A las seis y treinta de la tarde del 5
de julio de 1911, en la Plaza Bolívar, el Presidente del Estado, general
Arístides Tellería, inauguró la luz eléctrica de Ciudad Bolívar, accionando el
dispositivo que iluminó por primera vez al Cuadrilátero Histórico al tiempo que
se estrenaba el Himno del Estado bajo una cálida atmósfera de regocijo y fuegos
artificiales.
La luz eléctrica irradiante desde arcos
voltaicos ponía fin a los tradicionales y románticos faroles alimentados con
kerosén y aceite de tortuga, de los que aún quedan como esqueletos reminicentes
contadísimos brazos de hierro forjado incrustados en las esquinas.
Aquella luz eléctrica la generaba una
máquina de vapor que utilizaba como combustible carbón antracita y la cual
había sido importada desde Nueva York, vía Trinidad, por la C. A. La Electricidad de Ciudad Bolívar,
constituida el 22 de octubre del año anterior por iniciativa del ingeniero
Abraham Tirado. El primer presidente de la compañía fue don Virgilio Casalta,
próspero comerciante de la ciudad y el más consecuente sostenedor de la empresa
en sus momentos difíciles y terribles.
Lo que fue a su comienzo una empresa
privada de puros empresarios guayaneses, lo sigue siendo no obstante las
vicisitudes que dio entrada al capital foráneo en 1954 y el cual quedó
debilitado con la venezolanización de 1977 que dio paso como Gerente al Ing.
Alberto Mancini, bajo cuya dirección La Electricidad incrementó su capacidad de
servicio con una cobertura superior al 90 por ciento de la población.
La Ciudad Bolívar de 1911
La Ciudad Bolívar de 1911 que vio por
primero vez y comenzó a experimentar los beneficios de la energía eléctrica,
tenía apenas 15 mil habitantes y dos Escuelas estadales de primas letras: una
de niñas y otra de varones con presupuesto anual de 400 bolívares.
El Gobernador al que entonces se le
decía Presidente, era el Gral. Arístides Tellería y el Secretario General de
Gobierno Luis Grafe Calatrava. El Presidente de la Asamblea Legislativa, Manuel
Acevedo, igualmente ostentaba la jerarquía de general y sólo J. M. Agosto
Méndez, Presidente del Concejo Municipal, se distinguía como médico y poeta.
Era la ciudad de los faroles y de las
famosas velas huecas de “superior
estearina” considerada de mayor duración que las velas macizas, a juicio de
su fabricante en Caracas E. Franklin. Todavía no se conocían las lámparas
Coleman de gasolina, pero abundaban las de carburo o acetileno. Era la ciudad
del cigarrillo “La colombiana” cuya
cajetilla venía con la figura de un animal que sorteado a final de mes podía
pagar hasta cinco bolívares por cada animal premiado. La ciudad atraída por el
febrífugo que fabricaba Valentiner Beherens con plantas indígenas, indicado
contra el paludismo y afecciones del bazo y el hígado. La ciudad que conocía
las píldoras tocológicas del Dr. Bolet, recomendadas para regenerar la sangre,
tonificar el sistema nervioso y que expedían tanto la Botica “El Aguila” del empresario Guillermo
Lange como la Botica “Orinoco” de la Alameda. La ciudad de Agostine &
Mariani que vendía el vino Medoc; la de Alejandro Castro despachando buques
desde su oficina en la calle Dalla Costa; la del barbero Boragina compitiendo
con las tijeras de Antonio Lauro en su “Petit
Trianon Barbería”. La ciudad que leía a Víctor Hugo, Dumas, Claretie, Sué
Pierre Loti, pagando apenas dos reales por cada novela. La de Boulissiere
vendiendo fonógrafos y discos pathé, la de la colita Cardier; la de Blohm y
Co., exportando cueros al igual que Acquetella y Boccardo en los vapores Delta,
Apure, Alianza, Masparro y Arauca; la de Domingo Valery exportando balatá; la
de Virgilio Casalta exportando caucho del Caura; la de Palazzi Hermanos,
exportando plumas de garza y la de Tomassi, exportando oro fundido del El
Callao.
Era la ciudad de Monseñor Antonio María
Durán; la de los relojes Cyma y la del platero Domingo Farreras; la del abogado
Alejandro Urbaneja, la del dentista Díaz Díaz y de los cirujanos Blanco Ledesma
y Carlos E. Salom. Era en fin la ciudad de los niños bien educados cuyos padres
los mandaban a estudiar en la “Pamphylian
High Scholl” de Trinidad de Petrock Alexis o en el Liceo francés de Puerto
España.
El Presupuesto del Gobierno Regional
era de 36.256 bolívares al año. El Presidente Tellería ganaba 1.500 bolívares y
los diputados apenas tenían una dieta de 30 bolívares por cada día de reunión.
Sesionaban un mes al año. La visita de un Gobernador a cualquier pueblo del
interior como Guasipati, capital entonces del Territorio Federal Yuruari,
significaba un acontecimiento festivo y más aún al retornar a la capital. El
sábado 14 de enero, por ejemplo, cuando Tellería regresó de la Sección Yuruari,
hubo tres días de fiestas populares y el lunes por la noche en el Hotel Cyrnos
del corso Mannoni se le ofreció un banquete con los siguientes platos franceses:
Consomé au tapioca, Hors d’oeuvres variés, vol-au-vent á la Toulouse, Filet de Beoeuf
Mazagran, Asperges sause mousseline, Dinde rottie y Sáñade Pertesbourgeoise,
entre otras viandas por el mismo estilo.
