Plaza Mayor, Plaza Principal o de la
Iglesia, Plaza de Angostura y finalmente Plaza Bolívar. Durante un tiempo fue
llamada también Plaza del Martirio en alusión al fusilamiento del republicano
General en Jefe Manuel Piar y otros revolucionarios.
En mayo de 1764 cuando Joaquín Moreno de Mendoza
cumplió el mandato del Rey Carlos III de mudar la capital de la provincia de
Guayana a la parte más angosta del Orinoco, fue conforme al Título Real del 4
de junio de 1762 ampliado con las instrucciones del día siguiente, suscritos
ambos en Aranjuez. No hubo un plano previo de fundación. El plano-proyecto de
lo que debía ser la ciudad lo realizó en el propio sitio y por orden expresa
del Gobernador Moreno de Mendoza, el cosmógrafo José Monroy que se hallaba en
Guayana desde la Expedición de Límites.
El plano de Monroy es el primero de la ciudad, pero en la
práctica sufrió modificaciones importantes como el de la ubicación del Fuerte
San Gabriel, Plaza Mayor y la Iglesia.
La Iglesia había sido ubicada en el plano al Norte de la
Plaza mayor y sobre área completamente independiente aunque colidantes.
Posteriormente el espacio de la Iglesia fue ocupado para inmuebles, entre
ellos, el palacio diocesano y pasó la Iglesia transformada luego en Catedral a
compartir por la parte Este el espacio de la Plaza Mayor.
El acta levantada por
Soublette y José Ignacio Pulido sobre la ejecución de la sentencia de Piar, 16
de octubre de 1817, identifícala como “Plaza Angostura”. Así se llamaba
entonces y la descripción que hace el legionario inglés John Roberton, alistado
como médico cirujano en el ejército Libertador, dice: “El piso de las calles está empedrado con pedazos de roca y piedra
caliza, y caminar por él es molestoso y hasta doloroso. En la parte occidental,
frente a la Casa del Congreso o Palacio, como también se le llama, la calle
está cubierta de ladrillos rojos y se ha convertido en un atractivo paseo. El
edificio mencionado del Congreso es de blancura perfecta, con excepción del
techo. Con su arte central alta entre las dos alas, con sus ventanas cubiertas
de celosías pintadas de verde, y su guardia permanente de soldados, se destaca
por su limpieza y distinción. Una iglesia al Este (la Catedral), una capilla al
Norte (en la Casa del Obispo), y una hilera de casas hacia el Sur, configuran
una plaza de tamaño considerable en el cual este edificio (el del Congreso de
Angostura) ocupa toda la parte occidental; desafortunadamente el centro (de la
plaza) está lleno de escombros y piedras, que deslucen el conjunto descrito. La
iglesia es de pobre apariencia y parece más bien una prisión que un sitio de
recogimiento religioso. Aquí se presta muy poca atención a los domingos.
Existen dos o tres buenas tiendas en la ciudad, donde se venden alimentos
secos, té, café, etc. Las casas de los pobres forman los suburbios. Las
barracas están situadas en la extremidad oriental, constituyendo una larga
extensión de tolerable apariencia. El hospital está en las afueras de la
ciudad, a unos tres o cuartos de millas, en un sitio grande coronado de
torrecillas (convento de San Francisco)”.
Visión Legionaria
Otra descripción de Angostura para 1818 la hace Eric
Lambert en su Libro “Voluntarios Británicos e Irlandeses en la Gesta Bolivariana”
apegado a los relatos de los legionarios ingleses William Jackson Adam en “Journal
of a Voyage to Margarita”, Gustavo Hippisley en Narrative of an Expedition 1.400
miles up the Orinoco”, J. H. Robinson en “Journal of an Expedition 1.400 miles
up the Orinoco “AG y Richard Longueville Vowell en “Campaigns and Cruoses”.
He aquí la descripción en la página 124: “El 13 de
septiembre Bolívar entró en Angostura y declaró la ciudad capital civil y
militar, como capital de la nueva república no era gran cosa, pero habría de
adquirir gran importancia en estos inicios de la lucha.
“Tenía entonces una
población de 5.000 almas, que había sido mayor antes del sitio. De forma
triangular Angostura se levantaba en la vertiente de una colina coronada por un
fuerte (Almacén de Pólvora). La base del triángulo, que era la calle mayor,
seguía la margen del río por encima de la marca de aguas altas. Cerca del
vértice se hallaba la plaza, de una hectárea aproximadamente, de la cual
partían siete calles colina abajo, cruzada por siete avenidas paralelas, que
terminaban cerca de la ribera.
“En la
cumbre del cerro había un pequeño fuerte (Almacén de Pólvora), debajo del cual
se veía un pintoresco convento (Convento de San Francisco en la Plaza
Centurión) que se había convertido en hospital. La plaza empedrada estaba flanqueada
en su lado más alto por la Casa de la Guardia, prisiones y cuarteles militares,
mientras que la Casa de Gobierno dominaba el lado más bajo. Entre las otras
edificiones estaba el Palacio Episcopal, una capilla y la vicaría, la
Magistratura, algunas oficinas y tres casas particulares.
