Guayana es la región de Venezuela más rica en petroglifos y cada vez son posibles nuevos hallazgos como los que se hicieron en una zona del Caroní, a 25 minutos por lancha desde San Pedro de Las Bocas y luego de trasponer varios y peligrosos raudales.
Orientados por el experto minero Carlos
Amaya y el brasilero Eugenio Tomas, el doctor Eduardo Jhan y este periodista,
llegamos hasta lugares distantes uno de otro para reseñar dos petroglifos que
días después desaparecieron a causa del represamiento de las aguas del Caroní
por la Presa de Guri.
Se trata de un rostro con radiales y de
las figuras del Danto, interesantes desde el punto de vista arqueológico y por
el hecho de haber sido hechos por personas muy antiguas en regiones despobladas
y de muy difícil acceso.
Naturalmente que no son petroglifos de
la misma importancia técnica y estilística del petroglifo denominado “Los Tres Indios”, hallado hace tiempo a
una hora de camino de Caicara hacia La Urbana, pero que, como ya se ha
señalado, tiene valor arqueológico.
El doctor Jahn Montauban, quien es
médico internista titular de la Escuela de Medicina y miembro de la Academia de
Medicina, lleva muchos años dedicados a la arqueología y tiene listo para ser
editado un libro sobre la historia del hombre en Guayana, buena parte apoyado
en las investigaciones arqueológicas
hechas por él en numerosos puntos
de la región.
En su mayoría los petroglifos
venezolanos datan de la época precolombina, pero es difícil determinar su edad
toda vez que hasta ahora no se conocen medios para ello. Tampoco definen una
cultura como la Maya, por ejemplo, pues
generalmente los petroglifos venezolanos son muy individuales y difícilmente se
parezca uno a otro.
Simplemente se trata de dibujos o
diseños sobre piedras hechos por los aborígenes, utilizando otra piedra más
dura como el jaspe. ¿Hechos con cuál
fin? ¿Por qué y para qué? ¿Acaso
como manifestación artística o respondiendo a la necesidad de ciertos ritos
para la adoración o veneración de sus deidades? ¿Para orientarse y señalar
caminos hacia otros lugares o parajes de la selva? ¿Indicaciones de lugares
hechizados?. Nadie hasta ahora ha podido resolver el enigma de los petroglifos
o pictografías rupestres llamadas también “Piedras Pintadas” con variantes en
el oriente del país donde los llaman “Muñecos”; “Monifatos” en el Bajo
Orinoco; y “Letreros” en la región centro-norte. Los indios Baniva del
alto Orinoco los llaman “Ippaianata”; “Timehri” los de la rama
Caribe y “Tepu Mereme” otras comunidades del Orinoco.
Petroglifos de Guri
Aunque la Región Guayana está minada de
figuras rupestres, quizás las más conocidas hasta ahora sean los Petroglifos de
Guri, dada la destacada divulgación que tuvieron por efecto de la Operación
Rescate de 1968 llevada a cabo por CVG-Edelca ante la proximidad del
represamiento de las aguas del Caroní en función de la Presa hidroeléctrica.
Guri, nombre toponímico, identificaba a
un pueblo indígena que los colonizadores transformaron en misión. Tal era la de
San Buenaventura de Guri que se empezó a
fundar en 1761 y cuyos restos quedaron sumergidos bajo el embalse de la represa
al igual que hatos ganaderos y numerosos petroglifos imposible de rescatar en
el Caño de Necuima, lugar de la operación.
De ese Caño sólo fue posible sustraer,
gracias a la campaña realizada por el Colegio de Sociólogos y Antropólogos de
Venezuela, 29 piedras o rocas, con dibujos curvilíneos y rectilíneos unos,
otros triangulares y circulares y los demás figuras de aves, mamíferos y
dibujos antropomorfos. De todos, llamó poderosamente la atención de los
entendidos y arqueólogos de la Universidad Central de Venezuela que
participaron como asesores, la figura de unos siameses o gemelos unidos y
repetidos, aparentemente simbolizando el mito de la creación. En suma, las 29
rocas con peso oscilante entre 500 y 4.000 kilogramos, tenían grabadas 75
figuras y para arrancarlas de su sitio fue necesario el empleo de una gabarra
provista de grúa con un recio equipo de seis hombres y otros expertos. Al final
de la operación los petroglifos fueron colocados en un patio de las
instalaciones de la CVG en Guri a disposición de los estudiosos e instituciones
interesadas en tenerlos como fue el caso del Museo de las Bellas Artes de
Caracas y la Casa del Correo del Orinoco, donde se halla a la entrada una de
esas invalorables piezas.
En la ocasión, estudiosos de distintas
ramas de la antropología hicieron una valoración de los Petroglifos de Guri que
tuvo repercusión no sólo en los medios científicos sino artísticos, pues
una interpretación fotográfica de ellos se hizo manifiesta en una exposición
del Centro Venezolano Americano de Las Mercedes. La exposición, realizada el 2
de julio de 1968, destacaba el estilo naturalista, realista y figurativo de
esos dibujos primitivos frente al inmenso número de petroglifos geométricos
hallados en otras partes de Venezuela.