La idea de la Planta Eléctrica
La iniciativa de un sistema de
alumbrado eléctrico para la capital guayanesa la tuvo el técnico español Manuel
Rafael Benítez y creció a través de un proyecto que sometió a la consideración
del Presidente del Estado Arístides Tellería. Este con manifiesto beneplácito e
interés lo introdujo sugiriendo su aprobación al concejo Municipal y por
incapacidad económica Benítez debió cederlo al Ing. Abraham Tirado, quien en
definitiva se erigió en el gran promotor de lo que es hoy la C. A.
La Electricidad de Ciudad Bolívar.
El
contrato establecía la obligación de instalar en la capital una planta
eléctrica moderna suficientemente capaz de producir el alumbrado público. Así
mismo quedaba obligado a suministrar las luces incandescentes y de arco para el
alumbrado al precio de 6 bolívares mensuales para cada foco de la primera clase
de 16 bujías de intensidad y 70 bolívares mensuales para cada luz de arco
voltaico de 1.200 bujías, todo durante once horas a contar desde las 6 p. m
hasta 5 a.m.
La primera reunión para la formación de la Compañía
tuvo lugar el 19 de octubre de 1910 en la casa de habitación de don Virgilio
Casalta con asistencia del Presidente del Estado Arístides Tellería, Fritz
kuhn, jefe de la casa Blohm; Abraham Tirado, contratista de la empresa; Pedro
V. Echeverría, Jefe de la Casa Boccardo; José Acquatella, José Afanador,
Virgilio Casalta, Andrés Pietrantoni, Guillermo Lange, Luis Machado Pedrique,
Julio Tomassi, Pedro Liccioni, Guillermo Montes, Emilio Unceín, Domingo Valeri,
Marcelo Chianelli, miembros todos del Comercio de la plaza, y de los
particulares, Dr. Wenceslao Monserrate Hermoso, general J. M. Urbina, Mariano
Medina, general Rafito Quero, general Gabriel Piñango, general Avelino García,
Dr. Luis Alcalá Sucre, Hermanos Suegart, Dr. Bracho Albornoz y Juan Call, entre
quienes fue suscrito íntegro el capital de la empresa.
Constitución de la empresa
El sábado 22 de octubre en la misma
casa de habitación de don Virgilio Casalta que entonces quedaba en la calle
Dalla Costa, se instaló la primera Asamblea General constitutiva de la C. A. La Electricidad de Ciudad Bolívar.
La Directiva electa quedó integrada por Virgilio Casalta como Presidente;
Vicepresidente el Dr. Abraham Tirado (promotor de la empresa); Tesorero, Pedro
Vicente Echeverría y el Dr. Wenceslao Monserrate Hermoso, como Secretario.
Con domicilio en Ciudad Bolívar, la
Compañía convino con la Municipalidad una duración de 50 años, pudiendo
prorrogar este lapso de tiempo de acuerdo con la decisión de una Asamblea
General ordinaria. El capital social se estatuyó en 280.000. bolívares
divididos en acciones de Bs.100 cada una y el cual quedó representado en 80.000
bolívares (800 acciones) reconocidas y adjudicadas al promotor doctor Abraham
Tirado por su Contrato celebrado con el Concejo Municipal, estudios, trabajos
técnicos y personal, así como presupuestos y proyectos hechos hasta la
constitución legal de la empresa. Los 200 mil bolívares restantes (2.000
acciones) fueron suscritas en dinero efectivo.
La Luz Eléctrica
El Gobierno de la Rehabilitación
Nacional celebraba las grandes efemérides con programas de obras públicas y el
5 de julio de 1911, centenario de la Declaración de nuestras Independencia
debía ser sobresaliente, especialmente en el Estado Bolívar, entidad que tuvo
papel protagónico en el proceso emancipador.
El 13 de junio de ese año el Presidente
del Estado, general Arístides Tellería emitió un Decreto por el cual declaraba
festivo en la Capital del Estado los días 4, 5 y 6 de julio y dispuso
celebraciones con un abultado programa de actos, entre ellos, la inauguración
del servicio de luz Eléctrica, estreno del Himno del Estado y la inauguración
del Paseo 5 de Julio y de la Plaza Farreras.
A las seis y treinta de la tarde del 5
de julio de 1911, en la Plaza Bolívar, el Presidente inauguró la Luz Eléctrica
de la ciudad accionando el dispositivo que iluminó por primera vez el
Cuadrilátero Histórico al tiempo que la banda dirigida por Manuel Jaras
Colmenares ejecutaba el Himno del Estado que igualmente también se dejaba
escuchar por primera vez bajo una cálida atmósfera de regocijo y fuegos
artificiales.
El Himno del Estado con letra del poeta
J. M. Agosto Méndez y música de Jaras Colmenares, fue el producto de un
certamen decretado por el Gobierno Regional y ganado por el músico y el poeta
en feliz combinación. Así el Himno del Estado Bolívar y la Electricidad se
estrenaron juntos. Comenzó una nueva vida para la ciudad.
La electricidad comenzó entonces a
modificar aspectos vitales de la tradicional cultura bolivarense y hoy el
hombre urbano, el hombre de la sociedad industrial, experimenta una existencia
más productiva y confortable y ha hecho de la electricidad una necesidad de la
cual le cuesta sustraerse. La llegada de la energía eléctrica a Ciudad Bolívar
fue punto de partida de la gran transformación socio-económico de la región y
su importancia podemos medirla de manera asombrosa en la escala de la
tecnología de sus Generadores, ayer movidos por la combustión de la antracita
importada y hoy por las gigantescas y potentes turbinas hidráulicas que doman y
transforman en caudales de energía y luz las encabritadas aguas que descienden
del Roraima y el Cuquenán.
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