“Más
allá del río estaban la Aduana y la Alameda, paseo que tomaba su nombre de
algunos hermosos álamos viejos, y unas cuantas mansiones propiedad de
acaudalados funcionarios y comerciantes, que pronto fueron ocupadas por el
almirante y el Jefe de Estado Mayor. El Gobernador patriota se instaló en el
palacio Episcopal y Bolívar se mudó a la Casa de Gobierno.
“Bordeando
la calle mayor había algunas casas de piedra, unas tiendas y una taberna con
billar y mesas de juego, donde la cerveza oscura tenía fama de excelente, pero
donde el melindroso de Hippinsley encontró el madera “pasadero”. En el extremo
oeste de la ciudad estaban las casas de los pobres, hechas casi todas de
bahareque”.
Plaza de Piedra y Monte
En 1820, Juan Bautista Dalla Costa (padre) desde la
Municipalidad y con las facultades amplias que tenía entonces el Procurador
emprendió importantes obras de urbanismo que comenzaron a darle fisonomía de
gran ciudad a la capital de la provincia.
Dalla Costa atendió preferencialmente el empedrado de las
calles, al aseo y ornato de la población, la arquitectura civil, el censo de la
ciudad, la fundación de escuelas, el alumbrado público, las franquicias al
comercio, la creación del mercado público, la limpieza y la apertura de
caminos, el problema de embarque de reses hembras para el extranjero y el de la
navegación por el Orinoco. Sin embargo, muy poco o nada se hizo por la Plaza,
tal vez porque el sitio socialmente neurálgico era la Alameda y la Plaza del
Mercado.
Para 1832, tiempos del Gobernador Pedro Volasteros, la Plaza
principal de Angostura aún se veía llena de piedra y monte llegando y
amaneciendo allí el ganado de los alrededores, según se desprende de una carta
de Monseñor Mariano Talavera y Garcés, quien se había propuesto de una vez por
todas concluir los trabajos de construcción de la Catedral.
La dicha carta decía: “Esta
capital sólo tiene un templo principiado de magnífica arquitectura y regular
capacidad, faltándole únicamente el techo y alguna pequeña obra en su
sacristía. Más de 40 años han transcurrido después de su fundación bajo el
gobierno de Centurión, y ni los impulsos religiosos, ni los de un pueblo
civilizado, han prestado hasta ahora movimiento al ánimo para perfeccionarle en
obsequio del Altísimo. Bajo un caney de azotea se adora al Creador, y las
oraciones dulces y fervorosas escasean, y se oprimen por su calurosa y estrecha
capacidad. Una plaza mal situada existe al lado de estas fábricas, en su
primitivo estado, llena de peñascos, basura y montes, pastando allí las
bestias”.
Para 1867 cuando el explorador Francisco Michelena y
Rojas se hospedó en ella le llamó la atención que de esa colina las calles
descendieran al río de Sur a Norte y que en su vértice se encontrara la Plaza. “La Plaza principal rodeada de regulares
edificios, entre ellos la Iglesia Catedral, aseada y de buen gusto, y el
colegio nacional, que además de llenar satisfactoriamente las necesidades de la
escasa población, tiene el mérito de haber servido para la instalación del
segundo Congreso de Venezuela, en circunstancias que casi todo el país se
hallaba ocupado por los Españoles, el que tuvo lugar el 15 de febrero de 1819,
9 años después de hecha la declaración de la independencia. Allí fue también
donde los representantes de Venezuela y N. Granada, crearon y oficialmente
anunciaron al mundo la existencia política de Colombia”.
Plaza Bolívar
“Plaza Bolívar” se denomina desde el 16 de junio de
1864 por decisión de la Asamblea Constituyente del Estado soberano de Guayana
que decretó levantar en su centro una estatua ecuestre del Libertador Simón
Bolívar, pero en vez de ecuestre se hizo pedestre cinco años después, bajo la
administración de Juan Bautista Dalla Costa Soublette.
Al efecto, el 28 de octubre de 1869, día de San Simón, fue
inaugurada la estatua del Libertador; vaciada en bronce, posiblemente en el
mismo molde hecho por el escultor italiano Pietro Tenerani para la estatua de
Bolívar erigida en la Plaza de Bogotá. El plano de la Plaza fue trazado por el
educador guayanés Régulo Machado, hermano de Tomás Machado, quien junto con el
General José Simón Briceño, doctor J. T. B. Siegert, José Lezama, Hilarión
Gambús y Andrés Jesús Montes, formó parte de la Junta designada por el Gobierno
Regional para llevar a feliz término esta
obra costeada a través de una gran colecta pública de 11.495, 43 pesos
captados en el Departamento Heres; 545,03 en el Departamento Yuruary; 434,25 en Upata y 71,50 en el Alto
Orinoco, para un gran total de 12.246,21
pesos.
La estatua fue colocada sobre un pedestal de mármol con
inscripciones en los cuatro costados y en torno al mismo había originalmente
siete postes de bronce rematados por tres faroles que luego fueron reducidos a
cuatro.
