Joaquín
Moreno de Mendoza, reubicador de la antigua Santo Tomás de la Guayana en la
Angostura del Orinoco echó los cimientos de la que es hoy una de las más bellas
iglesias del tipo catedralicio indio de Venezuela. También la más alta (44
metros la torre y 26 la nave central), la única de la etapa colonial construida
por ingenieros y la que mayor tiempo tardó en erigirse.
El
Gobernador Moreno de Mendoza la concibió como una Iglesia de tres naves y
así la sugirió a Su majestad el Rey de
España. Precisó en 1766 que tenía que ser, al menos, una iglesia parroquial de
50 varas de largo y 30 de ancho, cuyo costo estimó entre 30 mil y 40 mil pesos.
Por lo tanto, propuso que se iniciaran de inmediato los trabajos con la cuarta
parte de los diezmos de su distrito.
Carlos
III que había ordenado poner en otro pie, más estable y seguro, a la capital de
la provincia, respondió instruyendo al Virrey de Santa Fe para que sobre los
4.000 pesos que con anterioridad había dispuesto para la fábrica de la Iglesia
de Angostura, agregara la remesa de otros 2.000, pero señalando como
recomendable el que José Solano y Bote, a la sazón Capitán General de
Venezuela, intervenga para que la iglesia se construya conforme a planos
previamente elaborados.
Siendo
así, Solano procuró los servicios del ingeniero Bartolomé de Amphoux, quien se
vino de Cádiz con ese propósito el 9 de marzo de 1767, cuando recién se había
posesionado de la Gobernación, Manuel Centurión Guerrero de Torres, por
renuncia del fundador don Joaquín Moreno de Mendoza. El primer informe de
Amphoux dejaba entrever que las preliminares estimaciones de costo de la
fábrica estaban muy por encima de las necesidades reales del momento y sobre un
proyecto de 17 mil pesos comenzó a trabajar hasta 1770, año en que fue sustituido
por el ingeniero José Espelius.
Centurión
al principio era partidario de construir una iglesia modesta con los 6 mil
pesos librados por las cajas de Santa Fe, pero Solano lo convenció de que tenía
que ser una iglesia más digna y costosa conforme los planos de Amphoux.
La obra
de “buen material, piedra, cal, ladrillos, con fuertes cimientos, paredes y
columnas” había agotado los seis mil pesos a la altura de seis varas de
construcción. Por lo que el Gobernador Centurión dispuso impuestos como el del
guarapo de caña, remate de juegos de gallo y otras obvenciones, destinados a la
continuación de los trabajos. Una vez finalizados éstos, el propósito era que
los beneficios impositivos continuasen a favor de la construcción de un
Hospital.
En 1772,
Centurión entró en contradicción con el ingeniero Espelius por los costos y
marcha de los trabajos. De manera que solicitó al Rey su reemplazo, lo cual se
hizo efectivo en 1775 cuando fue sustituido por el ingeniero Juan Antonio
Perelló, a quien se le ordenó su traslado desde Cumaná donde se hallaba.
Iglesia sin muchas pretensiones
El
ingeniero Perelló llegó justamente cuando Centurión pasó a otro destino y había
dejado provisionalmente en su lugar a José de Linares. Antes de proseguir los
trabajos levantó un informe sobre la situación de la fábrica y encontró que a
la fecha se habían invertido 32 mil pesos seis reales en trabajos de
excavación, construcción de mampostería, madera y otros materiales
empleados. Asimismo halló defectos de
construcción en la bóveda del templo, toda vez que las paredes a sostenerla
carecían de estribos suficientes. Por otro lado, el macizo de las paredes de
las bóvedas estaba hecho en su mayor parte con una mezcla de dos porciones de
tierra, una de arena y otra de cal que ponía en duda una larga duración de la
obra.
Para
concluir la Iglesia con arreglo a los perfiles y planos de elevación de la
fachada, el ingeniero planteó una nueva inversión de 43.219 pesos, reducibles a
19 mil en caso de que se decidiera “un
corte, excluyendo bóvedas y media naranja, cubriendo sólo con tejado y elevando
la fachada a 5 varas más de altura para los ornamentos de sus pilastras y
frontón”.
