Erigida
a finales del siglo pasado sobre una inmensa laja del Parque El Zanjón,
enseñoreada sobre la horizontalidad del Río, refuerza con su nuevo destino los
valores tradicionales de su fama.
La fama de la Casa de Tejas
es proverbial desde el mismo momento de su construcción. Tanto por la elección
y calidad del elector del sitio como por la proyección que le dio durante algún
tiempo la permanencia allí de un personaje a quien la picaresca angostureña
celebraba su festinado adiós a la carne.
La casa en sí es una
joya de la arquitectura tradicional relevada por la singular topografía de El
Zanjón
El casco de la ciudad responde a tres realidades definidas: la parte
plana con edificaciones de galerías sobre la línea de aguas altas del Orinoco,
los edificios del Cerro El Vigía de clara influencia española y El Zanjón que
es un área natural de cinco hectáreas de formaciones rocosas espectaculares
entremezcladas con árboles autóctonos de gran tamaño.
En este lugar que desciende en laberíntica hondonada, el General
Francisco (Pancho) Contasti Gerardino levantó su casa y en ella vivió toda la
época de Cipriano Castro y Juan Vicente Gómez. Desde entonces es el nombre “La Casa de Tejas”que la distinguía de
las pocas que allí existían con otra clase de techo.
El nombre de Pancho Contasti
Gerardino, descendiente de esclavos de Francisco Contasti Arcadio, hermano
de los próceres de la independencia sudamericana, Ramón y Orocio Contasti, sonó durante la Batalla de Ciudad Bolívar que
dio término a la Guerra Libertadora.
A él, junto con Quintín Aguilera, tocó la defensa de la ciudad contra
las fuerzas de Castro y Gómez, en los sectores de El Dique, Orinoco y La
Alameda. Resistió el bombardeo y ametrallamiento de los barcos El Restaurador y
Miranda y al final cayó prisionero.
Pero la Casa de Tejas no sólo se distinguió y popularizó por el General Pancho Contasti Gerardino
sino porque durante años de los cincuenta y sesenta vivió allí Emilio Morales.
Emilio Morales, quien fue el primer locutor titular que tuvo Radio
Orinoco (antes Ecos del Orinoco), hizo que el nombre de la Casa trascendiera
más allá del río a través de quienes venían de todas las ciudades populosas del
país a participar en sus fiestas de carnaval. Transformistas de todas las
calidades, signos y colores convergían allí en medio de un caricaturesco
derroche de lujo y extravagancia para elegir su reina que luego era la nota
divertida e hilarante de los desfiles.
La fiesta se acabó cuando el Gobernador Pedro Battistini Castro la
expropió junto con otras en 1966 a objeto de convertir El Zanjón en un parque,
pero no fue sino a raíz del convenio con
el Gobierno de España para la revitalización del casco urbano que materializó y
la Casa de Tejas completamente restaurada fue destinada por el Gobierno de
Andrés Velásquez, a un centro de cultura plástica.
Arsenio Pasarín Cuesta
Desde el 27 de noviembre de 1989, la
Casa de Tejas se halla en plena actividad y estuvo allí hasta su muerte un
hombre predispuesto para el arte. Se llamaba Arsenio Pasarín Cuesta, quien
pintaba y dibujaba desde que era un párvulo allá en la borrosa y lejana
Castilla la vieja. Dibujaba perfiles, rostros de frente y bodegones, pero fue
con un bodegón que impresionó al jurado de “Nuevos Valores” del salón anual de
pintura de Barcelona que comenzó a trascender como artista de las artes
visuales.
España para 1955 estaba mal y el desempleo
galopaba sobre el fláccido cuero de rocinante. Se hablaba entonces de un país
petrolero llamado Venezuela donde la política de cabillas y concreto armado
reclamaba mano de obra calificada. Pasarín sólo sabía de creyones y pinceles y
con cien dólares que para entonces eran menos de 400 bolívares se embarcó en el
vapor Lucania.
Arribó con suerte pues a escasos días ya
estaba trabajando como dibujante de carteles de Salvador Cárcel, una
distribuidora de películas mexicana. Requerido luego ante perspectivas mejores
trabajó en otras publicidades de la competencia hasta que decidió la
independencia en la década de 1960 y fundó su propia publicidad. Fue entonces
cuando lo perturbó el gusanillo izquierdista de la política. Estaban en su
apogeo las guerrillas y Betancourt decidió mandarlo de vacaciones, primero para
el San Carlos y luego para la represiva isla de Tacarigua.
Arruinado y privado de la libertad
durante cuatro años, el Gobierno lo indultó confinándole en Ciudad Bolívar.
Alquiló la que era casa de habitación de la familia Bello, frente a la Plaza
Miranda, y allí fundó un Taller de Arte académico que funcionó durante 24
meses, es decir, hasta 1971 debido a que el proyecto de anatomía plástica y
estudio de dibujo para el que había importado de España veinte esculturas,
fracasó por carecer de dinero destinado a la cancelación de los onerosos
aranceles aduaneros.
Vuelta y retorno
A raíz de la caída de Pérez Jiménez se
había despertado un movimiento plástico importante en Ciudad Bolívar y para
1971 el cierre del Taller de Pasarín habría sido una catástrofe si no hubiera
sido porque ya existía el Taller del Inciba. Pasarín se fue a Caracas a revivir
su estudio de Publicidad y el 85 decidió retar de nuevo la suerte en el
Orinoco. Compró una casa en la Concordia desde donde contemplaba al Orinoco y
un día en que el vecino lo veía pintar y pintar sin ningún provecho económico,
lo convenció que mejor que la pintura era la agricultura y Pasarín se fue al
Río Aro, compró una finca y comprobó que su vecino estaba equivocado.
Trabajó casi de gratis durante dos horas
diarias – 6 a 8 p. m. – en el Taller de Artes Plásticas “María Machado de Guevara”. De allí pasó al Taller de Pintura “Rufino Zambrano Ochoa” de la casa de la
Cultura “Carlos Raúl Villanueva” hasta que un día el Director de Cultura Benito
Iradi le propuso fundar un Taller en la Casa de Tejas, con recursos suficientes
para la cobertura de dos turnos y llevar a cabo programas de difusión no sólo
de las manifestaciones de las artes plásticas, sino también de las artes
escénicas. Lo aceptó y pronto la casa se puso en ebullición con alumnos y
grupos teatrales y musicales; el Grupo
Theja que dirige José Simón Escalona con el montaje de una obra que plasma
el drama de la vida de Armando Reverón se presentó allí inmediatamente lo mismo
que la folclórica cumanesa María Rodríguez y Gallo Pinto de Mariíta Ramírez. Porque la idea no es que la Casa de
Tejas sea sólo para que los mayores de dieciséis años vayan allí a realizarse
como profesionales de las artes visuales, sino que sirva igualmente de
escenario para otras manifestaciones del arte como el teatro y el canto. El
ambiente es una invitación permanente a la creación, recreación, contemplación
y divertimiento y en ese sentido comenzó a aprovecharse.
Que agradable es leer esos relatos de mi hermosa ciudad natal
ResponderEliminarSí, la verdad que es muy agradable leer estos relatos de nuestra Ciudad Bolívar, gracias.
EliminarEste Pasarin era mi padre, orgulloso estoy
ResponderEliminarAlex Pasarin Martinez