También la mitología lo señala como Arbol del
Paraíso, pero, en todo caso, es una
variedad de palmera por donde respiran pantanos que al paso de las edades
geológicas se convierten en el petróleo del cual tanto dependemos así como del
Moriche, del Palmito, de la Coroba y del Pijiguao dependen nuestros nobles
indígenas.
Largos caminos de moriches se alinean y entrecruzan en
la gran extensión de Guayana. En sabanas despejadas como las del sur se
aprecian mejor las interminables sendas de estas elegantes palmeras por cuyos
pies discurre el agua donde abrevan la fauna propia del medio como también
viajeros, llaneros, campesinos y desde tiempo inmemorial las comunidades
primitivas.
En el último libro del Nuevo Testamento
escrito por San Juan Evangelista en la isla de Patmos en tiempos de Domiciano,
perseguidor de los cristianos y último de los césares, se habla por primera vez
del Arbol de la Vida, que dará sólo
doce frutos, uno por cada mes del año, del cual habrá de depender como de las
hojas de la misma planta la salud del nuevo pueblo que vendrá después del
Apocalipsis.
Tal vez algún misionero, en su afán
catequístico, asoció el símbolo mítico con las bondades del Moriche y le adosó
el cognomento en alguna de sus crónicas pasando así la bendita planta a
conocerse como Arbol de la Vida.
Además de Arbol
de la Vida, simplemente Moriche o
Gae-be se le dice también Arbol del Paraíso, especialmente en la
región deltana dado que alrededor de esta palmera y de sus frutos transcurre la
vida tranquila y cultural de los guaraunos. Hay una leyenda según la cual los
indios Panare se consideran hijos del Moriche así como los Waicas se creen
hijos de la Luna.
Otros mitos en torno de Amalivaca,
creador de la estirpe, tiene que ver con el moriche, pero lo más importante por
ahora es todo cuanto esta palmera y otras variedades proporcionan a los
habitantes autóctonos del Orinoco.
Los estudiosos de nuestras etnias han
dado a conocer que del corazón de esta milagrosa palmera los indios deltanos
extraen la yuruma, harina que les
sirve para la elaboración del pan casero. Asimismo tablas para el piso de sus
refugios palustres, gordos gusanos que comen cocidos o crudos y el mojobo,
especie de vino que mana del tronco hendido del vegetal.
Con la pulpa de las frutas forman
grandes pelotas amarillentas, tal es el ojiguari,
especie de queso de moriche que los criollos utilizan para hacer carato. La
parte inferior del cogollo, la más tierna, la aprovechan a manera de espárrago
para su alimentación y con la parte superior fabrican cuerdas, hilos, sogas y
cabuyas para chinchorros y alpargatas.
De los nervios más duros y gruesos de
las pencas de las palmeras, los Waraos fabrican flechas o dujo para la caza de los animales pequeños, y del vástago de las
pencas hacen boyas para pescar y para sus curiaras unas velas que les permite
viajar mejor por el río para alivio de sus brazos remeros, especialmente
corriente arriba pues Amalivaca y su hermano Vocci nunca se pusieron de acuerdo
para que el Orinoco tuviese dos grandes corrientes inversas, una para bajar y
otra para subir.
El carato de Moriche
El refrescante como energético carato
de moriche que consumen los bolivarenses durante las fiestas de la Cruz de
Mayo, como se ve, es de origen indio. Sólo que con las modernas licuadoras y
otras artes de la cocina actual, el típico carato nos resulta ahora más
refinado.
El fruto del moriche se recolecta
maduro durante la estación lluviosa, según nos enteró Doña Paula, una anciana
con más de 400 meses en el oficio, desde Laguna Vera hasta Caratal, donde los
moriches en columnas de dos y tres se enfilan siguiendo los caminos del agua en
valles, pantanos y sabanas.
En Ciudad Bolívar, La Paragua, Ciudad
Piar, la Gran Sabana, Delta y Sur de Anzoátegui y Monagas, el moriche pervive
no obstante la plaga de la depredación y la quema. Los hay de 15 hasta 30
metros de altura con hojas palmeadas de color verde oscuro brillante y una
intermitencia cinética imparable. Sus frutos de color anaranjado se vuelven
rojos al caer y rodar con las primeras lluvias para convertirse en semilla
propagadora de la especie o en manjar de quienes como el campesino y el indio
saben de su valor nutritivo.
