Este preparado de abolenga raíz
indígena, científicamente formulado por un médico alemán enrolado en la causa
emancipadora, se fabrica en Trinidad desde fines del siglo diecinueve por causa
de los gravámenes que había decidido imponer el gobierno del Presidente
Antonio Guzmán Blanco.
De manera que lo que era nuestro, ahora no lo es y en el
fondo los bolivarenses no saben a quién responsabilizar, si al Gobierno
guzmancista por incrementar las obligaciones
Impositivas que siempre están en la agenda del día o a los descendientes
de Siegert por buscarle una salida tan enteramente crematística al problema.
Habría que pensar que si Juan Teófilo Benjamín Siegert,
inventor y fabricante del Amargo Angostura, no hubiera muerto el 13 de
septiembre de 1870, habría hecho cualquier cosa, menos llevarse de Angostura el
amargo que le había dado fama tanto a él como a la capital de Guayana en el
mundo entero.
La aromática como aperitiva y febrífuga bebida tenía gran
demanda tanto en Venezuela como en todo el concierto de las Antillas, Estados
Unidos, Inglaterra e importantes ciudades del resto de Europa.
Mister Wiston Churchill era adicto al amargo y los turistas
que visitan el “Ron Q” de Puerto Rico lo hacen atraídos por los deliciosos
coktailes equilibrados con las oscuras gotas del “Angostura Bitter”. Lo igual puede decirse de algunos sitios de
Alemania donde asombrosamente existe un cuadro denominado “Monumento al Amargo Angostura”
conservado en uno de los Museos de Berlín.
En Hong Kong, por ejemplo, uno de sus avisos publicitarios gigantes,
está destinado a promocionar la legitimidad del amargo en consideración a que
existe diversidad de imitaciones.
Aquí mismo en
Ciudad Bolívar, Teodoro Minhard en 1875 y los Hermanos Mathinson, en 1885,
trataron de llenar el vacío fabricando productos similares, pero éstos jamás
pudieron competir. El Amargo
Angostura de Siegert, mudado a la vecina Isla de Trinidad, seguía y
sigue mandando en el mundo a pesar de que ya no utiliza la corteza de una
variedad de quina que se producía en las Misiones del Caroní. De todas maneras se prepara con arreglo a la
fórmula original, en Puerto España, por la Compañía Bitters (Dr. JGB Siegert &
Sons) Litd Sucesores.
J. T. B. Siegert, médico cirujano berlinés que sirvió
en el ejército de su país en guerra contra Napoleón, llegó a la Angostura del
Orinoco el Primero de agosto de 1820 para integrarse como médico cirujano al
ejército patriota que luchaba para independizarse del colonialismo español.
Siegert tenía
24 años de edad y antes de llegar a Angostura había estado cinco mese en la
Isla San Thomas, a donde arribó el 25 de febrero de 1820 después de haber
embarcado en Hamburgo junto con el Barón Von Eben, amigo de Luis López Méndez,
agente diplomático de los patriotas en Londres y quien recomendó a Siegert que
deseaba venirse a América después de un problema con su hermano Juan Teófilo
por cuestiones de dinero.
Angostura para
esa fecha tenía una Guarnición de 100
hombres y 200 milicianos. Sus
zonas de mayor movimiento eran la calle El Comercio, la Plaza Angostura y el
Hospital Militar que funcionaba donde está hoy la Plaza Centurión, en área del
abandonado Convento Francisco. Aquí en
este Hospital comenzó a trabajar como médico traumatólogo con un sueldo de 80
pesos mensuales y bajo la dirección del doctor Burton. Tres años después, el 4 de julio de 1823,
adquirió la ciudadanía grancolombiana.
Para entonces ya Venezuela era un país totalmente libre y Angostura,
menos agobiada por los asuntos de la guerra y la política, comenzaba a fortalecerse como plaza comercial del sur y
tercer puerto más importante del país.
Las
transacciones comerciales se hacían prácticamente en las arenosas playas
orinoquenses. Con un peso se podía
comprar 30 libras de carne de res y 3 libras de casabe por medio centavo. Una tortuga de 120 libras costaba dos pesos y
con medio centavo se podía comprar una cesta de 15 sapoaras. Abundaba la carne de animales de caza como
venado, faisanes y patos, pero también abundaban enfermedades terribles de la
selva como la malaria y la fiebre amarilla que los guayaneses trataban con
corteza de quina macerada con ron y que
más tarde con otros ingredientes botánicos Siegert convertiría en su famoso
Amargo Angostura.
Angostura para
la época de Siegert no llegaba a los cinco mil habitantes. El distrito federal apenas si doblaba la
cifra. El Alto Orinoco acusaba un censo
de 569 habitantes y 740 en todo Río Negro y Casiquiare como se llamaba entonces
al hoy Territorio Federal Amazonas, pero el puerto angostureño siempre estaba
animado de fragatas, goletas, falcas, piraguas y balandras. En el Barrancón No. 8 como se llamaba la
parte oriental del Paseo Orinoco se remataban esclavos negros bozales de ambos
sexos traídos por barcos negreros de la costa africana.
Angostura tenía
fácil comunicación con Europa y Las Antillas, dada su proximidad fluvial con el
Atlántico. Esta circunstancia
estratégica la favorecía en el comercio de importación con influencia directa
tanto en la propia provincia de Guayana como sobre la parte sur oriental y sur
occidental de Venezuela.
