En la meseta del
Guaiquinima, amenazada por los implacables buscadores de oro, el profesor Galo
Yánez, de la Escuela de Geología y Minas del Núcleo Bolívar de la UDO,
descubrió seis simas interconectadas por un sistema de galerías subterráneas
con reservorios de agua en plena circulación.
El Ph.D Galo Yánez Pintado,
especializado en geología estructural y geomorfología, hizo el descubrimiento
en 1968 durante un trabajo de fotointerpretación del área. Posteriormente
realizó un reconocimiento aéreo y presentó los resultados de su trabajo
científico en el IV Congreso Geológico Venezolano y el cual fue divulgado por
primera vez a través del autor de este reportaje (El Nacional, 11 de mayo de
1977).
Más tarde, los geólogos Eugenio
Szczerban, Pablo Colvee (empresa de estudios Ocoidesa), Franco Urbani y el
doctor Wilmer Pérez, de la Sociedad Venezolana de Espeleología, realizaron un
estudio de campo descendiendo hasta las cuevas.
El descubrimiento lo hizo el profesor
Galo Yánez en el curso de un estudio que se propuso la Escuela de Geología y
Minas de la Universidad de Oriente y que abarcaba grandes áreas de los mapas
geológicos: 20 mil kilómetros cuadrados entre Canaima y el Tepuy de
Guaiquinima, 12 mil kilómetros cuadrados de Santa Elena de Uairén, de 10 mil
kilómetros cuadrados de la Gran Sabana y un estudio de correlación de la
formación Roraima del Brasil y Guyana.
Específicamente, este sistema de
cavernas y ríos subterráneos se encuentra situado en las cabeceras del río
Carapo, afluente del Paragua, a 2 mil metros de altura sobre el cerro
Guaiquinima y constituye diversas simas interconectadas por canales
subterráneos, la mayor de las cuales tiene 350 metros de largo y 300 de
profundidad. La extensión total de cursos subterráneos se estimó aproximadamente
en 2 kilómetros.
Según el profesor udista, el desarrollo
de estas cavernas está controlado por un sistema de fracturas y una capa de
diabasa o rocas impermeables infla-yacentes. Asimismo, la mayor parte de estas
simas se ha originado por un mecanismo de colapso de rocas superiores una vez
que las cavernas subterráneas se han desarrollado. La prueba de ello se observa
en las acumulaciones de estos materiales en diversas simas y que todavía no han
sido removidas por el agua.
En un plano, el profesor nos dio a
conocer seis Simas sobre la meseta de Guaiquinima, interconectadas por canales
subterráneos: la mayor que mide aproximadamente 350 metros de largo por 250 de
ancho y 200 de profundidad; la segunda, ovalada, con una longitud de 250 metros
y 150 de profundidad; la tercera con 200 metros de largo y 100 de ancho y las
tres restantes, circulares y más pequeñas, de 50 a 100 metros de diámetro. La
profundidad de las dos primeras se obtuvo mediante la diferencia de paralaje
que es un método óptico de medición a partir de fotos aéreas.
Descenso en las Simas
El estudio de campo y descenso en las
simas fue hecho en helicóptero, partiendo del Salto Pará en el río Caura hasta
el mencionado tepuy Guaiquinima.
El primer descenso y exploración
preliminar del área lo hicieron a fines de 1975 en tiempo de verano y en dos
etapas, los geólogos de Ocoidesa, Eugenio Szczerban y Pablo Colvee. Entonces
verificaron tres cuevas y centenares de grandes bloques en la trayectoria del
agua.
Estos bloques hasta 8 metros de diámetro
que se cuentan por centenares formando lagos, provienen del derrumbamiento del
techo de las galerías que socava el agua en constante actividad.
A decir de Wilmer Pérez, un
anestesiólogo dedicado a la espeolología desde temprana edad, estos sistemas de
galerías como el del Guaiquinima derivan del fracturamiento de rocas. A través
de esas fracturas las correntías de aguas ácidas y cargadas de minerales de
gran dureza, van gradualmente labrando las brechas hasta convertirse en
galerías que al hacerse cada vez más grande determinan el colapso o fractura
del techo. Existe otra teoría, la hidrotermal, según la cual las cavidades o
galerías pueden ser el resultado de cambios importantes en la temperatura del
agua. Esto es lo que expresa el doctor Wilmer Pérez, pero el doctor Galo Yánez
es más concreto cuando afirma que lo que hace más notables estos fenómenos es
el hecho de encontrarse en rocas no solubles, pero subrayando que aparte del
tipo de roca, todos los demás factores que influyen en el desarrollo de cavernas
son óptimos tales como la precipitación pluvial, la topografía, la estructura
interna de las rocas y la composición arcósica de algunas capas.
