El telégrafo y el teléfono, dos
inventos portentosos de la comunicación a distancia del siglo pasado, no
tardaron en extenderse por el mundo y tocar en Angostura, entre las primeras
ciudades de Venezuela.
El telégrafo fue inventado en 1844 y 12
años después ya funcionaba entre Caracas y La Guaira, pero no fue sino en
tiempos de Guzmán Blanco cuando comenzaron las líneas telegráficas a cruzar
ciudades y pueblos lejanos de Venezuela.
Guzmán Blanco debió nacionalizar este
servicio en 1875 dada su importancia estratégica y a la necesidad de imprimirle
un mayor impulso. El Telégrafo llegó primero a Soledad que a Ciudad Bolívar
debido al inconveniente del Orinoco, el cual se salvó posteriormente con un
cable subfluvial y finalmente con tres torres.
Los citadinos bolivarenses debían
enviar su mensaje a la Estación de Soledad cada vez que necesitaban comunicarse
con Caracas. Pero el Estado Bolívar como entidad federal tenía un servicio
telegráfico independiente que terminó de construir en 1885 el Gral. Manuel M.
Gallegos, a quien el Gobierno Nacional le había contratado levantar 10 leguas
de líneas telegráficas para poner en comunicación a Ciudad Bolívar con el resto
del interior del Estado.
La comunicación telegráfica directa con
Caracas y sin el contacto con la Estación de Soledad quedó resuelta el 3 de
diciembre de 1900 con un cable subfluvial. Este fue sustituido en enero de 1920
por tres Torres: una en Soledad, otra en la Piedra del Medio y la tercera en el
Puerto de Blohm. Dichas torres de 30, 20 metros de alto fueron instaladas por
los ingenieros H. Gibson, Federico Crispín y el alarife Alejandro Sutherland.
Para ese año y desde 1907, la central telegráfica operaba desde la calle
Igualdad.
En 1921 se instaló en Maracay la
telegrafía inalámbrica y muy pronto se extendió a otras ciudades de Venezuela,
incluyendo a Ciudad Bolívar que incluso la extendió en febrero de 1940 a Puerto
España. Los servicios fueron mejorando y perfeccionándose hasta complementarse
en 1943 (5 de abril) con el servicio Radiotelefónico, bendecido en acto
especial por el Vicario de la Catedral, Dámaso Cardozo.
A medida que se extendía el servicio y
se multiplicaron los operarios se fueron produciendo las luchas reivindicativas
que lograron su primer fruto en tiempo de Cipriano Castro con la constitución
de las Cajas de Ahorros para la Sociedad de Telegrafistas. El Día del
Telegrafista, 24 de mayo, fue consagrado por decreto del doctor Leonardo Ruiz
Pineda siendo Ministro de Comunicaciones en tiempos de Rómulo Gallegos.
El Gobierno Nacional desde el período
de Raúl Leoní emprendió una reorganización de los servicios telegráficos
nacionales que incluía la creación de una empresa nacional de comunicaciones,
tal resultó ser Ipostel, que integró todos los servicios incluyendo correos y
telex. La unificación, positiva en alto grado, favoreció tanto a usuarios como
a profesionales y trabajadores de la telecomunicación porque implicó la
modernización de la red y las edificaciones en función de la concentración de
los servicios, mejor aprovechamiento del personal existente, incremento de su
calidad y la eliminación progresiva de las franquicias que para finales de los
años setenta representaban el 46 por ciento del tráfico total.
El Teléfono
La invención del telégrafo abrió el
camino para la comunicación inalámbrica puesta de manifestación por Alejandro
Graham Bell con su prodigioso artefacto el teléfono, patentado en 1876. Seis
años después llegaría a Venezuela, gracias al telegrafista Gerardo Borges,
promotor de los primeros aparatos entre Caracas y La Guaira, traídos de Francia
cuando asistió al Primer Congreso Internacional de Electricidad.
En 1883, Ciudad Bolívar se puso a la
par de Caracas donde la Compañía Internacional de New Jersey tendía las
primeras redes. En la capital bolivarense era la American Electric and
Manufacturig la que penetraba el mercado a través de la firma Felipe Grapulli y
Eugenio Berletta.
En 1897 se constituyó la empresa Compañía de Teléfonos de Oriente con
asiento en Ciudad Bolívar y la cual se extendía con dos ramales en el Estado
Bermúdez (Sucre), otros dos en Guanta y Puerto la Cruz y una oficina en
Barcelona. Para entonces, Berletta había absorbido la totalidad de las acciones
de la empresa y aparecía en un aviso permanente en la primera plana de El
Anunciador, como propietario y director general de la compañía. Dicho aviso
incluía el reglamento, condiciones en que se prestaba el servicio así como la
tarifa, fijada en 16 bolívares mensuales.
La central telefónica operaba en
la parte alta del edificio Nro. 22, de la calle Libertad. En la parte baja,
Eugenio Berletta tenía un negocio adicional de joyería.
Guasipati pasó a ser después, en 1916, la segunda ciudad del Estado en
beneficiarse con el servicio telefónico mediante una concesión otorgada por la
Municipalidad de Roscio a Antonio J. Calcaño Herrera. Cuatro años después
(1920), el ingeniero José Francisco Sucre Grillet, instaló el servicio
telefónico entre Ciudad Bolívar y La Paragua.