Los veleros de
ultramar tomaban entre 18 y 20 días en cubrir la ruta Europa – Angostura y de
regreso la travesía era más penosa, tardaba hasta un mes. El comercio interno con Barinas era bastante
movido. Con destino a la Angostura la
occidental provincia despachaba ganado mular, cacao, añil, algodón, azúcar y de
regreso iban los productos manufacturados que provenientes de Europa se
recibían en Angostura. El llamado eje
fluvial era entonces superactivo. Se
remontaba el Orinoco hasta Cabruta.
Luego se subía el río Apure vía San Vicente y finalmente se tomaba el
río Santo Domingo para llegar a Barinas.
Siegert, muchas veces, hizo esa navegación para cumplir con sus
obligaciones asistenciales y explorar las posibilidades de la medicina
botánica.
Los
angostureños y demás habitantes del Orinoco sentían entrañable respeto por el
médico alemán hasta el punto de llamarlo “Padre”. Lo consideraban un patriarca. El propio Siegert lo confiesa en una carta
que guardan celosamente sus descendientes directos María Siegert Grus e Hilda
Siegert Mariani, casi toda una vida conectada con la C. A. Electricidad de
Ciudad Bolívar.
Siegert, quien
además del alemán hablaba francés, castellano e inglés, se casó en Angostura,
primero en 1827 con María del Pilar Araujo y luego en segundas nupcias con la
diecisiete añera Bonifacia Gómez Saa, en 1830.
Este año llegó a ser Director del Hospital, posición que ocupó durante largo tiempo. De los dos matrimonios nacieron Carolina de
Las Nieves, María Carlota, Juan Benjamín, María del Carmen, María Bonifacia,
Trinidad, Carlos, Luis y Alfredo. Los
tres últimos fueron quienes decidieron reubicar la fábrica del amargo en
Trinidad.
En 1833,
Siegert fue admitido como miembro del Consejo de Médico Real de Halbertadt, al
cual ya pertenecía su hermano Juan Teófilo, médico cirujano como él y con quien
al parecer nunca pudo reconciliarse, aún después de 1932 cuando decidió
reanudar las relaciones con su familia.
Como Teniente
coronel que era, solía este médico alemán uniformarse haciendo resaltar su aire
prusiano. En las ocasiones especiales
vestía casaca de tela azul oscura con cuello y ribetes bordados de plata,
espada al cinto y sombrero; pantalones azul oscuro de cachemira blanca con
galones plateados a lo largo de la pierna, guantes de cuero blanco y un bastón
con empuñadura dorada. Montaba caballo y
tenía buenos ejemplares de carrera. Le
gustaba tomar cerveza importada de Inglaterra y Norteamérica. Le atraía el baile y la música que ejecutaba
en un piano forte que había hecho traer de Lubeck por 300 pesos. Era muy amigo de Dalla Costa y George
Blohm. En 1867 presidió la Junta que
promovió los fondos para erigir la estatua del Libertador en la plaza mayor de
Angostura. Mucho antes, 1848, el
Gobierno de José Tadeo Monagas lo había distinguido con el titulo de “Médico
Cirujano de los Ejércitos de la República” y concedido licencia indefinida con
el goce de las dos terceras partes del sueldo.
Siegert ejerció la medicina hasta 1858 cuando se retiró a la vida
privada para morir doce años después.
No obstante sus
méritos como médico cirujano, traumatólogo, farmacéutico y hombre de
importantes iniciativas cívicas, JTB Siegert es más conocido por su Amargo
Angostura, producto que es difícil decir que lo inventó, pues de alguna
forma ya era conocido en toda la provincia.
El lo que hizo, en todo caso, fue patentizarlo y perfeccionarlo
científicamente.
Siegert había
estudiado los beneficiosos efectos de la corteza del quino, prodigioso árbol de
las altas regiones de los Andes americanos cuyas propiedades medicinales los
aborígenes ocultaron por mucho tiempo a los españoles.
Había estudiado
la corteza del quino y sabía también de muchas otras plantas medicinales
observadas y relacionadas por botánicos que exploraban las selvas
americanas. Por eso, cuando se alistó
como teniente coronel del ejército patriota y cirujano mayor del Hospital de
Angostura, entabló relaciones con su sobrino Kunzel, gran botánico de Berlín,
para proponerle un plan de recolección y estudio de plantas medicinales con
fines farmacológicos.
Durante sus
periódicas visitas a los pueblos del interior de Guayana tratando enfermos y buscando plantas, Siegert
verificó lo que le había comunicado su esposa, que en las Misiones del Caroní
los nativos utilizaban la corteza de la cuspa contra las fiebres.
Esta corteza
llamada también “Corteza de Angostura”, “Quina de las Misiones del Carona” y “Cúspira
Febrífuga” la utilizaban los nativos después de cocida, por vía oral,
contra la fiebre, cólicos y baños contra las úlceras y hemorroides. Interesado por este preparado casero, estudió
por un tiempo la planta y luego con otros aditamentos logró una fórmula más
completa que al principio regalaba y posteriormente vendía en sus boticas de Ciudad Bolívar y
Upata, las primeras fundadas en estos lados del Orinoco.
Rápidamente el “Amargo
Angostura” tomó cuerpo y fama como bebida aromática, aperitiva y
febrífuga. Su demanda no se hizo esperar
en el resto de Venezuela y puertos extranjeros
con los cuales la capital de la provincia tenía fluida comunicación.
En una noble
casona, la marcada con el número 29 de la calle Igualdad, frente a la Catedral,
estaban las instalaciones del Amargo Angostura, desmanteladas en tiempos de
Guzmán Blanco para desde la vecina isla de los colibríes continuar agradando el
paladar de los catadores del mundo.
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