Pequeño valle rodeado de suaves colinas, soporta una población minera de característica cultural muy singular. Como pueblo data de 1864 y está enclavado en las antiguas tierras misionales de Tupuquén.
La Misión de San Félix
de Tupuquén empezó a fundarse en 1799 y entre sus fundadores aparece Fray
Leopoldo de Barna, quien para 1799 dio a conocer una población de 567
habitantes, predominantemente indígenas.
Dentro del territorio misional
discurría la quebrada de Caratal, donde los indios encontraban a flor de
tierra, pepitas de oro que entregaban a los misioneros. Pero la existencia de
oro rodado o aluvional de esa quebrada providencial de Caratal no trascendió
fuera de aquellos contornos, sino cuarenta años después cuando la estuvo
explorando el brasilero Pedro Joaquín Ayres y luego de 1850, el barquisimetano
Pedro Monasterio Soto, quien había sido edecán del general José Laurencio
Silva.
En los años cincuenta y a raíz de la
información publicada en una hoja impresa en los talleres tipográficos de
Crisanto Vicentini, la ambición por la riqueza comenzó a apuntar hacia Caratal.
Allí llegaron atraídos por el señuelo dorado, Vicente León, quien dijo a Andrés
Hernández Morales, Juez de Paz de esa parroquia, haber hallado un pedazo de oro
que pesaba 46 onzas; Lino Acuña, quien encontró una barreta de 24 onzas; los
hermanos Silva , extrajeron 32 onzas de oro granulado. Francisco Mendoza,
obtuvo 80 onzas al cabo de cinco semanas explotando un barranco y otro tanto
Concepción Palacios y Manuel Antonio Zumeta.
Caratal para 1857 era unos cuantos
ranchos entre árboles, habitados por
mineros que iban a lavar la tierra aluvional de los barrancos al Salto Macupia.
El explorador Francisco Michelena y Rojas dice que para ese
año de 1857 sólo explotaban el oro de Caratal 32 negros trinitarios, tres
ingleses, 3 franceses de las Antillas y 6 de Demerara, mezclados con
venezolanos de varias provincias.
Es a partir de 1860 cuando a los
bolivarenses de Angostura se les prende el bombillo y comienzan a tener interés
por el suceso dorado de Caratal, pero si hay oro en Caratal de la Misión de
Tupuquén, decían, seguro que también en la Misión de la Divina Pastora, y
efectivamente los enviados de Florentino Grillet, quien a la sazón era
Presidente del Estado Bolívar (también lo había sido entre 1841 y 1842),
encontraron oro en Cicapara, lo cual le dio base para organizar la explotación
bajo la firma de “Compañía del Yuruari”,
con capital de 50 mil pesos. Quedaron abiertos así dos frentes: el de Cicapara
y el de Caratal que siguiendo las costas del Yuruari dieron lugar a numerosas
empresas que fueron a converger en las grandes vetas de Nueva Providencia
(Caratal, El Callao, Potosí, Chile, Eureka, Chocó).
El Filón de
El Callao
En 1864, el pueblo de El Callao no
existía como tal sino un filón de oro denominado así y otras minas alrededor de
las cuales se conformó el pueblo de Nueva
Providencia con sede en Caratal y el Caserío
El Callao.
Nueva Providencia era un distrito para
1864 al igual que lo eran la Pastora, Tupuquén, Tumeremo, Miamo y Guasipati,
dentro de la jurisdicción del Departamento de Guayana. El nombre El Callao no
figuraba en la Ley de división político territorial del Estado; sin embargo, a
lo largo de los años se impondrá por la misma fuerza socio-económica de la
mina.
El 26 de abril de 1869 Juan Bautista
Dalla Costa Soublette, Presidente del Estado Soberano de Guayana, dotó de
ejidos al Distrito Nueva Providencia apoyado en una Ley del Congreso de la
República del 28 de marzo de 1853. Entonces le concedió cuatro leguas cuadradas
de ejidos, tomando como centro las “Cuatro Esquinas” del pueblo de Nueva
Providencia o Caratal.
Al cabo de seis años de explotación
sostenida del filón a través de barrancos, El Callao tomó forma de caserío y
fue entonces (1870) cuando comerciantes bolivarenses que sostenían con préstamos,
útiles y víveres la explotación, deciden organizarse para comprar los barrancos
y explotarlos a través de una gran empresa aurífera. Surge entonces la Compañía Minera de El
Callao.
