viernes, 30 de junio de 2017

La Sapoara

          Este legendario pez del que los ictiólogos aseguran no se ha encontrado todavía otro igual en el mundo, es puramente bolivarense. Habita las aguas del Orinoco, entre Caicara y Parital, se alimenta de microorganismos, no muerde anzuelo, sólo es posible capturarlo con esparavel y, según la leyenda, es cebo de las guayanesas para atrapar forasteros.


         La gente se acoda en el antepecho del malecón bajo el ardiente sol de agosto esperando que un rayo haga platear la piel de la sapoara enmallada en la red del pescador.
         Cuando ocurre, sus ojos sintonizan el brillo ocular del atarrayador y entonces la gente se vuelve espiga y brisa en el escenario del río.
         No es fácil capturar la exquisita pieza de rebalse que tanto halaga el paladar del nativo. El ribereño endurece su músculo lanzando sin cesar la red piramidal, faralada con un rosario de plomo que reza en círculo sobre el río.
         El hombre parece no agotarse. La oración del pan hace platear la sapoara bajo el resplandor y haces de manos excitadas intentan poseerla y la poseen. Más tarde, un rito de familia esponjará su orgullo gastronómico al ritmo del condumio y el invitado quedará aprehendido por la magia del sabor y la leyenda.
         Recordará seguramente a Manuel Ladera: “Pues ya usted verá si será agradable la fiesta. Aquellos montes azules son los de Nuria y ese farallón es la famosa Piedra de Santa María, de donde brota un agua que viene a representar aquí lo que la cabeza de la sapoara representa en Ciudad Bolívar: cebo para atrapar forasteros...” o tal vez aquel merengue en Do mayor del compositor margariteño Francisco Carreño o el romance de Héctor Guillermo Villalobos atrapando con el esparavel de su canto la emoción del río convertida en sapoara.
         Los biólogos Daniel Novoa y Freddy Ramos no la cantan, no la musicalizan, no la narran como una vez lo hizo Gallegos; pero la han vivido intensamente en cada una de sus partes disecadas cuando durante un tiempo la capturaban, la marcaban con una placa metálica en el opérculo y luego la devolvían al río para obtenerla de nuevo sabe Dios cuándo y someterla al sacrificio de la ciencia.
         La sapoara es puramente bolivarense. No existe en otra parte de la geografía del planeta que se sepa. Ni siquiera en el sur de Guayana, ni más allá del Caura, ni más adentro del Caroní. El marcaje ha servido para determinar que la sapoara, una vez que sale de los rebalses cumple un periplo migratorio entre Caicara y Parital, 25 kilómetros antes de llegar a Puerto Ordaz. Pero aún cuando se pesque en Caicara, Las Majadas, Mapire, Borbón y las Bonitas, es frente a Ciudad Bolívar donde se vive y siente la pesca de este singular pez, con la viva connotación de un espectáculo popularmente emocionante y festivo.
         Mientras el río crece, no hay pesca. La sapoara aparece cuando el Orinoco tras alcanzar su máximo nivel comienza a cabecear, entonces es el jolgorio de la pesca y de los precios que suben y bajan de acuerdo con la cosecha del día.

Ciclo vital


         Se ha dicho que la sapoara nos viene de las lagunas o cuerpos de agua que el río deja mientras recoge sus aguas durante el estiaje; pero, según estos biólogos, nace en el propio río Orinoco y penetra a los rebalses o lagunas marginales durante la etapa juvenil, es decir, cuando tiene tres meses de edad, equivalente a 10 centímetros de longitud y 30 gramos de peso. Allí permanece dos o tres años en condiciones favorables de vida que difícilmente encontraría en otra parte. Al cabo de ese tiempo regresa al Orinoco aprovechando la crecida que hace conexión con las lagunas.
         Las investigaciones de marcaje hechas por Novoa y Ramos indican que el pez, una vez en el canal del río, se mueve hacia abajo en dirección de las corrientes que buscan hacia el Delta; pero luego, por factores desconocidos, regresa río arriba hasta encontrar lugares favorables para la reproducción, que han sido detectados al Oeste de Ciudad Bolívar a nivel de las poblaciones de Borbón, La Majadas, Mapire, Las Bonitas y Caicara. Aquí se prepara para el ciclo de desove que completará en el siguiente período de aguas altas. La migración masiva de la sapoara desde lagunas se inicia regularmente en la primera quincena de mayo cuando el río ya ha hecho contacto con las lagunas.
         Novoa y Ramos entrevén alguna similitud lejana de la sapoara con el ciclo del fabuloso salmón. El salmón se mueve instintivamente hacia cierto lugar del Pacífico cuando es muy joven. Permanece allí y regresa al río que es su lugar de origen, para la reproducción. En este caso se trata de una migración mixta de ecosistemas, vale decir, de río a mar y de mar a río. En el caso de la sapoara, es de río a laguna y de laguna a río.
         La sapoara que se captura de Borbón hacia Caicara suele ser  más grande y gorda; en cambio, la que se pesca de Borbón hacia abajo, rara vez es de la talla y madurez sexual de la que se atarraya en el Orinoco Medio. Se cree que en el sur comprendido de Borbón hacia Caicara la sapoara encuentra ambiente de vida muy favorable. Factores de tipo ambiental, características físico-químicas del agua, aspectos relacionados con su habitad y tipos de fauna o flora microscópica propias de su alimentación pueden encontrarse en esta zona del río a los cuales instintivamente se dirigen para permanecer y desovar.

