Era una piedra preciosa de 155 quilates métricos, la más grande de Venezuela hasta ahora, hallada en material de relave allá en las alturas del Caroní, de manera casual, como el Cullinan I que resplandece en el cetro británico.
Jaime
Teófilo Hudson, alias “Barrabás”, junto con Israel Jaime, “Indio Soler” y
Rafael Solano, fue el autor del fabuloso hallazgo en las billiciosas tierras
mineras de “El Polaco”.
Siempre
hubo un polaco por esas minas del alto, medio o bajo Caroní. Recordemos a Kin
Kin Eugenierz, a quien catapultó la guerra desde la Polaska. Lo llamaban “El
Rey del Relave”, pero la piedra más grande encontrada por él no pasó de los
ochos quilates. La vendió por 15 mil bolívares y todo lo gastó en una noche de
farra con Barrabás. En el bar donde libaban remataron la única mujer que había
entre tantos mineros. El la ganó pagando cuanto le quedaba y al siguiente día,
trasquilado y enervado, estaba otra vez sobre las arenas desechas de los
barrancos.
Pero
aquellas tierras de nadie donde el Negro Barrabás se hizo famoso no las había
descubierto sino otro polaco. Por eso los mineros de Paraitepui y Surukun la
llamaban “La mina del Polaco”. Los polacos son buena gente y acaso por
católicos se identifican bien con el venezolano.
La mina
de “El Polaco” quedaba en las inmediaciones de Icabarú donde el comerciante
César Díaz Valor, por mucho tiempo su protector, tenía un bien surtido
establecimiento de víveres y mercancía seca.
Era el
año 1942. Mandaba en el Estado Bolívar el coronel Carlos Meyer, en pleno
mandato presidencial del general Isaías Medina Angarita, quien llegó a tener el
diamante en sus manos a los pocos días del hallazgo.
Todo
comenzó una fresca mañana del sábado 10 de octubre de 1942, cuando el pájaro
minerito lanzaba su agradable trino premonitorio y los dos hombres
rutinariamente relavaban el material de la quebrada, desechado por otros
mineros.
--¡Caray,
tan dura que es la vida del minero! –le dio por lamentarse entonces al Indio
Soler.
--De
veras que es dura, Indio, pero no es para tanto, mira que hoy tengo una grata
corazonada. Presiento que algo bueno nos va a ocurrir—lo alertó Barrabás
mientras sobre sus manos cóncavas y callosas giraba y chasqueaba la suruca.
Y algo bueno le ocurrió
Al
mediodía cuando el sol castiga de verdad y en la tierra de un hoyo de cinco
metros, Barrabás encontró la piedra con la cual sueña todo minero, la
imaginación popular, siempre fluida e hiperbólica, la dimensionó del tamaño de
una pera, pero la verdad que no era tanto ni tan pequeña; no obstante, se
estaba por casualidad ante la piedra preciosa hasta ahora más grande hallada en Venezuela.
La
piedra de 155 quilates (31 gramos) resultó ser de gran pureza y cuando los
compradores internacionales supieron del hallazgo se movilizaron y
llegaron hasta Santa Elena de Uairèn, pero tuvieron que regresar porque Barrabás junto con su abogado Matías
Carrasco y su financiador Gilberto Daly, con una guía del Vigilante de Minas,
Carlos Rangel Cárdenas, había viajado de Tumeremo a Caracas el 29 de octubre
para guardarla en el Banco Central de Venezuela hasta tanto le encontraran un
buen destinatario a la gema.
Enterado
el Presidente de la República quiso ver la piedra y conocer a Barrabás que no
encontraba donde meterse para resguardar su humildad de tanta admiración y
asedio. De manera que Jaime Teófilo Hudson viajó a Caracas muy bien cortejado,
visitó el Palacio de Miraflores y de allá salió la piedra con un nombre: “Diamante
Libertador”.