La Formación Roraima
El Tepuy Guaiquinima integra la llamada Formación
Roraima y por ello el descubrimiento de estas simas subterráneamente
interconectadas y en plena actividad tiene gran importancia desde el punto de
vista geológico y espeleológico, pues desde hace muchos años la Formación
Roraima ha llamado la atención de los geólogos, bien por su relación con los
depósitos minerales, el problema de la edad, las extraordinarias formas
geomorfológicas de las mesetas, como por su gran extensión puesto que abarca
diversos países: Surinam, Guayana, Brasil, Venezuela y posiblemente Colombia.
Los estudios hechos por la Escuela de
Geología y Minas han determinado que la Formación Roraima no es tan vieja como
las rocas del Escudo Guayanés. Esta formación se encuentra sobre el escudo y
comporta edades inferiores que oscilan alrededor de los 1.500 millones de años en
la parte más antigua.
Muchas veces cuando se habla de la
Formación Roraima, el común de la gente lo asocia con el Pico Roraima ubicado
entre las fronteras de Venezuela con Guayana y Brasil, pero son todas las
formaciones, incluyendo al Roraima diseminadas en grandes extensiones, producto
de un proceso erosivo a través de las edades geológicas que se ha ido
acumulando en muchos sitios. Los Tepuyes como el Auyantepuy donde se desprende
el Salto Ángel, Canaima y el Waiquinima pertenecen a la Formación Roraima.
Para los especialistas, la Formación
Roraima se ha revelado con este descubrimiento de las galerías del Guaiquinima
como portadora de un inusitado potencial espeleológico, no obstante estar
constituida por rocas insolubles. Es la primera vez que se explora en el país
un sistema subterráneo en áreas no calizas con tal magnitud de circulación de
agua, que lo convierte en un sistema en plena actividad.
Diamante y oro
Mucha gente se pregunta cómo siendo el
oro, el diamante y otros minerales de origen volcánico, se encuentren en la
Formación Roraima que es de naturaleza sedimentaria, fundamentalmente arenosa y
conglomerática en la parte superior, y los geólogos responden que es el
producto de su rodamiento por efecto de la erosión. Los minerales son arrastrados
desde las chimeneas por ese inmenso conglomerado de arena. Las famosas minas de
Chiricayén, a 25 kilómetros de Santa Elena de Uairén, de donde la Guardia
Nacional desalojó en 1981 a 400 mineros que estaban sustrayendo oro, forman
parte de la Formación Roraima al igual que otras en cuyas estribaciones los
buscadores de oro y diamante depredan y erosionan para poder lograr la
explotación.
Para evitar la explotación minera y
cualquier tipo de incursión depredadora de los tepuyes que son monumentos naturales
y patrimonio biológico y paisajístico de extraordinaria importancia para
Venezuela y el mundo, el Gobierno venezolano suscribió el 12 de octubre de
1940, una legislación internacional dirigida a la protección de la Flora, la
Fauna y las Bellezas Escénicas Naturales de los países de América y dictó el
Decreto 4250 el 18 de enero de 1991, orientado específicamente a proteger a
todos aquellos tepuyes ubicados fuera de los parques.
Concesiones riesgosas
De manera que el Tepuy Guaiquinima o Waikinima está
legalmente amparado contra todo desmán e incursión riesgosa y en su entorno ni
en el mismo se pueden otorgar concesiones mineras. Sin embargo, la Gerencia de
Geología Ambiental de la Corporación Venezolana de Guayana denunció el
otorgamiento por parte del Ministerio de Energía y Minas, de concesiones
mineras de exploración y explotación de ilmenita, mineral del cual se extraen
materiales estratégicos como el titanio. Estas concesiones se encuentran en el
piedemonte meridional, llegando hasta la cota de 500 metros que tocan el límite
o zona protectora del Guaiquinima.
La denuncia causó revuelo nacional e inmediatamente se
sucedieron pronunciamiento de instituciones y grupos conservacionistas, entre
ellos, la Fundación Ecodesarrollo. Esta sostiene que si bien la conexión no se
encuentra exactamente en el monumento, sí lo está dentro de la poligonal
delimitante, o sea, en una zona de amortiguación de extrema cercanía y que por
ello esa actividad tendría efectos laterales muy lamentables.
Su directivo Alexander Luzardo, expresó
que “esa concesión no es más que un pretexto para explotar oro y diamante”.
Por su parte, la Sociedad de Amigos en
Defensa de la Gran Sabana (Amigransa), a través de María Eugenia Bustamante y
Alicia García Scarton, pidió una investigación para precisar por qué el MEM,
ignoró el Decreto 1742 del 25 de julio de 1991 que resguarda la Cuenca del
Caroní, y otorgó una concesión para la ilmenita, cuya explotación del oro y del
diamante, debido a que la ilmenita se encuentra asociada a éstos.
