblo del interior como Guasipati, capital entonces del Territorio Federal Yuruari, significaba un acontecimiento festivo y más aún al retornar a la capital. El sábado 14 de enero, por ejemplo, cuando Tellería regresó de la Sección Yuruari, hubo tres días de fiestas populares y el lunes por la noche en el Hotel Cyrnos del corso Mannoni se le ofreció un banquete con los siguientes platos franceses: Consomé au tapioca, Hors d’oeuvres variés, vol-au-vent á la Toulouse, Filet de Beoeuf Mazagran, Asperges sause mousseline, Dinde rottie y Sáñade Pertesbourgeoise, entre otras viandas por el mismo estilo.

La idea de la Planta Eléctrica

         La iniciativa de un sistema de alumbrado eléctrico para la capital guayanesa la tuvo el técnico español Manuel Rafael Benítez y creció a través de un proyecto que sometió a la consideración del Presidente del Estado Arístides Tellería. Este con manifiesto beneplácito e interés lo introdujo sugiriendo su aprobación al concejo Municipal y por incapacidad económica Benítez debió cederlo al Ing. Abraham Tirado, quien en definitiva se erigió en el gran promotor de lo que es hoy la C. A. La Electricidad de Ciudad Bolívar.
         El contrato establecía la obligación de instalar en la capital una planta eléctrica moderna suficientemente capaz de producir el alumbrado público. Así mismo quedaba obligado a suministrar las luces incandescentes y de arco para el alumbrado al precio de 6 bolívares mensuales para cada foco de la primera clase de 16 bujías de intensidad y 70 bolívares mensuales para cada luz de arco voltaico de 1.200 bujías, todo durante once horas a contar desde las 6 p. m hasta 5 a.m.
         La primera reunión para la formación de la Compañía tuvo lugar el 19 de octubre de 1910 en la casa de habitación de don Virgilio Casalta con asistencia del Presidente del Estado Arístides Tellería, Fritz kuhn, jefe de la casa Blohm; Abraham Tirado, contratista de la empresa; Pedro V. Echeverría, Jefe de la Casa Boccardo; José Acquatella, José Afanador, Virgilio Casalta, Andrés Pietrantoni, Guillermo Lange, Luis Machado Pedrique, Julio Tomassi, Pedro Liccioni, Guillermo Montes, Emilio Unceín, Domingo Valeri, Marcelo Chianelli, miembros todos del Comercio de la plaza, y de los particulares, Dr. Wenceslao Monserrate Hermoso, general J. M. Urbina, Mariano Medina, general Rafito Quero, general Gabriel Piñango, general Avelino García, Dr. Luis Alcalá Sucre, Hermanos Suegart, Dr. Bracho Albornoz y Juan Call, entre quienes fue suscrito íntegro el capital de la empresa.

Constitución de la empresa

         El sábado 22 de octubre en la misma casa de habitación de don Virgilio Casalta que entonces quedaba en la calle Dalla Costa, se instaló la primera Asamblea General constitutiva de la C. A. La Electricidad de Ciudad Bolívar. La Directiva electa quedó integrada por Virgilio Casalta como Presidente; Vicepresidente el Dr. Abraham Tirado (promotor de la empresa); Tesorero, Pedro Vicente Echeverría y el Dr. Wenceslao Monserrate Hermoso, como Secretario.
         Con domicilio en Ciudad Bolívar, la Compañía convino con la Municipalidad una duración de 50 años, pudiendo prorrogar este lapso de tiempo de acuerdo con la decisión de una Asamblea General ordinaria. El capital social se estatuyó en 280.000. bolívares divididos en acciones de Bs.100 cada una y el cual quedó representado en 80.000 bolívares (800 acciones) reconocidas y adjudicadas al promotor doctor Abraham Tirado por su Contrato celebrado con el Concejo Municipal, estudios, trabajos técnicos y personal, así como presupuestos y proyectos hechos hasta la constitución legal de la empresa. Los 200 mil bolívares restantes (2.000 acciones) fueron suscritas en dinero efectivo.

La Luz Eléctrica

         El Gobierno de la Rehabilitación Nacional celebraba las grandes efemérides con programas de obras públicas y el 5 de julio de 1911, centenario de la Declaración de nuestras Independencia debía ser sobresaliente, especialmente en el Estado Bolívar, entidad que tuvo papel protagónico en el proceso emancipador.
         El 13 de junio de ese año el Presidente del Estado, general Arístides Tellería emitió un Decreto por el cual declaraba festivo en la Capital del Estado los días 4, 5 y 6 de julio y dispuso celebraciones con un abultado programa de actos, entre ellos, la inauguración del servicio de luz Eléctrica, estreno del Himno del Estado y la inauguración del Paseo 5 de Julio y de la Plaza Farreras.
         A las seis y treinta de la tarde del 5 de julio de 1911, en la Plaza Bolívar, el Presidente inauguró la Luz Eléctrica de la ciudad accionando el dispositivo que iluminó por primera vez el Cuadrilátero Histórico al tiempo que la banda dirigida por Manuel Jaras Colmenares ejecutaba el Himno del Estado que igualmente también se dejaba escuchar por primera vez bajo una cálida atmósfera de regocijo y fuegos artificiales.
         El Himno del Estado con letra del poeta J. M. Agosto Méndez y música de Jaras Colmenares, fue el producto de un certamen decretado por el Gobierno Regional y ganado por el músico y el poeta en feliz combinación. Así el Himno del Estado Bolívar y la Electricidad se estrenaron juntos. Comenzó una nueva vida para la ciudad.

         La electricidad comenzó entonces a modificar aspectos vitales de la tradicional cultura bolivarense y hoy el hombre urbano, el hombre de la sociedad industrial, experimenta una existencia más productiva y confortable y ha hecho de la electricidad una necesidad de la cual le cuesta sustraerse. La llegada de la energía eléctrica a Ciudad Bolívar fue punto de partida de la gran transformación socio-económico de la región y su importancia podemos medirla de manera asombrosa en la escala de la tecnología de sus Generadores, ayer movidos por la combustión de la antracita importada y hoy por las gigantescas y potentes turbinas hidráulicas que doman y transforman en caudales de energía y luz las encabritadas aguas que descienden del Roraima y el Cuquenán. 

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