La
prensa nacional explotó el tema del hallazgo y la noticia trascendió más allá
de nuestras fronteras. La Casa Harry Winston de Nueva York se interesó y
gestionó su adquisición ofreciendo a los intermediarios medio millón de
bolívares, a quien los mineros la vendieron en 300 mil bolívares.
El
diamante de Barrabás fue examinado por el experto gemólogo mundial Adrián
Gracelli, quien en una impresionante ceremonia lo fraccionó en cuatro partes
para ser tallado. Del fraccionamiento resultaron una piedra de 40 quilates,
otra de 11.12, una tercera de 8.92 y la cuarta de 1.44 quilates. La mayor fue
vendida en subasta pública por 185 mil dólares.
El diamante mayor del mundo
El
diamante mayor del mundo, magnífica joya de 516 quilates, de una pureza y claridad
maravillosas, sigue siendo el Culinan I que, tallado en forma de
pera, resplandece en el cetro de Inglaterra. Este diamante forma parte de una
enorme piedra extraída en 1905 en la mina Premier de las colinas Transvaal, de
modo accidental, toda vez que el tropiezo de uno de los inspectores de la mina
contra algo que parecía dura roca hizo que se revelara su paradero a flor de
tierra. Pesaba en bruto 3.106 quilates y fue obsequiado por la Unión
Sudafricana al rey Eduardo VIII de Gran Bretaña. Se obtuvieron de él 105
diamantes y el Rey bautizó el más grande, de 516 quilates, con el nombre de “Estrella Africana”. Los Culinan II, III y IV lucen en las
coronas de los monarcas británicos.
Uno de
los diamantes de historia más accidentada es el Koh-i-noor. Su origen se remonta a los monarcas hindúes, quienes le
atribuyeron virtudes maléficas junto con la cualidad de conceder poderío
universal.
El
diamante americano “Presidente Vargas”,
ocupa el tercer lugar entre las gemas mundiales. Fue hallado en el Brasil por
un granjero a la orilla del río San Antonio. El Orloff, diamante de 199 quilates, robado del ojo de un ídolo hindú,
fue regalado a Catalina La Grande de Rusia.
Recientemente
quedó subastado en Nueva York un diamante de 85.91 quilates en 9,13 millones de
dólares, cifra sin precedente en el mundo para una gema rematada. La subasta se
registró en la galería Sotheby`s en la que participaron tres postores. El
historiador de joyas Neil Letson la describió como “una gota de luz congelada, un
regalo de la naturaleza concebido hace 400 millones de años, traído ahora a la
realización plena de su perfección por el genio inventivo del hombre”.
Letson
calificó la piedra como “levemente por
debajo del Culinan III, ahora entre las joyas de la corona británica, y un poco
por encima del diamante Spoonmaker, en el museo Topkapi de Estambul”.
La fiebre del Diamante
El
Diamante de Barrabás se transfiguró en señuelo para mucha gente del país y de
países vecinos que soñaba y sueña con hacer fortuna de la noche a la mañana.
Del Brasil, Colombia y la Guayana Británica comenzaron a llegar forasteros, lo
cual obligó al Gobierno Nacional a constituir la Comisaría de Roraima con base
en Santa Elena de Uairén.
Durante
ese año de 1942 la producción de diamantes de libre aprovechamiento se situó en
34.047 quilates y a partir de allí se mantuvo sostenidamente en ascenso, pues
de 1913 cuando comenzó la explotación hasta entonces, la producción había sido
tímida. La más alta que se conoce es la de 1974 cuando alcanzó 1.248.979 quilates
y la de 1975 con 1.055.331 quilates.
La busca
de diamante, complementaria a la del oro, permitió que se formaran pequeñas
localidades como La Faisca, la cual llegó a tener una población de 3 mil
habitantes. Esta población, al igual de otras, desapareció al emigrar los
mineros atraídos por “bullas” como la de Parupa, Río Claro, El Merey, Playa
Blanca, San Salvador de Paúl y Guaniamo.