Luego de
Linares, los trabajos prosiguieron a duras penas con los sucesores gobernadores
Antonio de Pereda Lascanótegui y, Miguel Marmión, quien prácticamente paralizó
los trabajos al desviar los fondos para la construcción de una cárcel.
Entonces el ingeniero Perelló renunció y al frente de
la obra quedó su ayudante Melchor de Gerona (1788).
Erigida la iglesia en Catedral
Estando
Marmión de Gobernador y ya finalizando su período, el Papa Pío VI creó el 20 de
mayo de 1790 la Diócesis de Guayana, a petición del Rey de España Carlos IV a
través de su Ministro Plenipotenciario en Roma, don José de Azara, para
independizarla de la autoridad eclesiástica de Puerto Rico.
Para
ejercerla preconizó a Monseñor Francisco de Ibarra y Herrera, Obispo de la
Diócesis, con jurisdicción sobre toda la Guayana española y la Nueva Andalucía
que entonces abarcaba Cumaná, Nueva Barcelona, Maturín, Delta Amacuro y las
islas de Trinidad y Margarita.
Pero
Monseñor de Ibarra no entró en posesión de la nueva Diócesis sino
inmediatamente después del 27 de mayo de 1792 cuando ocurrió su consagración en
Puerto Rico. Ejercía la Gobernación desde 1790, Luis Antonio Gil, quien planteó
al Rey de España la necesidad de ampliar la fábrica.
Por su
parte, Monseñor de Ibarra se quejaba ante Su Santidad diciéndole que la Iglesia
que le habían asignado como Catedral estaba con “las paredes sin enrazar de la
puerta mayor al crucero y, desde allí, a su capilla mayor, (y) colaterales a la
mitad o menos de alto, sin sacristía”. Asimismo que la longitud total
de la fábrica era de 53 varas y que era menester ampliarla y terminarla.
Monseñor
de Ibarra estuvo hasta 1799 que fue designado primer Arzobispo de Caracas, al
frente la Diócesis y en su lugar fue preconizado y consagrado Monseñor José
Antonio García Mohedano (introductor del café en la provincia de Venezuela),
quien en 1802, informó al consejo de Indias que los trabajos de la Catedral se
hallaban detenidos porque el ex Gobernador Miguel Marmión había dispuesto la
renta del estanco del guarapo para proseguir la fábrica de la cárcel. “En
fin -se lamenta-, la Iglesia de Guayana nada menos parece que Catedral y puedo
asegurar a S. M. que las funciones del culto divino se celebran con más
esplendor y decoro que en ella, en las pocas iglesias de las rurales”.
Los
oficios religiosos se realizaban en la sala de la Casa Episcopal que se supone
es la que está al frente de la Catedral y que todavía conserva en su
frontispicio el Escudo de la Diócesis. Los ornamentos, alhajas, utensilios e
imágenes pertenecientes a la Catedral se guardaban en casas particulares. Y
mientras llegaban los recursos solicitados, a Monseñor José Antonio García
Mohedano lo sorprendió la muerte el 17 de octubre de 1804, casi octogenario y
sus restos fueron inhumados en la propia e inconclusa Catedral.
Después
de García Mohedano vino Monseñor José Ventura Cabello, el último obispo de la
Colonia, fallecido en una isla deltana luego que los españoles abandonaran la
ciudad de Angostura sitiada por los patriotas. Eran tiempos de guerra, de
escasez y crisis religiosa.
Inauguración de la Catedral
Para el
24 de diciembre de 1828, cuando su Santidad el Papa León XII preconizó a
Monseñor Mariano Talavera y Garcés, nativo de Coro, Vicario Apostólico de
Guayana para llenar un vacío de 26 años producido por el proceso de la Guerra
de Independencia, la Catedral parecía un proyecto mayor a los esfuerzos y recursos
hasta entonces invertidos en su terminación.