Según Amigransa, el Guaiquinima y otros
tepuyes conforman un conjunto de ecosistemas típicos y exclusivos de las
montañas del Escudo Guayanés, forman parte del acervo religioso y mitológico de
nuestro país. Son sitios sagrados e inviolables para las comunidades indígenas,
constituyen además un patrimonio biológico y paisajístico de valor
incalculable y son fuentes productoras
de agua que nutren al Caroní y al Orinoco. De modo de asomar el peligro de la
explotación minera en su centro e inmediaciones es un condenable delito de lesa
patria.
Simas de
Sarisariñama, Jaua y Guanacoco
Una expedición multidisciplinaria,
organizada por la Sociedad Venezolana de Ciencias Naturales y dirigida por
Charles Brewer Carías, exploró en febrero de 1973 las simas de las mesetas
precámbricas de Jaua, Sarisariñama y Guanacoco, situadas en la parte de Guayana
donde nacen los ríos Caura, Erebato y Ventuari.
Estas mesetas con sus gigantescos
hoyos, fueron vistas en 1954 por un piloto norteamericano que viajó mucho a
Venezuela, Charles Boughan, quien murió posteriormente cuando su avión se
estrelló al Este de Caracas, muy cerca de la Cueva de Alfredo Jahn.
Las mesetas, después de vistas por
Boughan, fueron olvidadas hasta 1964 que otro piloto muy conocido, Harry
Gibson, sobrevoló la zona y vio estos gigantescos hoyos, pero como persona no
conocedora de la espeleología, vale decir de la ciencia que estudia las
cavernas, no le dio importancia más que a su exuberante belleza.
Sin embargo, en 1973, el doctor Charles
Brewer Carías, realizó un viaje por la región y tomó una serie de fotografías
que fueron básicas para preparar una expedición científica.
La expedición salió el 7 de febrero
(1973) de la Base Libertador de Palo Negro en un avión de la FAV. Después de
dos horas y media, llegó a Cacurí sobre el Ventuari, con dos toneladas y media
de alimentos. De aquí a Santa María de Erebato, pueblito de indios maquiritare,
a 300 metros sobre el nivel del mar. De Santa María de Erebato los integrantes
de la expedición volaron media hora y llegaron a la Meseta de Sarisariñama,
donde se iniciaron las exploraciones que pusieron al descubierto una de las
Simas más grandes del mundo, algo extraordinario, increíble. Este gran abismo
de la Meseta Sarisariñama fue
bautizada por la expedición con el nombre de Humboldt. Tiene 400 metros de
diámetro por 370 de profundidad. La Torre Eifeld podría quedar parada en el
fondo de la Sima y no se vería sobresalir de su boca sino la antena de la
televisión. Igualmente sucedería con el edificio Empire State de los EE.UU.
El descenso a la sima
de Sarisariñama tardó nueve horas empleando el sistema de alto alpinismo y
asimismo se exploraron en el lapso de 35 días, las de Guanacoco y Jaua. A esta
última la expedición la bautizó con el nombre de Sima Martel, en honor a
Eduardo Alfredo Martel, padre de la espeleológica mundial.
Los resultados se pueden sintetizar en
la recolección de 1020 plantas, de las cuales veinte especies nuevas y 250
aves, muchas de ellas desconocidas. En Jaua se halló un ánguila no descrita por
la Ciencia así como monos, rabipelados, ratas y perros de agua que no dejan de
ser extraños en una montaña como ésta.
Los expertos de la Expedición consideraron
haber explorado sólo la mil millonésima parte de estas mesetas o tepuyes, de
manera que es impredecible lo que podría encontrarse en estas grandiosas
montañas del Sur de Guayana.
La expedición que costó al Gobierno y a
la Sociedad venezolana de Ciencias Naturales un millón cien mil bolívares,
estuvo integrada por Charles Brewer Carías, como director; Julián Steyermark,
botánico especializado en flora guayanesa; doctor William Phelps, ornitólogo,
especialista en avifauna de Panteruy; el ecólogo tropical del IVIC, doctor
Ernesto Medina; el arqueólogo doctor GCK Dunterville; el geólogo Pablo Colvee;
el director de aprovechamiento de los Recursos Hidráulicos del MOP, doctor John
Nation Molinos; el espeólogo doctor Eugenio de Bellard-Pietri; el zoólogo
Carlos Julio Naranjo, del Instituto de zoología Tropical de la UCV; el botánico
de la Facultad de Ciencias de la UCV, doctor Leandro Aristeguieta; el
ornitólogo Gilberto Pérez Chinchilla; el médico Carlos Nieto Sánchez; Luis
Armando Roche, quien filmó el documental de la expedición y el escalador Davit
Nott, único miembro extranjero de la expedición.
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