viernes, 23 de junio de 2017

Los Petroglifos de Guayana

         Guayana es la región de Venezuela más rica en petroglifos y cada vez son posibles nuevos hallazgos como los que se hicieron en una zona del Caroní, a 25 minutos por lancha desde San Pedro de Las Bocas y luego de trasponer varios y peligrosos raudales.


         Orientados por el experto minero Carlos Amaya y el brasilero Eugenio Tomas, el doctor Eduardo Jhan y este periodista, llegamos hasta lugares distantes uno de otro para reseñar dos petroglifos que días después desaparecieron a causa del represamiento de las aguas del Caroní por la Presa de Guri.
         Se trata de un rostro con radiales y de las figuras del Danto, interesantes desde el punto de vista arqueológico y por el hecho de haber sido hechos por personas muy antiguas en regiones despobladas y de muy difícil acceso.
         Naturalmente que no son petroglifos de la misma importancia técnica y estilística del petroglifo denominado “Los  Tres Indios”, hallado hace tiempo a una hora de camino de Caicara hacia La Urbana, pero que, como ya se ha señalado, tiene valor arqueológico.
         El doctor Jahn Montauban, quien es médico internista titular de la Escuela de Medicina y miembro de la Academia de Medicina, lleva muchos años dedicados a la arqueología y tiene listo para ser editado un libro sobre la historia del hombre en Guayana, buena parte apoyado en las investigaciones arqueológicas  hechas por  él en numerosos puntos de la región.
         En su mayoría los petroglifos venezolanos datan de la época precolombina, pero es difícil determinar su edad toda vez que hasta ahora no se conocen medios para ello. Tampoco definen una cultura como la Maya, por ejemplo,  pues generalmente los petroglifos venezolanos son muy individuales y difícilmente se parezca uno a otro.
         Simplemente se trata de dibujos o diseños sobre piedras hechos por los aborígenes, utilizando otra piedra más dura como el jaspe. ¿Hechos con cuál  fin?   ¿Por qué y para qué? ¿Acaso como manifestación artística o respondiendo a la necesidad de ciertos ritos para la adoración o veneración de sus deidades? ¿Para orientarse y señalar caminos hacia otros lugares o parajes de la selva? ¿Indicaciones de lugares hechizados?. Nadie hasta ahora ha podido resolver el enigma de los petroglifos o pictografías rupestres llamadas también “Piedras Pintadas” con variantes en el oriente del país donde los llaman “Muñecos”; “Monifatos” en el Bajo Orinoco; y “Letreros” en la región centro-norte. Los indios Baniva del alto Orinoco los llaman “Ippaianata”; “Timehri” los de la rama Caribe y “Tepu Mereme” otras comunidades del Orinoco.

Petroglifos de Guri


         Aunque la Región Guayana está minada de figuras rupestres, quizás las más conocidas hasta ahora sean los Petroglifos de Guri, dada la destacada divulgación que tuvieron por efecto de la Operación Rescate de 1968 llevada a cabo por CVG-Edelca ante la proximidad del represamiento de las aguas del Caroní en función de la Presa hidroeléctrica.
         Guri, nombre toponímico, identificaba a un pueblo indígena que los colonizadores transformaron en misión. Tal era la de San Buenaventura de Guri que  se empezó a fundar en 1761 y cuyos restos quedaron sumergidos bajo el embalse de la represa al igual que hatos ganaderos y numerosos petroglifos imposible de rescatar en el Caño de Necuima, lugar de la operación.
         De ese Caño sólo fue posible sustraer, gracias a la campaña realizada por el Colegio de Sociólogos y Antropólogos de Venezuela, 29 piedras o rocas, con dibujos curvilíneos y rectilíneos unos, otros triangulares y circulares y los demás figuras de aves, mamíferos y dibujos antropomorfos. De todos, llamó poderosamente la atención de los entendidos y arqueólogos de la Universidad Central de Venezuela que participaron como asesores, la figura de unos siameses o gemelos unidos y repetidos, aparentemente simbolizando el mito de la creación. En suma, las 29 rocas con peso oscilante entre 500 y 4.000 kilogramos, tenían grabadas 75 figuras y para arrancarlas de su sitio fue necesario el empleo de una gabarra provista de grúa con un recio equipo de seis hombres y otros expertos. Al final de la operación los petroglifos fueron colocados en un patio de las instalaciones de la CVG en Guri a disposición de los estudiosos e instituciones interesadas en tenerlos como fue el caso del Museo de las Bellas Artes de Caracas y la Casa del Correo del Orinoco, donde se halla a la entrada una de esas invalorables piezas.
         En la ocasión, estudiosos de distintas ramas de la antropología hicieron una valoración de los Petroglifos de Guri que tuvo repercusión no  sólo en   los medios científicos sino artísticos, pues una interpretación fotográfica de ellos se hizo manifiesta en una exposición del Centro Venezolano Americano de Las Mercedes. La exposición, realizada el 2 de julio de 1968, destacaba el estilo naturalista, realista y figurativo de esos dibujos primitivos frente al inmenso número de petroglifos geométricos hallados en otras partes de Venezuela.
         Hablando sobre ellos, Walter  Dupuy los atribuía  a motivos religiosos propios de los antiguos pueblos animistas y pensaba que algunas de  las figuras, posiblemente, representaban las deidades que habitarían el paisaje circundante, según la creencia de los pueblos remotísimos en el tiempo, cuyos artífices la expresaron así, en dura roca.