Hablando sobre ellos, Walter Dupuy los atribuía a motivos religiosos propios de los antiguos
pueblos animistas y pensaba que algunas de
las figuras, posiblemente, representaban las deidades que habitarían el
paisaje circundante, según la creencia de los pueblos remotísimos en el tiempo,
cuyos artífices la expresaron así, en dura roca.
La cueva del elefante
El
doctor Mario Sanoja y la licenciada Iraida Vargas, del Instituto de
Investigaciones de la UCV, dentro del llamado “Proyecto Orinoco”
patrocinado por la CVG, dieron a conocer importantes hallazgos de pinturas
rupestres asociadas con cerámica barrancoide en la Cueva del Elefante de la
hacienda Cantarrana, vía Ciudad Guayana-Guri. En esa oportunidad las calificó
posiblemente como las más viejas manifestaciones artísticas de Venezuela,
conjuntamente con los petroglifos de Guri, también asociados con cerámica
barrancoide.
En Venezuela, según Sanoja, se han
hallado diversas cuevas y abrigos rocosos con pintura rupestre, particularmente
en el Estado Bolívar (La Cueva Pintada y El Carmen); sin embargo, la del
Elefante es la única que presenta la asociación de dichas pinturas con material
cerámico y artefactos líticos.
La mayoría de las pinturas, ejecutadas
posiblemente con pigmentos minerales, se halla en el fondo de la cueva y
representan figuras humanas y formas de animales como lagartos, pájaros y
venados. También se encuentran círculos, combinaciones de líneas y otras
figuras impresas o dibujadas. ¿Finalidad? Seguramente mágico-religiosa a juzgar
por la forma como los rayos del Sol inciden en horas de la tarde en el fondo de
la cueva donde están las figuras. La edad de estas piezas fue calculada entre
1.500 y 5 mil años y fueron exhibidas a mediados de junio de 1970 en el Museo
de Bellas Artes.
Petroglifos del Cuchivero
La
antropóloga Maria Eugenia Villalón y el artista Henry Corradini, quienes
estuvieron varios años internados en la zona del río Cuchivero, hicieron
importantes hallazgos de petroglifos que llevaron al segundo a un ensayo para
llamar la atención sobre la posible presencia de los fenicios en América, tres
mil años antes de Cristóbal Colón.
Tales petroglifos, inéditos para la
década del sesenta cuando tuvimos la oportunidad de reportarlo para El Nacional
pues no figuraban en ninguna de las reproducciones del extenso material
consultado, guardan notable semejanza con símbolos antiquísimos encontrados en
Creta, isla del Mediterráneo oriental.
El investigador elaboró un cuadro
comparativo de los caracteres grabados en rocas hallados por él en la zona del
Cuchivero y los signos de la escritura de la civilización Minoana, 1600 años
antes de Cristo. La semejanza es indiscutible.
En el curso de sus viajes y exploraciones,
Corradine dice haber buscado y fotografiado todos los petroglifos que le fue
posible encontrar, con el fin de inventariar y preservar, por lo menos,
gráficamente este patrimonio arqueológico, pues son ya numerosos los que han
sido malogrados como los del Salto de Candelaria, por ejemplo. En este Salto, a
escasos kilómetros de Ciudad Bolívar, existen numerosos petroglifos de
comprobado valor etnográfico, expuestos ordinariamente a la destrucción toda
vez que es un lugar de baño y recreo muy concurrido y entre los juegos de los
bañistas ha surgido el del tiro al blanco para lo cual les ha venido muy bien
los dibujos de círculos.
Leyendas, cuentos y creencias.
Otra manera de dañarlos son las excavaciones en busca
de tesoros. En las rocas grabadas de Las Lajitas en la misma zona del Cuchivero
y en la Piedra del Sol y la Luna de Santa Rosalía se ven socavones
hechos por personas convencidas de que tales dibujos corresponden a cifrados
sobre tesoros ocultos. El carupanero Bartolomé Tavera Acosta, cronista de
Guayana, cuenta que a finales del siglo pasado el cura párroco de Soledad hizo
destruir un petroglifo que tenía la forma de un falo por considerar, entre
prejuicios y perjuicios, que la tal piedra era más visitada que la misma
Iglesia.
Gallegos cuando estuvo por Guayana
acopiando material literario para su novela, le contaron la creencia de algunas
tribus, según la cual los petroglifos eran piedras hechizadas cuyos signos les
infundía temores y para sustraerse de sus encantos cuando algunos de sus
miembros navegaban junto a ellos se echaba ají en los ojos.
Según una leyenda indígena, los
Petroglifos constituyen el testimonio o constancia del paso de Amalivaca, dios
de los Tamanacos, por estas tierras después del diluvio.
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