La segunda piedra más grande
Los
bolivarenses no conocieron de otra piedra preciosa importante sino 26 años
después de la de Barrabás. La encontró un humilde minero de nombre Victor Jesús
Túnez, de 35 años de edad y natural de El Palmar. La piedra pesó exactamente
57.35 quilates métricos y fue la primera por su forma y pureza hallada en
Venezuela, pero la segunda por su dimensión después de la de Barrabás.
El
diamante de casi 58 quilates fue justamente hallado en un barranco hecho por
Túnez entre La Guaimita y La Salvación y en el propio lugar fue vendida por 85
mil bolívares al italiano Rugo Leonello, asociado con Antonio Rossi, quien
manufactura diamantes en Toronto, Canadá. Allá fue a tener la segunda piedra
preciosa más grande hallada en Venezuela.
Carlos Amaya, amigo de Barrabás
El
veterano minero guayanés Carlos Amaya, era coetáneo con Barrabás. El primero
nativo de El Manteco en 1916 y de El Callao, el segundo en 1917. Ambos se
hallaban en las minas de Urimán en cuya jurisdicción estaba la llamada mina d El
Polaco. Se conocían. Eran amigos y en la zona recuerda Amaya que sacó 200 mil
bolívares durante una semana que para los años 40 era bastante. Así mismo la
piedra preciosa más grande obtenida en su vida de minero. La vendió en 10 mil
bolívares. Para entonces el diamante como el oro era baratísimo.
--¿Fue
allí donde Barrabás también consiguió la piedra de 155 quilates? –preguntamos a
Carlos Amaya en cierta ocasión que lo encontramos en el negocio de Emilio Ruíz.
--La de
Barrabás fue en el Río Surukún, cerca de Paraitepuy. Yo la vi, la tuve en mis
manos. Era muy bonita. Parecía una pepa de jobo con la diferencia de que era
blanca, blanca, sin ningún defecto. Tenía unos poros que uno le ponía la lupa y
se veía hasta el otro lado.
De esa
época eran Serafín Sifontes, el Negro Díaz, Carlito Fernández, Miguel Alcalá,
el Negro Odremán, Rafael y Roberto Lezama, mineros buenos de verdad, mineros de
envergadura que se hundían hasta cuatro meses seguidos en la montaña y que
explotaron buenas minas muriendo, sin embargo, pobres.
Murieron
tal vez pobres como Barrabás. Porque este minero calloense de ascendencia
trinitaria, malgastó en poco tiempo el producto de su gran diamante.- Quedó
como el primer día. En los años sesenta,
convencido de que su mejor momento había pasado, dejó de incursionar las minas
y se dedicó a explotar un negocio denominado “La Orchila” en la región de Icabarú
bajo la protección de César Díaz Valor. Finalmente, en Tumeremo, donde falleció
(01-06-92), impactado por un infarto al corazón, tenía montado un pequeño
negocio llamado “La Fortuna”.
Cuentan
que los buscadores de diamantes cuando visitaban La Orchila terminaban cantando
en la cumbre de su jolgorio una vieja tonada inspirada en el hallazgo de
aquella hermosa piedra brotada de la extinta bulla minera de “El Polaco”: “El
diamante de Barrabás, el viento se lo llevó”.
Excelente relato. Me ha refrescado los recuerdos de esta vieja historia. Gracias Américo.
ResponderEliminarLA HISTORIA DE UN MINERO..
ResponderEliminarmuy buen recuento tuve el placer de conocer al negro Barrabás como se conocia en el año 1988 en una parada que hice con mi esposa en Tumeremo rombo a la gran sabana no en busca de oro o diamantes del "MINERO" sino como TESTIGO DE JEHOVÁ para predicarle a las personas como conseguir una vida llena de satisfaccion y propósito al estudiar la Biblia y conocer el Nombre propio de Dios.
ResponderEliminarconocí a barabas personalmente y me contó su historia de hallazgo,sentado comiéndome unas empanadas y refresco en su naguara la entrada de tumeremo
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