Imágenes simbólicas de los países libertados por Bolívar
circunda su estatua. Detrás la
representativa de la República de Venezuela; al noreste, la de Bolivia; al
Noroeste, Nueva Granada; al
Sureste, Perú y Suroeste,
Ecuador. Posteriormente y sin que se llevara a efecto se propuso una escultura
representativa de la República de Panamá.
Plaza del Martirio
“La Plaza del Martirio” solían llamarla los
angostureños tradicionales no sólo porque allí el General Manuel Piar fue
pasado por las armas en la tarde del 16 de octubre de 1817, sino también por el
fusilamiento en la misma de los militares Aniceto Maldonado y Félix Figuera, el
9 de agosto de 1824, por disposición del gobernador de la provincia de Guayana,
coronel José Manuel Olivares (1823-1828), contra el cual urdieron una
conspiración. Allí también fueron fusilados antiguos hombres de la caballería
de Piar, coronel Remigio Femayor, teniente Nicolás Quiroga y los sargentos José
Francisco Vargas y Justo Prieto, los días 5 y 6 de agosto de 1831 en plena
festividad de Nuestra Señora de las Nieves, patrona de la ciudad. Por orden del
comandante de armas, general Pedro Hernández, fueron presos y fusilados sin
fórmula de juicio y no obstante la amnistía general otorgada por el Presidente
de la República José Antonio Páez a todos los monaguistas sublevados contra la
separación de Venezuela de la Gran Colombia.
Para entonces la Plaza Angostura, llamada también Plaza de
la Iglesia, era toda una cuadra empedrada, pocos árboles, limitada por las
fachadas de los inmuebles construidos a su alrededor. Es a partir de su conversión
en Plaza Bolívar (1969) cuando se le da la conformación de hoy, cercada con
rejas y portones, pero un poco más grande, contígua con el lado occidental de
la catedral y separada de la fachada de los inmuebles por tres estrechas calles
a través de las cuales podían transitar los rudimentarios medios de transporte
de la época: carros tirados por bestias.
La Plaza, totalmente cercada con barandas de hierro forjado
y tres anchas y pesadas puertas, tenía postes y faroles, 16 bancos de madera y
hierro y tres piletas de cuyo centro emergían esculturas de hechura romana con
hilos de agua, el piso fue embaldosado con mollejones en 1900 siendo Presidente
del Estado el general Lorenzo Guevara.
En tiempos del General Eleazar López Contreras y siendo el
Dr. Ovidio Pérez Agreda, Presidente del Estado, dispuso reducir el perímetro de
la Plaza Bolívar a objeto de facilitar el tránsito de automóviles por la calle
Bolívar que resultaba estrecha. Se le asignó el trabajo a la Herrería de
Giuseppe Abati, ubicada en la avenida El Porvenir frente a la Laguna, y quien
tomó las previsiones para mantener los portones, pero una violenta decisión del
Presidente del Estado culminó con su eliminación definitiva por estimar que las
plazas públicas debían permanecer abiertas, sin horario, para el disfrute pleno
de la ciudadanía. Los portones permanecen desde entonces bajo custodia en el
fondo de la casa de José Abatí, hijo del herrero Giuseppe Abatí y son tan
pesados que se necesitaría la fuerza de 6 o 10 hombres para transportarlos.
Hasta entonces y desde mediados del siglo pasado se
acostumbraba abrir y cerrar la Plaza Bolívar de seis de la mañana a seis de la
tarde por cuestión de seguridad y para evitar las deyecciones del transporte de
tracción así como la incursión de animales realengos en los jardines de la
plaza.
Intervenciones
Bajo la administración del Gobernador ingeniero Jesús
Sanoja Valladares y con motivo del bicentenario del traslado de Santo Tomás de
la Guayana a la Angostura del Orinoco (1964), se sustituyó el embaldosamiento
de 1900 por un piso total de granito.
Luego, durante las administraciones de los doctores Alberto
Palazzi (1979-82) y Alcides Sánchez Negrón (1982-83) y con motivo del
bicentenario del natalicio del Libertador, la Plaza Bolívar fue objeto de otra
intervención, la tercera y la cual modificó bajo protesta de los vecinos,
además del pavimento, los elementos del entorno a la estatua pedestre del
Libertador, bajo la justificación de hacerla más funcional.
Los trabajos al costo de tres millones de bolívares
estuvieron a cargo de la contratista “Gobesfra”, la misma que construyó ese
adefesio o parche del Casco Histórico, llamado “Boulevard Bolívar”. El piso de
granito pulido fu
e sustituido por bomanite
liso y bomacrón tratando de sugerir la realidad del pasado y los alrededores
cubiertos con laja verde extraída de las lejanas canteras del Miamo y piedras
de cuarzo de la Gran Sabana.
La remodelación afectó asimismo algunas zonas verdes,
eliminó las tres Fuentes, reubicó y elevó la escultura de mármol que simboliza
a Venezuela, reubicó los postes-faroles próximos a la peana de la estatua, los
bosquecillos sustituidos por yerba rala y los tradicionales bancos
boulevarderos por otros modernos, más grandes y semicirculares.
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