Compañía Minera de El Callao
La compañía Minera de El Callao surgió
inicialmente formada por 32 accionistas, los cuales aportaron un capital de
120.000,00 bolívares que fue aumentando en años posteriores por necesidad de la
mecanización de la explotación y consolidación de las concesiones, las cuales
llegaron a sumar 3.253 hectáreas.
La explotación aurífera en forma
organizada y en gran escala llevó a la Asamblea Legislativa a legislar sobre la
materia dictando en 1875 un Código Minero, tanto para estimular la explotación
como para que el Estado recibiera por ello un beneficio impositivo.
A tres años de este primer Código
Minero (6 de febrero de 1878) se reconstituye y legaliza con nuevo capital, la
Compañía Minera de El Callao bajo la presidencia del corzo don Antonio
Liccioni. Durante su administración las minas de El Callao alcanzan una
producción asombrosa que las colocan como las más ricas del mundo, llegado al
tope de 8 mil 200 kilogramos en 1885.
La abundante producción aurífera hizo
posible un conglomerado poblacional muy heterogéneo y atrajo a buscadores de
fortuna de todas partes, entre ellos, ingleses, franceses, norteamericanos y
canadienses que invirtieron en empresas cuya vida marcaban la importancia y
cuantía de las vetas que explotaban. Unas corrían con mejor suerte que otras.
Se dependía mucho de vestigios y azares toda vez que no se trabajaba sobre
reservas técnicamente cuantificadas y cualificadas. Por esa circunstancia
colapsó en 1897 la compañía Minera de El Callao.
La compañía Minera de El Callao llegó a
embarcar por los puertos de Ciudad Bolívar un promedio mensual de 8 mil onzas
de oro. Los meses de agosto y diciembre resultaban generalmente los de mayor
auge (11 mil onzas).En l886 comenzó a bajar la producción de manera progresiva
hasta l897 cuando la compañía Minera de El Callao se declaró en quiebra.
Para la época no se conocía el Bolívar.
Nuestro signo monetario era el Venezolano, y el Franco y la Libra Esterlina las
divisas extranjeras con las cuales se comerciaba el oro. No se conocía otro
tipo de transporte que el fluvial a través de barcos de vela y el de vapor. El terrestre utilizaba burros, caballos mulos
y carromatos tirados por yuntas de bueyes, de manera que la producción aurífera
proveniente del filón de El Callao y de otras minas satélites se transportaba a
Ciudad Bolívar en barras y a lomo de mulas.
Guasipati, capital de la cuenca aurífera
El 3 de septiembre de 1881, el
Presidente de República, Antonio Guzmán Blanco, decide desmembrar al Estado
Bolívar y crear el Territorio Federal Yuruari, con cabecera capitalina en
Guasipati, para un control directo sobre las ricas cuencas auríferas de
Guayana. Este status dura hasta 1891, pero en 1901, el gobierno de Cipriano
Castro lo restablece. Toca al Gobierno de Juan Vicente Gómez ponerle fin en
1909. Entonces el Estado Bolívar recobra su total integridad.
Al recobrar el Estado Bolívar su
integridad territorial, El Callao continuó bajo la tutela de Guasipati, como
capital del distrito Roscio. Para entonces, la producción minera acusaba
preocupante descenso, detenido en 1931 cuando las empresas extranjeras “New Goldfield of Venezuela” la “Bolívar Venezuelan Goldmines” y la
francesa “Mocupia” fueron asumiendo
la explotación de las minas hasta el punto de estabilizar la producción en un
promedio anual de 3.315.582 gramos.
En 1947, la “New Goldfield of Venezuela” traspasó sus derechos a la “Guayana Mines Limited”, la cual explotó
el mineral hasta 1952, cuando decidió paralizar sus labores creando una
situación dramática en la población minera que no sólo quedó sin trabajo sino
que perdió las prestaciones sociales. Para entonces, en el Estado Bolívar
vivían de la extracción del oro 12.796 personas, de las cuales 1.614 eran
jornaleros y obreros, casi todos operando en El Callao. Estas cifras quedaron
reducidas a la cuarta parte después que la “Guayana
Mines Limited” suspendió repentinamente sus labores. La producción aurífera
en el trienio siguiente se redujo a un promedio anual de 359.472 gramos. Nunca
El Callao, desde su existencia, había sufrido un golpe tan rudo en su economía.