Talavera
y Garcés se posesionó de la Diócesis en marzo de 1830 en pleno proceso de la
separación de Venezuela de la Gran Colombia que culminó el 22 de septiembre de
ese año con la aprobación de la Constitución del país. Monseñor Talavera se
resistió a jurar esta Constitución y por ello fue expulsado a Trinidad el 21 de
enero de 1831. Allanadas las dificultades, regresó a Angostura y en 1832,
conjuntamente con el Gobernador Pedro Volasteros, produjo un documento dirigido
a llamar la atención del Gobierno de Páez y autoridades religiosas en torno al
estado de la principal iglesia de Guayana.
“Esta
Capital –decía el documento- sólo tiene un templo principiado de magnífica
arquitectura y regular capacidad, faltándole únicamente el techo y alguna
pequeña obra en su sacristía. Más de 40 años han transcurrido después de su
fundación bajo el Gobierno de Centurión, y ni los impulsos religiosos, ni los
de un pueblo civilizado, han prestado hasta ahora movimiento al ánimo para
perfeccionarlo en obsequio del altísimo. Bajo un caney de azotea se adora al
Creador, y las oraciones dulces y fervorosas escasean, y se oprimen por su
calurosa y estrecha capacidad. Una plaza mal situada existe al lado de estas
fábricas; en su primitivo estado, llena de peñascos, basuras y montes, pastando
allí las bestias”.
Ante
tan penosa situación, Monseñor Talavera puso en juego todos los recursos de su
influencia y dignidad para de una vez por todas concluir la Catedral. Logró
recabar entre los fieles de una población de ocho mil almas, 19 mil pesos con
los cuales la Catedral, sin la Torre, fue concluida y bendecida el 25 de marzo
de 1841, un año antes de finalizada su gestión para darle paso a Monseñor
Mariano Fernández Fortique, quien designó una Junta formada por el Vicario Fray
Arcángel de Tarragona, Santos Gáspari y Merced Ramón Montes para gestionar la
terminación de la Torre.
Pero la Catedral concluida con tanto afán
por Monseñor Talavera y Garcés no era la misma diseñada por el ingeniero B.
Amphoux. El deseo de terminarla, la dejó sin imafronte, es decir, sin su
segundo cuerpo de fachada, y las pilatras fueron coronadas con cuatro pináculos
y entre las dos centrales se le construyó un remate con hornacina para una
imagen y sobre ella una cruz. Posteriormente fue objeto de otros trabajos,
entre ellos, una placa de cemento sobre vigas en las naves laterales y la
sustitución del Altozano por una escalinata semicircular construida por el
Gobierno Regional (Silverio González) (1924-1930) que se iniciaba en las calles
Igualdad y Bolívar.
La Catedral actual
La
Catedral actual podríamos decir que es el resultado de una apasionada gestión
del arzobispo Crisanto Mata Cova, quien contó en todo momento con la
colaboración del diputado Juan Manuel Sucre Trías, para entonces presidente de
la comisión de Finanzas del Congreso. Data del 15 de febrero de 1979, cuando
fue terminada su reconstrucción y restauración siguiendo los planos originales
del ingeniero Bartolomé de Amphoux, localizados en los Archivos de India por
gestión del Gobierno Nacional que asignó seis millones de bolívares para los
trabajos correspondientes.
Las
elegantes escalinatas que le daban mayor prestancia y menos aislamiento a la
Catedral fueron sustituidas por el altozano original y sobre el mismo colocada
una escultura de Santo Tomás, patrono de la antigua capital de la provincia y
el Reloj de la Torre que había sido dañado por una tempestad eléctrica, fue
reemplazado por uno moderno hecho en Holanda y cuyas campanadas, cada cuarto de
hora, acompasan el coro del Himno del Estado Bolívar. La Torre, de 44 metros,
tiene ahora 13 campanas: cinco del Reloj, las tres viejas y cinco nuevas
agregadas que operan por sistema eléctrico desde la sacristía.
Los
trabajos, apegados al concepto artístico del neoclacisismo, fueron dirigidos
por el arquitecto Graciano Gasparini.
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