La cueva del elefante


         El  doctor Mario Sanoja y la licenciada Iraida Vargas, del Instituto de Investigaciones de la UCV, dentro del llamado “Proyecto Orinoco” patrocinado por la CVG, dieron a conocer importantes hallazgos de pinturas rupestres asociadas con cerámica barrancoide en la Cueva del Elefante de la hacienda Cantarrana, vía Ciudad Guayana-Guri. En esa oportunidad las calificó posiblemente como las más viejas manifestaciones artísticas de Venezuela, conjuntamente con los petroglifos de Guri, también asociados con cerámica barrancoide.
         En Venezuela, según Sanoja, se han hallado diversas cuevas y abrigos rocosos con pintura rupestre, particularmente en el Estado Bolívar (La Cueva Pintada y El Carmen); sin embargo, la del Elefante es la única que presenta la asociación de dichas pinturas con material cerámico y artefactos líticos.
         La mayoría de las pinturas, ejecutadas posiblemente con pigmentos minerales, se halla en el fondo de la cueva y representan figuras humanas y formas de animales como lagartos, pájaros y venados. También se encuentran círculos, combinaciones de líneas y otras figuras impresas o dibujadas. ¿Finalidad? Seguramente mágico-religiosa a juzgar por la forma como los rayos del Sol inciden en horas de la tarde en el fondo de la cueva donde están las figuras. La edad de estas piezas fue calculada entre 1.500 y 5 mil años y fueron exhibidas a mediados de junio de 1970 en el Museo de Bellas Artes.

Petroglifos del Cuchivero


         La  antropóloga Maria Eugenia Villalón y el artista Henry Corradini, quienes estuvieron varios años internados en la zona del río Cuchivero, hicieron importantes hallazgos de petroglifos que llevaron al segundo a un ensayo para llamar la atención sobre la posible presencia de los fenicios en América, tres mil años antes de Cristóbal Colón.
         Tales petroglifos, inéditos para la década del sesenta cuando tuvimos la oportunidad de reportarlo para El Nacional pues no figuraban en ninguna de las reproducciones del extenso material consultado, guardan notable semejanza con símbolos antiquísimos encontrados en Creta, isla del Mediterráneo oriental.
         El investigador elaboró un cuadro comparativo de los caracteres grabados en rocas hallados por él en la zona del Cuchivero y los signos de la escritura de la civilización Minoana, 1600 años antes de Cristo. La semejanza es indiscutible.
         En el curso de sus viajes y exploraciones, Corradine dice haber buscado y fotografiado todos los petroglifos que le fue posible encontrar, con el fin de inventariar y preservar, por lo menos, gráficamente este patrimonio arqueológico, pues son ya numerosos los que han sido malogrados como los del Salto de Candelaria, por ejemplo. En este Salto, a escasos kilómetros de Ciudad Bolívar, existen numerosos petroglifos de comprobado valor etnográfico, expuestos ordinariamente a la destrucción toda vez que es un lugar de baño y recreo muy concurrido y entre los juegos de los bañistas ha surgido el del tiro al blanco para lo cual les ha venido muy bien los dibujos de círculos.

Leyendas, cuentos y creencias.

         Otra manera de dañarlos son las excavaciones en busca de tesoros. En las rocas grabadas de Las Lajitas en la misma zona del Cuchivero y en la Piedra del Sol y la Luna de Santa Rosalía se ven socavones hechos por personas convencidas de que tales dibujos corresponden a cifrados sobre tesoros ocultos. El carupanero Bartolomé Tavera Acosta, cronista de Guayana, cuenta que a finales del siglo pasado el cura párroco de Soledad hizo destruir un petroglifo que tenía la forma de un falo por considerar, entre prejuicios y perjuicios, que la tal piedra era más visitada que la misma Iglesia.
         Gallegos cuando estuvo por Guayana acopiando material literario para su novela, le contaron la creencia de algunas tribus, según la cual los petroglifos eran piedras hechizadas cuyos signos les infundía temores y para sustraerse de sus encantos cuando algunos de sus miembros navegaban junto a ellos se echaba ají en los ojos.

         Según una leyenda indígena, los Petroglifos constituyen el testimonio o constancia del paso de Amalivaca, dios de los Tamanacos, por estas tierras después del diluvio. 

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