Intervención del Estado
Dada la situación caótica de El Callao,
el Gobierno Nacional intentó un esfuerzo por reanudar la actividad minera y el
15 de abril de 1953, expropió la concesión traspasada a la “Guayana Mines Limited” y una nueva empresa de capital mixto
registrada con el nombre de “Minas de oro
de El Callao Compañía Anónima” (MOCCA) se hizo cargo de la explotación
introduciendo una nueva planta de tratamiento que costó medio millón de
bolívares.
La MOCCA con obras de rehabilitación y
la ampliación de sus equipos, explotó las reservas de las minas Laguna y Sosa
Méndez logrando una producción media anual de un mil kilogramos. Pero en 1965,
por deficiencias técnicas y de administración, la producción disminuyó
considerablemente y el colapso de la empresa obligó al gobierno a liquidarla y
transferir sus instalaciones al Sindicato de Patronos Mineros de El Callao que
trató de mantener la actividad minera, pero con una producción muy baja que se
extendió hasta los años setenta cuando comenzó a operar Minerven tras un estudio
de exploración y prospección realizado por el Ministerio de Energía y Minas que
ubicó y probó reservas por 4 millones de toneladas métricas de cuarzo aurífero
con tenor de 22.4 gramos por tonelada.
Minerven
La compañía General de Minería de
Venezuela C.A. (Minerven) fue registrada como empresa privada el 4 de febrero
de 1970 con un moderno proyecto cuya ejecución requirió de grandes préstamos
millonarios a la Corporación Venezolana de Fomento, que al final tuvo que
adquirirla. Luego pasó a manos del Fondo de Inversiones de Venezuela y
finalmente a la CVG.
Para 1978 Minerven había invertido
307.9 millones de bolívares en el proyecto ubicado a 3 kilómetros de El Callao,
proyecto consistente en un pozo vertical de extracción de mineral aurífero;
planificación, desarrollo y preparación de la mina y montaje de una planta de
tratamiento de 700 toneladas diarias de mineral, mediante un proceso de
recuperación metalúrgico por cianuración.
Actualmente Minerven procesa 1.000
T.M., no obstante que su capacidad es dos veces superior, pero se halla ante el
problema de unas reservas probadas casi agotadas. Para alargar su vida siquiera
por 20 ó 30 años más requiere de una inversión de 35 millones de dólares que la
empresa dice no tener y el país tampoco tiene de dónde sacarlos porque está
super endeudado.
Los calloenses se preguntan si se
repetirá con Minerven la triste historia de la Compañía Minera de El Callao, o
de la Guayana Mines limited o de la Mocca, mientras tanto manifiesta y ahoga
sus malos presentimientos bailando calipso, comiendo domplin y bebiendo mabi.
El Callao nació, creció y se mantiene
al ritmo de la explotación aurífera en la cuenca del Yuruari. Recostado a ese
río legendario y sobre una roca de galerías por donde han salido toneladas de
riquezas que se van cantando la canción del que no vuelve, se encuentra y
permanece inagotable ese lugar que antes de ser la realidad de hoy permanecía
poblado de otro modo en la imaginación hiperbólica de Sir Walter Raleigh y de
otros adelantados como Sebastián de Benalcázar, Gonzalo Jiménez de Quesada y
Antonio de Berrío.
Pueblo sencillo este de El Callao.
Hospitalario y de una cultura muy singular donde se mezcla la manera de ser del
amerindio venezolano con la del antillano descendiente de ingleses, franceses y
africanos.
Por eso El Callao es lugar único de
Guayana y Venezuela. Lugar donde en vez de joropo, guasa o merengue, se baila
calipso; donde en vez de español, se habla en patois; en vez de ron, se toma
mabi; en vez de arepa, se prefiere el domplin y se come calolú, acrá, banán
pile, yinyabie y pelau.
El 25 de abril de 1989 la Asamblea
Legislativa, mediante modificación de la Ley de División Político-territorial
le otorgó los mismos beneficios que a Santa Elena de Uairén y Ciudad Piar y lo
elevó a la categoría de Municipio Autónomo. Para entonces acusaba una población
de 10 mil habitantes sobre una superficie de 2.236 kilómetros cuadrados y en
las elecciones de diciembre de ese año tuvo su primer Alcalde.
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