Para entonces las empresas telefónicas de Eugenio Berletta se veían
amenazadas por la competencia de una nueva compañía anunciada por Juan José
Gragirena, la cual comenzó a materializarse el 26 de abril de 1917 cuando a
bordo del vapor Delta llagaron al puerto de la ciudad 200 postes, 20 cajas de
aisladores y 70 rollos de cables. Seis meses después a bordo del mismo vapor y procedente de
Estocolmo llegaba Clas Erikson, de la casa L. M. Erikson & Cia para montar
la central telefónica moderna que se había propuesto Gragirena, con sistema de
batería central.
Berletta entonces mantuvo un aviso en la prensa ofreciendo en venta su
empresa al tiempo que reclama al Presidente de la República la indiferencia de
las autoridades locales a sus quejas relativas a la empresa de Gragirena cuya
posteadura afectaba a la de su compañía. El gobierno de Silverio González
reaccionó ofendido e intentó incoar un juicio contra Berletta. Para el 24 de
junio de 1928, Ciudad Bolívar tenía dos empresas telefónicas; la de Berletta y
la de Gragirena. Una situación similar a la de la Planta Eléctrica: la de la
Electricidad y la de Nueva Cervecería que se dará inmediatamente después,
también con doble posteadura. Al final habrá un arreglo y se fundará la
Compañía Anónima Teléfonos de Ciudad Bolívar.
En 1930 se fundó en Caracas la Compañía Anónima Nacional de Teléfonos
de Venezuela (CANTV) que se extendió por todo el país e introdujo (diciembre de
1948) el teléfono automático en Ciudad Bolívar. Entonces era gerente de la
Planta de Ciudad Bolívar, José Ramón Sánchez y había 2. 500 suscriptores.
En 1953 el Gobierno Nacional adquirió la CANTV incrementando el
servicio en todo el país, con comunicaciones a larga distancia nacional e
internacional para lo cual instaló un sistema de microondas y un cable
submarino. Luego en 1970 entró en servicio la primera rastreadora en Camatagua
para las comunicaciones con satélite, lo que permite desde entonces, el discado
directo para las comunicaciones internacionales.
En 1991- período presidencial de Carlos Andrés Pérez- la Compañía
Nacional Teléfonos de Venezuela pasó del control del Estado a manos del sector
privado, de todas maneras, el Estado se reservó el 48, 9 por ciento de las
acciones y recibió por la venta 1.885 millones de dólares, cifra sin
precedentes hasta ese momento en comparación con otras privatizaciones de
empresas de telecomunicaciones en América Latina (México, Chile, Argentina),
pero que de todas formas no fue bien vista por algunos sectores políticos
venezolanos, celosos de todo cuanto tiene que ver con el sistema de seguridad
del Estado y la importancia estratégica de algunas empresas como ésta.
Actualidad de ambos servicios
Con los avances de la ciencia y la
tecnología, el telégrafo, la radiotelegrafía y la radiotelefonía, prácticamente
han desaparecido. Estos servicios fueron derrotados y sepultados por el
prodigioso invento de Graham Bell -el teléfono- el cual se ha venido
perfeccionando de manera tal que ya no
sólo es posible hablar salvando inmensas distancias, sino que también es
factible que los interlocutores se vean a través de una pantalla integrada, al
tiempo que sostiene su conversación
telefónica. Asimismo es posible trasmitir mensajes escritos a través de
sus variantes el fax y el telex.
Pero si bien el teléfono es un cómodo y
rápido servicio comunicacional de nuestro tiempo, no deja de tener sus
problemas. Alguien acusaba al reloj, al almanaque y al teléfono como los
principales enemigos de la salud anímica del ser humano civilizado, pero
examinando bien el señalamiento, podríamos acotar que el teléfono está como
problema muy por encima: la necesidad de tenerlo y no poderlo tener, bien
porque no hay línea disponible o porque el presupuesto familiar no lo permite.
Disponer del teléfono y estar preocupado a fin de mes por la facturación; vivir
disgustados con los miembros de la familia o el vecino por abusar del aparato
en nuestra ausencia; verse en la necesidad de bloquear el disco de llamadas y
luego preocuparse por la llave del seguro; discar una y otra vez y encontrar la
línea ocupada; equivocar o perder el número al discar; ligarse la línea; oír
amenazas o insultos de voces anónimas; aguardar a que la pavita de fin a su
idilio a larga o corta distancia y tantos otros defectos técnicos y humanos que
nos ponen el sistema nervioso sobre un espinal.
Creo que sobre el teléfono, ya a esta
altura en una generación bastante avanzada con el celular de bolsillo, cayó una
especie de fatalismo desde que su inventor, Alejandro Graham Bell, debió
enfrentar más de 600 pleitos de los cuales, afortunadamente, salió airoso al
verificarse su autenticidad como autor de este aparato ayer tan grande y hoy
tan diminuto, pero de todas formas, amigo y traicionero, porque si bien acorta
el tiempo y la distancia, también carga la mano contra el abonado.
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