Doña Paula explica que para llegar al
famoso carato que tanto agrada al guayanés, se empieza por terminar de madurar
el fruto dentro de un recipiente con agua, luego se desconcha, se raspa la
pulpa amarilla hasta la última cutícula de la semilla, se forma una masa, se
envuelve en hojas de plátano y ya está listo para el consumo, mezclado con miel
o simplemente en forma de carato, refresco o helado. Algunos campesinos
aprovechan la almendra del fruto. La secan, tuestan, muelen y finalmente
preparan una exquisita infusión que poco tiene que envidiarle al café.
El Palmito
El Moriche (Maurita Flexuosa), es la palma predominante
en la anegadiza región deltana del Orinoco, pero no la única aliada de la
cultura Warao. También lo es la Temiche (Manicara saccifera) y el Palmito
(Euterpe edulis).
La parte más tierna del cogollo del Palmito se
aprovecha como ingrediente del mejor antipasto. La verdad es que en conserva,
como se procesa ahora en las húmedas tierras de los Waraos, se parece a los
famosos espárragos que también con tallos comestiles, sólo que mundialmente más
conocidos y, por lo tanto, con una demanda mayor.
Los indios deltanos lo llaman yabakaba y los de Cuba y Honduras Manaca mientras los de Guatemala prefieren el término Manaco.
El palmito es una planta esbelta, delgada, como de
cinco o seis metros de altura que se regenera por semillas en zonas húmedas y
anegadizas como Delta Amacuro y Amazonas donde se localizan inmensas
plantaciones silvestres que han llamado la atención de los industriales que
ahora desde el Caño Merejina se dedican a su explotación y procesamiento en
conservas para el consumo nacional y la exportación.
La planta forma macollas de ocho y doce guías por
unidad que asegura estabilidad por área de explotación. De cada guía se extrae
el cilindro del cogollo de unos 30 centímetros que es la porción comestible, la
cual es procesada mediante cocción y sumergida en unos compuestos químicos para
ser enlatados. Igualmente el palmito es aprovechado de forma natural, mezclado
con legumbres y hortalizas o individualmente con mayonesa o salsa.
La Palmera Pijiguao
Ahora cuando nacionalmente se habla de “Los
Pijiguaos”, muy pocos saben el origen del nombre. Si preguntáramos,
responderían con toda seguridad asociando el término con la bauxita que en el
lugar de su nombre explota CVG-Bauxiven para reducirla a aluminio en las
modernas plantas del Caroní. Pero Pijiguao no es más que una palmera entre las
nueve especies que comprende el género Maurita,
de donde es también el Moriche, el Palmito y la Coroba, sólo que esta
variedad es espinosa, mide hasta 25 metros de alto y ofrece a los indios de
aquella serranía deliciosos frutos con los cuales elaboran alimentos semejantes
a los de la cultura warao.
La Coroba
La Coroba crece silvestre en la región occidental de
Guayana, desde el Sipao hasta Manapiare, y su aprovechamiento está centrado en
Caicara del Orinoco, donde elaboran con la harina extraída de su fruto unas
sabrosas arepas, posiblemente más nutritivas que las de maíz.
Los indios Tamanaco de cuya lengua
proviene el nombre (Coroibe), introdujeron la forma de su aprovechamiento a los
Panare que aún sobreviven en las montañas del Caura y el Cuchivero y de ellos
la ha heredado la población criolla. Los científicos la identifican como Jesenia Polycarpa Karst, nombre del
botánico que la describió por primera vez.
Es una planta de palmas bien
extendidas, pero relativamente baja. Su altura llega en algunos casos hasta
diez metros y al igual que las palmeras anteriores sus frutos se desgranan
maduros durante la estación lluviosa.
El procesamiento para obtener la masa
con la cual se hacen las arepas es casi idéntico al segundo en el caso del
Moriche para llegar hasta el carato. La diferencia estriba en que la pulpa
desprendida de la semilla es, al igual que el maíz, pilada y molida hasta un
punto que hace posible su mezcla con cuajada o mantequilla antes de su cocción
en budare. También con la masa, los habitantes de Caicara preparan una especie
de natilla, no tan refinada como la Norton, pero sí muy agradable al vernáculo
paladar criollo.
que bueno es el arbol de la vida..
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