Abundancia y escasez


         El que haya escasez o abundancia de sapoaras durante la temporada de agosto depende fundamentalmente del régimen hidrológico. Cuando el río crece intensamente, establece conexiones tempranas con las lagunas. Entonces las sapoaras pueden salir rápidamente de su confinamiento, entrar al río y ser capturadas. Cuando la conexión se hace tarde porque el verano ha sido bravo, se presenta irremediablemente la escasez. Otro punto de referencia que, por supuesto, también tiene que ver con el régimen hidrológico, es que cuando el río se aproxima o pasa de los 17 metros de altitud sobre el nivel del mar, hay buena cosecha de sapoaras y poca cuando no pasa de los 16 metros.
         Un sistema de monitoreo de control de pesca de la sapoara, durante la temporada, ha permitido a los biólogos determinar que anualmente se presenta una producción que oscila entre los 20 mil y 250 mil kilogramos. La producción máxima o menor depende, como ya se ha dicho, del régimen hidrológico del río. Alrededor de su captura se mueve un contingente humano del orden de las 500 personas que directamente se dedican a la pesca durante un período de 40 y 60 días.
         Los estudiosos de este ejemplar de la fauna orinoqueña han estimado la longevidad de la sapoara en seis o siete años. Lógicamente, la probabilidad de supervivencia después de los tres años es cada vez menor debido a que es sometida a una intensa explotación, especialmente por la demanda y el precio cada vez mayor. Si no fuese por los depredadores, la supervivencia de la sapoara estaría garantizada al máximo, pues llega a desovar hasta 500 mil huevos. La cantidad de huevos depende en todo caso de la talla. Se han capturado sapoaras con una longitud de 50 centímetros y 5 kilogramos de peso. En las lagunas del Medio y Los Francos, contra las cuales se cometió el ecosidio de su desconexión con el río, quedaron-aislados bancos  de sapoaras que lograron tallas descomunales.

Enemigos y compañeros

         Es muy baja la supervivencia de la sapoara y será más baja a medida que crezcan la demanda, los precios, y la temporada se vuelva perenne pues ya se viene viendo que quienes la explotan, no se conforman con aguardar hasta el mes de agosto, sino que van por ella hasta su propio habitat o cuerpos de agua marginales del Orinoco. También porque, además del hombre que la explota irracionalmente, tiene otros enemigos que son los peces carnívoros como la sardinata, el lau-lau, el dorado, la payara y, en general, los bagres gigantes que las devoran cuando la sapoara tiene dos o tres meses de edad.
         Se ha comprobado que el Bocachico y el Coporo, peces pequeños, pertenecen a la misma familia de la sapoara y prácticamente caen juntos en la atarraya del pescador. Sin embargo, el biólogo Daniel Novoa ha dicho que en cuanto a sus facetas hay detalles reproductivos, hay diferencias. Se ha encontrado, por ejemplo, que el coporo desova y madura durante el primer año de vida y en el curso de la migración. Al parecer, los movimientos migratorios lo estimulan para la reproducción. Es esa una diferencia importante y extraña porque son peces prácticamente iguales en los demás aspectos biológicos. El bocachico al igual que el coporo tiene una longevidad menor que la sapoara.
         La sapoara, cuya pesca constituye un espectáculo de feria frente a Ciudad Bolívar, cantada por músicos y poetas y a la cual los guayaneses atribuyen poderes milagrosos, ha sido descrita como un pez cuneiforme, de cuerpo alargado parecido a un proyectil y con formas hidrodinámicas ventajosas para sus largos recorridos migratorios.
         Posee un aparato bucal apto para ingerir alimentos del fondo del río y lagunas, como algas y organismos microscópicos. Está provista asimismo de una membrana gruesa, a manera de cejas, que le permite protegerse los ojos cuando penetra los sustratos en procura de alimentos, su carne es blanda y con propiedades nutritivas importantes de lo cual puede dar fe el popular y viejo pescador Oscar Castro Corocoro, quien atribuye su longevidad y vitalidad (90 años) a las proteicas y sustanciosas bichas de la Encaramada.
         En fin, la bendita sapoara no muerde anzuelo, pero puede morder, según la leyenda, al más desprevenido de los forasteros si la llega a degustar, especialmente la cabeza, donde se dice que está la clave o el secreto de las lindas guayanesas.


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